Ocurrió con los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, celebrados recientemente y cuyo desarrollo fue tan exitoso que alguien lo comparó con la inauguración a la que calificaron como la más espectacular en la historia. Hubo, sin embargo, previo a la iniciación de los juegos una escalada de alarmismo que hizo pensar a quienes leen, ven y escuchan las noticias sin echarles una mirada a sus espaldas para ver a los pirómanos que están detrás de ellas, que aquello sería un descalabro; que habría atentados terroristas, que correría la sangre por las calles y que… bueno, ya todos saben que nada de lo que se predijo ocurrió.
Vladimir Putin, el ruso malo –que así nos han hecho creer los medios de prensa; porque la prensa ha dividido al mundo en dos grupos: los malos y los buenos y nosotros tenemos que optar por uno de los dos(*)—salió a los medios para tratar de contrarrestar la escalada de críticas, aclarando lo que muchos ya sabían o si no sabían, intuían: que aquello no era otra cosa que propaganda política. Esto fue lo que dijo, según una traducción que leemos en la Internet: «Pero aquí había, y probablemente sigue habiendo, otro séquito de críticos que no tienen ninguna relación con el deporte, que están comprometidos con una lucha competitiva en el campo de la política internacional. Esto no tiene nada que ver con el deporte, pero yo siempre lo traté con mucha tranquilidad, porque sé qué es esto, sé cuál es su intención y sé que es inútil discutir. Cualquier cosa que digamos, por más que intentemos convencerlos, es estéril, porque ellos tienen otro objetivo. Utilizan este proyecto olímpico para lograr sus propios fines en el campo de la propaganda antirrusa».
Ahora, con el Campeonato Mundial de Fútbol de Brasil ha ocurrido lo mismo: que el caos, que el terrorismo, que las huelgas, que la pobreza, que el gasto desorbitante, que la Dilma Rousseff, que el hijo de Pelé, que Bebeto me da vergüenza, que Ronaldo se pelea con Romario, que los estadios sin terminar, que la nueva camiseta me parece horrible, que vamos a parar el mundo para que se baje Joseph Blatter con todas las copas que ha inventado y que seguirá inventando. Y suma y sigue. La idea, aparentemente, ha sido desalentar la asistencia de turistas a Brasil; sin embargo, la avalancha de visitantes que están llegando parece estar batiendo todos los records; solo para citar un ejemplo, la televisión chilena da cuenta de 40 mil compatriotas viajando para ver los partidos. ¡Cuarenta mil bien pueden medio llenar un estadio! Y que la propia presidenta de Chile, Michele Bachelet se encuentra ya en Brasil no solo para ver jugar a Chile con Australia sino para entrevistarse con la señora Rousseff y firmar acuerdos de cooperación mutua mientras la pelota corre. ¡Qué te parece!
Con menos experiencia que Putin en la arena política internacional, Dilma Rousseff se ha dejado llevar por la ola de críticas y ha hecho generosas promesas de que los servicios de vigilancia desactivarán rápidamente cualquier brote de violencia que pudiera afectar el libre desarrollo de la competición. ¡No dudamos que lo logrará!
Google, por otra parte, nos está ofreciendo un tour por las calles de Brasil que es todo un mentís a la escalada noticiosa negativa. Calles bellamente pintadas por artistas anónimos en adhesión a los juegos han transformado trozos de ciudades en inmensos lienzos llenos de colorido e imágenes que llaman a la paz y a la concordia al mejor estilo brasileiro. A lo menos en mi bitácora no hay registro que algo así se haya visto en otros países en mundiales anteriores.
Pareciera que la misma mano que trató de enturbiar los juegos de Sochi y ha tratado de dañar la imagen de Brasil y del Campeonato Mundial ha estado aquí y ha vuelto a fracasar. (Esperamos que así sea porque esta nota se ha escrito por la mañana del día de la inauguración.)
(*) No resisto la tentación de referirme aquí a la viñeta de El Roto aparecida hoy, jueves 12 de junio de 2014 en «El País»: «Los lunes, miércoles y viernes soy monárquico; los martes, jueves y sábados, republicano. Los domingos, descanso». ¡Sencillamente genial!
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