En una gran parte del ámbito cristiano evangélico existe un deseo cada vez más creciente de un cambio o renovación en lo que se refiere a nuestros cultos más o menos clásicos y también con respecto a muchas de nuestras actividades comunitarias, pero también nos apercibimos, que en muchos creyentes aflora un deseo ferviente de vivir una espiritualidad mas profunda y significativa.
Cada vez son más los que se preguntan, ¿Cómo vamos a ser Iglesia hoy?, en un mundo tan vertiginosamente cambiante e indiferente hacia lo clerical y mucho más hacia lo religioso en particular. Hemos de reconocer que la percepción que tiene el mundo de afuera en los extramuros de nuestras iglesias, es totalmente diferente a lo que nosotros pensamos o imaginamos de como nos ve y como nos percibe la gente.
A la gran mayoría de personas en nuestro país por lo general, casi no les atrae ni les interesa lo mas mínimo lo que hacemos o dejamos de hacer en nuestras amadas iglesias, porque sus claves culturales son muy diferentes a las nuestras. También es cierto que esa gran indiferencia tiene que ver en parte con un componente espiritual que ciega el entendimiento humano, pero una parte mucho más importante también es, porque
no conseguimos hacernos entender de manera comprensible para ellos (y no podemos olvidar que muchos de nosotros también éramos así; aunque por la pura gracia de Dios vinimos al conocimiento de la Verdad).
Solamente en estos últimos treinta años, cabe destacar que
han cambiado mucho las cosas y especialmente los conceptos y valores morales que se han tergiversado completamente. Estamos asistiendo a una de las mayores hecatombes morales de la historia, y estas son la legalización y socialización del pecado en sus más perniciosas formas; donde a lo malo se le llama bueno y a lo bueno malo y esto nos desafía a cada uno de nosotros, o a contemporizar con los nuevos antivalores que se están implantando o a rebelarnos contra un modelo de vida declaradamente impío.
Yo mismo me considero un renovador en muchos aspectos de nuestras prácticas eclesiales, aunque en otros aspectos reconozco que sigo siendo un conservador, pero paradójicamente en otro sentido también me considero un innovador, aunque todavía no he sido capaz de implementar ciertos cambios, tanto cultuales como diversos procedimientos de cambios estratégicos, aún en mi propia iglesia.
Creo que sin saber del todo, el como, pero si el qué de las cosas, algunos estamos intuyendo por parte del Señor que se avecina un cambio espiritual profundo en amplios sectores de nuestras iglesias y puedo asegurar que no es exactamente como muchos se lo imaginan, no es una fotocopia de nadie, ni de ningún avivamiento importado de ninguna parte del mundo cristiano, en tal o cual lugar del planeta. Esto será algo que viene directamente del cielo de Dios, como le vino a Pedro la visión del lienzo que descendió de lo alto con una revelación aparentemente transgresora para su conciencia religiosa, pero con un nuevo y profundo significado, tanto para Pedro como para la iglesia judía de aquella época; se trataba de la universalización de la salvación para el mundo entero, era un nuevo paradigma para aquellos primeros hermanos nuestros de la iglesia de Jerusalén que alteraba sus propios esquemas religiosos en cuanto a la nueva fe que estaba revolucionando sus vidas y su mundo.
De la misma manera
estoy seguro que seremos sorprendidos por Dios, quien también despertará las conciencias de nuestros conciudadanos en cualquier momento (y eso ya no esta lejos, sino mucho más cerca de lo que pensamos). Pero lo que si debemos de cambiar son nuestras formas de acercarnos a la gente, como es por ejemplo nuestro lenguaje y nuestro estilo de vida, teniendo que ser mucho más entendibles en la comunicación y genuinos en la conducta y, por supuest,o cuidar y renovar nuestra puesta en escena. Podría seguir pero creo que todo lo expuesto en este articulo puede ser materia suficiente como para reflexionar en ese cambio tan necesario para todos nosotros y de esa transición tan urgente y necesaria que sin duda propiciará el tan anhelado tiempo de gloria, que tanto necesitamos en nuestro querido país hoy, aquí y ahora...
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