Poco antes de la fiesta de tabernáculos, donde había que hacer fiesta a Yahveh, a los diez días de ese mes séptimo, era el Día de Expiación, “tendréis santa convocación y afligiréis vuestras almas… es día de expiación, para reconciliaros delante de Yahveh vuestro Dios”. La fiesta de la resurrección requiere el grano previo enterrado; la cosecha es fruto del sacrificio ofrecido, donde se hace la paz con Dios.
Fiesta de tabernáculos, a los quince días del mes; toda la congregación para Dios, le hace fiesta a su Único Redentor. Día de Expiación; solo el sumo sacerdote con sus sacrificios para toda la congregación. Evangelio: Uno, Ofrenda y Sacerdote únicos, una vez para siempre; frutos: un pueblo para sí propio, para publicar sus alabanzas. Evangelio.
Antievangelio: judaicos y cristiandad que siguen con sus sacrificios, ofrendas, obras, sin el Redentor. Ni él es suyo, ni ellos de él. En ellos el Evangelio es olor de muerte. Muerte en sus templos, en sus sinagogas, en sus sacramentos, en sus ritos, en sus obras (que un apóstol echó de sí como excrecencias).
Puedes tener fiesta (como Caín) con tu familia, con los frutos de la tierra, pura ecología, o pura explotación, pero es fiesta sin expiación; fiesta de muerte, la prometida por el diablo; la fiesta de vivir sin sujeción al Creador, en enemistad con él. El gran Día de Expiación es necesario para que haya Fiesta, fiesta de salvación. Bautismo y Santa Cena: Cristo con su pueblo, su pueblo con él. Ese día solo el sumo sacerdote entraba al santuario, en la cruz, ese día único, el Sumo Sacerdote celestial entra con su propio cuerpo, como Sacrificio Perfecto, y lo ofrece, y es aceptado. El pecado ha sido perdonado, y para testimonio a todos su resurrección. Anunciamos a Cristo resucitado. Los judaicos y sus seguidores actuales, la cristiandad, (pongan iglesia Romana, evangélicos, etc.) siguen ofreciendo sacrificios y sus sacerdotes entrando y saliendo, nunca han entrado en el Santuario por el Camino, son salteadores.
Con la expiación ya cumplida, en símbolos ese día, cada año, viene la fiesta de tabernáculos, cinco días después. Un gran día. Día de Expiación, el “Día” por excelencia. Cada siete semanas contadas, 49 años, el Gran Día del Jubileo. El mismo día décimo, con fuerte sonido de trompeta, se anuncia el año agradable de libertad. Cristo lo anunció y lo cumplió. Alegría.
Ese año, iniciado el mismo Día de Expiación. ¿Cuántas enseñanzas? Si ya cada año era alegre y festivo el ciclo de siete días en cabañas, con los frutos de la bendición del Redentor en la mano, y en las manos de nuestros hijos, ¿qué decir de ese año que la fiesta de tabernáculos es inicio de todo el año de libertad? Las antiguas propiedades vuelven a sus dueños. Los sometidos por la economía a servidumbre, liberados entre sus hermanos. Ves tu mesa y a tus hijos con la bendición; a los extranjeros vecinos, al huérfano y a la viuda, al levita; pero ese día ves al hermano que ha sido libertado, que tiene en sus manos sus antiguas propiedades. Alegría. Ciudadanía. Hoy eso también es posible, si queremos. [Nota. El Año del Jubileo era referente en todos los actos económicos en Israel; se medían los precios según su cercanía. Las casas dentro de ciudades con murallas solo podían liberarse durante el año entero después de venderlas, a ellas no se aplicaba el Jubileo; las de las aldeas, sí.]
La expiación como sustento de la fiesta, de las cosechas, de la familia, etc., en Israel es imprescindible que se mantenga como sustento del mensaje del Evangelio, eso es el Evangelio. Mal asunto cuando se predica la fiesta sin la expiación. Hoy se hace. O una expiación por mérito humano que te lleva a la fiesta de su salvación por tus obras. Comer con los extranjeros vecinos no es una indicación de sincretismo, todo lo contrario; es clara la advertencia contra los dioses extraños, y contra los extraños que traen a sus dioses. Tu vecino está en tu mesa, él, pero no sus dioses; si los pone delante: fuera con el vecino y sus dioses; que se los quede en su corazón, es su problema; pero si los expone como algo con lo que comer, no comas con ellos.
La mesa donde el creyente redimido se alegra, la de su fiesta, no es una mezcla de sentimientos que salen de los corazones no redimidos. Su cimiento es radical, absoluto: la expiación que solo el Hijo de Dios puede hacer, que la recibe y la acepta su Padre, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, ése es nuestro Dios, no un Dios generalista, de cada imaginación, de cada oferente (recuerden que Caín es uno de esos). No quites esa radicalidad de fe, de nuestro Dios absoluto, soberano, que todo cuanto quiso hizo, hace y hará, y toda rodilla sometida; pero recuerda que ese es Dios, que tú eres llaga, miseria… no te subas por encima de nadie. Por eso puedes hacer ciudadanía con todos. El Redentor es el Señor, no es un vecino más. Nosotros sí somos un vecino más, con nuestra expiación, esperanza, nuestra fiesta. Los judaicos y sus seguidores pensaron que eran más, y solo quieren a un mesías menor, que esté con ellos en sus fiestas, que les siga en sus procesiones.
Se quedaron sin la Expiación; no tienen fiesta; no tienen el año de la libertad, el tiempo de salvación. Pero es tiempo de salvación todavía, no se ha acortado el brazo del Señor. Venid a mí los que estáis cargados, os liberaré. No puede darse expiación sin fiesta, ni fiesta sin expiación; y todo es del Señor. Alegría.
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