martes, 9 de julio de 2024   inicia sesión o regístrate
 
Protestante Digital

 
 

Centenario de Octavio Paz (IV): La otra voz, nueva defensa de la poesía

…los Estados se derrumban, las Iglesias se disgregan o se petrifican, las ideologías se disipan —pero la poesía permanece. O. Paz, “Poesía, mito, revolución”.
GINEBRA VIVA AUTOR Leopoldo Cervantes-Ortiz 29 DE MARZO DE 2014 23:00 h

En junio de 1989, Octavio Paz recibió, de manos del entonces presidente francés François Mitterrand, el Premio Alexis de Tocqueville. Para esa ocasión, preparó un texto titulado “Poesía, mito, revolución” que incorporaría después a La otra voz. Poesía y fin de siglo, publicado en los mismos días en que obtuvo el Premio Nobel de literatura, en octubre de 1990. Este volumen fue la tercera y definitiva etapa de sus indagaciones ensayísticas sobre la naturaleza y el papel de la poesía en la vida humana. Ese periplo comenzó con El arco y la lira, en 1956, su segundo libro de gran aliento después de El laberinto de la soledad, con el que debutó en el género en 1950. Después vendría Los hijos del limo (1972), apasionada revisión del desarrollo de la poesía en Occidente.

Sin ser un libro concebido de manera orgánica o sistemática, pues agrupa textos de diversos orígenes, aunque de la misma etapa vital del autor, La otra voz es el gran alegato de un poeta en plenitud en defensa de su oficio, con un casi absoluto conocimiento de la materia. Dividido en dos partes bien definidas: Poesía y modernidad, y Poesía y fin de siglo, actualiza muchas de las ideas que Paz sostuvo a lo largo de toda su vida. Él mismo explica en el “Aviso” inicial: “Comencé a escribir poemas muy pronto y muy pronto también a reflexionar sobre el acto de escribir poemas. Es una ocupación ambigua entre todas: un quehacer y un misterio, un pasatiempo y un sacramento, un oficio y una pasión. […] No vivimos el fin de la poesía, como han dicho algunos, sino de una tradición poética que se inició con los grandes románticos, alcanzó su apogeo con los simbolistas y su fascinante crepúsculo con las vanguardias de nuestro siglo. Otro arte amanece” (pp. 5-6). Dar cuenta de esas transformaciones fue su propósito.

Después de ocuparse del poema extenso como forma poética de gran fortuna en el siglo XX, y del fin de un tema que siempre lo obsesionó, lo que denominó la “tradición de la ruptura”, escribió el ensayo anunciado al principio de estas líneas, “una breve reflexión”, resume Paz: “sobre las ambiguas y casi siempre desventuradas relaciones entre la poesía y el mito revolucionario” (p. 7). Con un epígrafe de Charles Baudelaire que lo preside (“La revolución confirma, mediante el sacrificio, la superstición”), el ensayo abre con la pregunta de por qué le otorgaban el premio en cuestión “a un escritor de un continente con frecuencia desgarrado entre la forzada inmovilidad de los despotismos y las convulsiones de los sectarios, a una fidelidad” (p. 56). A continuación, luego de citar unas “palabras proféticas” de Chateaubriand sobre los potenciales horrores de la revolución, se presenta como un poeta que hasta en sus libros en prosa se propuso “servir a la poesía, justificarla y defenderla, explicarla ante los otros y ante mí mismo”. Lo que sigue, será, según sus palabras, otra defensa de la poesía que, para él es “inseparable de la defensa de la libertad”.

Así comienza una argumentación basada en la presencia y actuación de los poetas en la vida política desde el amanecer de la modernidad, otra de las grandes pasiones pacianas.[1] Ése es el eje de su reflexión, en la que manifiesta una clara opción por la práctica del arte literario de manera independiente a los Estados, iglesias o ideologías, pues la poesía es capaz de trascenderlos a todos ellos. Como parte de esta visión, observa que desde los poetas greco-latinos comenzó una “tradición” de persecución contra ellos. Los casos de Dante y Milton le resultan paradigmáticos también como grandes pensadores políticos, lo que los a verse envueltos, inevitablemente, en debates religiosos y hasta teológicos. Su explicación acerca las dos realidades que tuvieron que enfrentar combina sus diversos elementos: “Para los dos el fundamento de sus opiniones estaba en la teología. Combatieron en este mundo con los ojos puestos en el otro y con razones que venían del más allá. Dante coloca en el último círculo del Infierno, al lado de Judas Iscariote, el architraidor, a dos enemigos del Imperio: Bruto y Casio. Para Dante la realidad de este mundo era un trasunto de la realidad más real del trasmundo; por esto, los delitos políticos eran juzgados en el tribunal divino” (p. 58).

