Pienso “Desde el Corazón” que la frase más importante de este escrito sea, la que empieza este artículo. Si no tenemos claro lo que es natural, razonable y normal, nunca conoceremos cuándo nos apartamos de la salud moral y mental. No puede ser serio un festival cancionero en el que gana un barbudo vestido de señora (elegante según algunos) maquillado cual una Miss tejana desesperada y rasgando el aire con sus uñas postizas.
No me resulta razonable que la Conchita afortunada, con una canción que tiene truco, pues a la segunda vez de escuchada ya se sabe que lo único que tiene es que es festivalera; haya recibido tantos puntos de apoyo –y entre ellos los máximos incluso de España donde lo que más parece valer, por encima de las partituras, son los recursos tecnológicos: los shows son espectaculares, y lo que se vota es lo accesorio. El personaje es una broma de poco gusto, que irrita a un colectivo, hace creer a los votantes que es progreso y divierte a sectores transformistas. Mucho de esto, evidencia de que la tecnología atrofia.
¿Para qué escuchar la buena música en directo cuando un video festival nos embota los oídos? ¿Para qué ir a correr cuando podemos hacer lo mismo con la videoconsola? ¿Para qué ir de compras al mercado cuando lo podemos hacer vía Internet? ¿Para qué escribir una carta a un amigo cuando podemos enviarle un watsap? ¿Para qué ir al quiosco cuando podemos consultar la prensa desde casa? ¿Para qué hemos de ir a la Iglesia –a la asamblea de personas creyentes cuando por nuestro Ipad podemos recorrer múltiples shows religiosos? La lista es infinita.
Así que “Desde el Corazón” me pregunto ¿cómo afecta la tecnología a nuestra actividad física, a nuestro rendimiento intelectual, a nuestra vida social y espiritual, y a nuestro entendimiento de lo natural y razonable en el día a día?
Uno ha de comprender cómo debe funcionar el ser humano y eso nos ayudará a reportarnos a tiempo y acortar nuestras tendencias a la anormalidad. Todo movimiento humano atraviesa básicas etapas: Primero el hecho o el acontecimiento, pasa al pensamiento y la percepción del mismo, después una respuesta emotiva y, finalmente, una acción. La mente registra las experiencias de las cosas que ocurren en el mundo en torno a nosotros; y a continuación, como un capitán sobre el puente de su buque –si no tiene el organismo averiado o cauterizado, señala el acontecimiento a todas las partes del organismo que tiene bajo su mando, tal como se dan órdenes a una sala de máquinas. El cuerpo responde con la emoción apropiada.
Las emociones nos conducen normalmente a la acción y así se desahogan, porque las acciones constituyen la última fase de lo que engendró una idea. Pensando en esto acerca de nosotros mismos, podemos aplicar tales hechos a la vida cotidiana. Y en el acto comprendemos lo absurdo que es decir: “No importa como piense sino como vivo” como tonto es guiarse simplemente por lo técnico. Pues realmente obramos según nuestras creencias, y si nuestras ideas son erróneas, también lo serán nuestros actos. Y si nos guiamos totalmente por la tecnología, por lo accesorio ¿no seremos ya continuación de la maquinaria?
Si nuestro credo es erróneo, nuestra conducta errará. Si no hallamos la explicación de por qué estamos aquí, qué somos y a dónde vamos, no sentiremos ni actuaremos con certidumbre ni consistencia. Que Facebook arrasa con la señora de barba, pues debe ser a lo que yo debo unirme. El hombre que no piensa bien, no actuará rectamente ni será feliz, porque la idea es la fuente de todo lo que se siente y hace.
Las ideas contra natura, contra la ley moral o claramente anticristianas deben ser serenamente alejadas de nosotros, sin dar a ellas más importancia que a la no aceptación de una vianda indigerible. La mente debe tener tanto cuidado con las ideas que alberga como el estómago con los alimentos que absorbe. Y, sin embargo, muchas personas que nunca soñaron con servir bazofias en sus mesas, se nutren de basura literaria, festivalera y llevan en sus mentes la bazofia de los malos videos de tanto Youtube.
El mal, será con todo, mejor destruido por los buenos pensamientos, por los valiosos valores, merced a los cuales el mal puede trocarse en amor. Saulo de Tarso escribía
"No seáis vencidos de lo malo, sino venced con el bien el mal”.El mal no se arrostra con la voluntad de un modo brutal. Vale más flanquearlo y hacerle dejar el campo merced a una gran acumulación de bondad y un creciente amor a la Verdad. En una mente llena de bellas y bondadosas ideas queda muy poco espacio para el mal.
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