Nuestro tema nació con el mismo evangelio.[2] Desde que el eterno Logos, Hijo de Dios, se "contextualizó" en carne humana y asumió como suya propia la cultura judía del primer siglo, los cristianos se han encontrado ante el desafío de un cristianismo culturalmente encarnado (y la tentación de un cristianismo culturalmente cooptado).
En su encarnación Jesucristo nos dio para siempre el paradigma de un evangelio contextualizado. Después el apóstol Pablo, en su polémica con los judaizantes, precisó para todo el futuro el sentido de este paradigma encarnacional. Pablo insistía en que el "ser-judío" de Jesucristo no significaba un cristianismo culturalmente judío, en todo tiempo y todo lugar, sino un cristianismo siempre encarnado en la propia cultura y el propio tiempo, cualesquiera que sean éstos, de cada comunidad de fe.
Varios factores en los últimos años han dado mayor actualidad y urgencia al tema del evangelio y las culturas. En general, se imponen cada vez más actitudes de pluralismo casi sin límite, en un marco de referencia básicamente relativista. Dicha tendencia se acentúa mucho más con la nueva escuela de la "post-modernidad", partiendo del nihilismo de Federico Nietszche, que reduce todo conocimiento a la interpretación subjetiva de cada persona.
Otro factor en el plano mundial ha sido el declive de la anterior dominación eurocéntrico-noratlántica, debilitada no sólo por el fenomenal surgimiento de Japón y otros países asiáticos sino también por la creciente influencia de los paises del tercer mundo.
Mucho más importante para América Latina es el impresionante resurgimiento de las culturas indígenas del continente.[3] Hace varias décadas los cristianos indígenas, aun más que los demás latinoamericanos, comenzaron a sospechar de la fuerte influencia extranjera (incluso, para ellos, la ladina o criolla) en el cristianismo, a resentir las imposiciones de aspectos de otras culturas sobre su fe y su vida, y a querer articular la fe cristiana en sus propios términos auténticos. Dentro del marco general de la teología contextualizada, nació una nueva disciplina: la etnoteología. En toda América Latina, estas tendencias de una agresiva afirmación de la identidad indígena recibieron un impulso muy fuerte por la ocasión de los 500 años de la conquista europea.
Toda esta situación plantea un dilema para la teología. Por una parte está el hecho, a menudo olvidado, de que el evangelio por diversas razones afirma los valores culturales de todos los pueblos, su derecho a su propia identidad como expresión colectiva de la imagen de Dios, y la constante tarea de encarnar la fe radical y auténticamente en la plena idiosincracia de cada cultura.
Está sobre todo el desafío de una radical deseuropeización (desoccidentalización) de la fe cristiana y una rearticulación de ella en genuino ropaje latinoamericano y específicamente indígena. Pero, por otra parte, está la obligación de ser inclaudicablemente fieles al evangelio mismo y no desfigurarlo ni desnaturalizarlo o convertirlo, en el proceso de contextualización y enculturación, en algo nuevo que ya no sería verdaderamente el mensaje bíblico (el kerygma) y el evangelio de salvación en Jesucristo.
Podríamos proponer tres afirmaciones básicas como postulados de todo lo que sigue:
1)
Ninguna cultura es dueña del Evangelio ni debe tener monopolio de sus expresiones y su vida.
2)
El Evangelio debe encarnarse auténticamente en cada cultura según su más profunda idiosincracia;
3)
Dicho proceso debe afirmar el mensaje bíblico y lograr manifestar de nuevo su sentido más fiel en los siempre nuevos contextos donde se encarna. Pero nunca debe negar, contradecir, distorsionar ni reducir el evangelio ni el mensaje bíblico en su sentido más amplio y profundo.[4]
La próxima semana veremos “Nuevo Testamento e identidad cultural”
[1] ) Esta ponencia fue presentada a la Asamblea Continental de la Fraternidad Teológica Latinoamerican en Santiago, Chile en noviembre de 1996 y publicada en Boletín Teológico #67, julio de 1997. Sobre el tema véanse también Tito Paredes, "La dimensión transcultural del evangelio" en Al Servicio del Reino en America Latina, ed. V.R. Steuernagel (C.R: Vision Mundial 1991), pp.187-198; "Evangelio, cultura y misión" en La Misión de la Iglesia, ed. V.R. Steuernagel (C.R: Vision Mundial 1992) pp.265-281 (el mismo en Clade III, Fraternidad Teológica Latinoamericana 1993, pp. 134-144); ibid. pp.144-156, Fernando Quicaña "Evangelio y Cultura"; ibid 572-581, Marcelino Tapia, "Teología bíblica, teología Andina".[1]) De hecho, el tema va aun más atrás, hasta la creación, el llamado de Abraham ("bendición a las naciones") e Israel, la elección y el pacto.
[2] ) De hecho, el tema va aun más atrás, hasta la creación, el llamado de Abraham ("bendición a las naciones") e Israel, la elección y el pacto.
[3]) Utilizo el término "indígena" sabiendo que es controversial; algunos prefieren "aborígenes", "originarios" u otra palabra.
[4]) Se entiende que sí tendrá que contradecir y negar muchas veces aspectos culturales o ideológicos, tradiciones etc, de otras articulaciones de la fe cristiana, otras "teologías sistemáticas" que no tienen pertinencia para dada cultura o que tienen más bien significado negativo.
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