El ideal de la Revolución sólo podía surgir en una época heredera del pensamiento griego y del cristianismo, esto es, “de la filosofía y del anhelo de redención”. Y contra ese telón de fondo, la poesía debía subsistir porque aquélla amenazaba con abarcarlo todo a causa de sus no siempre bien ocultas raíces religiosas: “Desde el momento en que apareció en el horizonte histórico, la Revolución fue doble: razón hecha acto y acto providencial, determinación racional y acción milagrosa, historia y mito. Hija de la razón en su forma más rigurosa y lúcida: la crítica, a imagen de ella, es a un tiempo creadora y destructora; mejor dicho: al destruir, crea. La Revolución, es ese momento en que la crítica se transforma en utopía y la utopía encarna en unos hombres y en una acción”. La Revolución, como la poesía, “es la vuelta al tiempo del origen, antes de la injusticia”, pero sigue siendo siempre histórica:

Hija de la historia y la razón, la Revolución es la hija del tiempo lineal, sucesivo e irrepetible; hija del mito, la Revolución es un momento del tiempo cíclico, como el giro de los astros y la ronda de las estaciones. La naturaleza de la Revolución es dual pero nosotros no podemos pensarla sino separando sus dos elementos y desechando el mítico como un cuerpo extraño... y no podemos vivirla sino enlazándolos. La pensamos como un fenómeno que responde a las previsiones de la razón; la vivimos como un misterio. En este enigma reside el secreto de su fascinación (p. 60).

La Edad Moderna, al romper el viejo vínculo “que unía la poesía al mito”, la unió a la idea de Revolución y ésta, por todo eso, pasó a ser “el mito central de la modernidad”, realidad política y humana hacia la que Paz desarrollaría un profundo escepticismo. El profesor estadunidense Greg Dawes ha observado cómo el desencanto político repercutió en la poética paciana, al grado de que, en sus tres libros mencionados, “el romanticismo le sirve de base sine qua non para el análisis de la historia de la poesía moderna y del movimiento fundador que permite el desarrollo luego de una suerte de neorromanticismo: el surrealismo y la poesía de la posvanguardia. Así, la línea de la modernidad artística vuelve insistentemente al poeta como profeta y oráculo, rebelde y defensor de la ‘libertad bajo palabra’”.[2] Estamos, pues, ante una suerte de sobre-idealización del destino de los poetas modernos, algo que también se ha señalado antes en la conceptualización poética del autor de Piedra de sol.

La fe en los poderes sagrados o sobrenaturales del mito o de la poesía se canalizó hacia la Revolución, y así la fe revolucionaria alimentó las mentes criminales de cientos de dirigentes poseídos por la creencia en lo absoluto presente. De ahí sobrevinieron, afirma Paz, las matanzas como la Noche de San Bartolomé o las masacres estalinianas. Como parte de ese análisis, Paz retoma su filiación anunciada desde el principio, el entusiasmo de Shelley para volver a la poesía como palabra primigenia por encima de los conflictos políticos: “La palabra poética ha sido simultáneamente profecía, anatema y elegía de las revoluciones modernas” (p. 62). Las resonancias religiosas de las revoluciones modernas han sido negadas por su propio impulso histórico, lo que abrió siempre la puerta para nuevas esperanzas y quimeras. En la poesía, el peso de estos conflictos depuró, por decirlo así, los proyectos persdonales y los liberó de aquellos lastres para fundar nuevas asociaciones estéticas y culturales: “para Dante la llave de su poema eran las Sagradas Escrituras, eje de la universal analogía; Blake, en cambio, inventa una mitología con retazos del gnosticismo y la tradición hermética. Muchos poetas acudieron al mismo remedio y apenas si debo recordar las creencias de Nerval o de Hugo y, ya en el siglo xx, la teosofía de Yeats o el ocultismo de Bretón. La razón de esta aparente paradoja reside en lo siguiente: la religión pública de la modernidad ha sido la Revolución, y la poesía, su religión privada”.

Finalmente, al describir el perfil del liberalismo como fuerza ideológica afín a los nuevos senderos del pensamiento y de la acción, Paz aterriza en los resabios apocalípticos de poetas como Baudelaire y Eliot, que se negaron a rendir un culto acrítico a las nuevas formas de vida propias de la modernización capitalista porque advirtieron muy bien el vacío al que conducían las nuevas formas idolátricas hacia el “progreso” impuesto. Se trató más bien, en el horizonte eliotiano, dice Paz, de una “interminable caída del vacío en el vacío”. La poesía quedaría entonces como un último asidero de “espiritualidad”, si bien no es la terminología que usa, pero que da a entender como forma de protesta estética firme ante los dictados de la “nueva sensibilidad”, ésta sí una expresión muy típica del escritor mexicano. Su resumen es puntual: “Las reflexiones de Baudelaire y los versos de Eliot son un fúnebre contrapunto a los himnos entusiastas de Whitman y Victor Hugo. Unos y otros son ejemplos de la escisión, mejor dicho, de la desgarradura, de la poesía moderna” (p. 66).

Ahora la poesía, añade, “consagra una fraternidad distinta y más antigua que la de las religiones y las filosofías, una fraternidad nacida del mismo sentimiento de soledad del primitivo en medio de la naturaleza extraña y hostil”. Las dos, poesía y religión, brotan del mismo magma existencial capaz de devolver el sentido a los acontecimientos. Al escribir después de la caída de los regímenes socialistas europeos, Paz contempla un panorama inhóspito en el que ya no es posible seguir creyendo en el mito revolucionario y a la humanidad sólo le quedan otros recursos para sobrevivir, entre ellos, la poesía. Su vaticinio es algo sombrío, pero lleno de fe en el poder de la palabra poética, pues a fin de cuentas ése era su propósito original: demostrar que en tiempos de miseria sólo permanece la palabra. “Sabemos también que las construcciones metahistóricas —sean religiosas o metafísicas, conservadoras o revolucionarias— estrangulan a la libertad y acaban por corromper la fraternidad. El pensamiento de la era que comienza —si es que realmente comienza una era— tendrá que encontrar el punto de convergencia entre libertad y fraternidad” (p. 68). Pero no deja de arriesgar una apuesta personalísima: “¿Cuál puede ser la contribución de la poesía en la reconstitución de un nuevo pensamiento político? No ideas nuevas sino algo más precioso y frágil: la memoria. Cada generación los poetas redescubren la terrible antigüedad y la no menos terrible juventud de las pasiones”.

La función de la poesía no es, de ninguna manera, decorativa, y el final de su reflexión no deja de afirmarlo. La poesía es, definitivamente, la otra voz, siempre imprescindible, como registro de la otredad que tanto interesó a Paz, en diferentes registros:

Los poetas nutrieron el pensamiento de Hobbes y Locke, de Marx y Tocqueville. Por la boca del poeta habla —subrayo: habla, no escribe— la otra voz. Es la voz del poeta trágico y la del bufón, la de la solitaria melancolía y la de la fiesta, es la risotada y el suspiro, la del abrazo de los amantes y la de Hamlet ante el cráneo, la voz del silencio y la del tumulto, loca sabiduría y cuerda locura, susurro de confidencia en la alcoba y oleaje de multitud en la plaza. Oír esa voz es oír al tiempo mismo, el tiempo que pasa y que, no obstante, regresa vuelto unas cuantas sílabas cristalinas.

Es la búsqueda del comienzo, otra vez y siempre. Dawes, nuevamente, con una visión crítica, acierta a resumir esta visión al mismo tiempo existencial, estética y política al referirse a las razones de la desilusión paciana:

¿Y la poesía? La poesía de esta generación neovanguardista se muestra cautelosa, irónica, prosaística y palpable, y emplea la yuxtaposición, la simultaneidad, el montaje, las imágenes visuales, los textos móviles, los versos sonoros para hallar esa “otra voz” que es la de la poesía “herética y cismática, poesía inocente y perversa, límpida y fangosa, aérea y subterránea, poesía de la ermita y del bar de la esquina, poesía al alcance de la mano y siempre de un más allá que está aquí mismo” (La otra voz, p. 131). Fruto de la modernidad (capitalista), la poesía es también su negación. Crítica reformista al final de cuentas, esta cosmovisión no se conforma con el estado de cosas, pero tampoco osa alzarse en su contra: halla su vía revolucionaria en el lenguaje.[3]



[1] Cf. Maria Ivonete Santos Silva, “La poética de convergencia de Octavio Paz”, en pp. 37-52, .
[2] G. Dawes, “Octavio Paz: el camino hacia la desilusión”, en Héctor Jaimes, coord., Octavio Paz: la dimensión estética del ensayo. México, Siglo XXI, 2004, pp. 241-242.
[3] Ibid., p. 247. Énfasis agregado.
 

 


0
COMENTARIOS

    Si quieres comentar o

 



 
 
ESTAS EN: - - - Centenario de Octavio Paz (IV): La otra voz, nueva defensa de la poesía
 
 
AUDIOS Audios
 
La década en resumen: teología, con José Hutter La década en resumen: teología, con José Hutter

La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.

 
Intervalos: Disfruten de la luz Intervalos: Disfruten de la luz

Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.

 
2020, año del Brexit 2020, año del Brexit

Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.

 
7 Días 1x08: Irak, aborto el LatAm y el evangelio en el trabajo 7 Días 1x08: Irak, aborto el LatAm y el evangelio en el trabajo

Analizamos las noticias más relevantes de la semana.

 
FOTOS Fotos
 
Min19: Infancia, familia e iglesias Min19: Infancia, familia e iglesias

Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.

 
X Encuentro de Literatura Cristiana X Encuentro de Literatura Cristiana

Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.

 
Idea2019, en fotos Idea2019, en fotos

Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.

 
VÍDEOS Vídeos
 
Héroes: un padre extraordinario Héroes: un padre extraordinario

José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.

 
Programa especial de Navidad en TVE Programa especial de Navidad en TVE

Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.

 
Primer Congreso sobre infancia y familia, primera ponencia Primer Congreso sobre infancia y familia, primera ponencia

Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.

 
 
Síguenos en Ivoox
Síguenos en YouTube y en Vimeo
 
 
RECOMENDACIONES
 
PATROCINADORES
 

 
AEE
PROTESTANTE DIGITAL FORMA PARTE DE LA: Alianza Evangélica Española
MIEMBRO DE: Evangelical European Alliance (EEA) y World Evangelical Alliance (WEA)
 

Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.