El pasado 5 de febrero, miércoles, la agencia de noticias e información por internet PROTESTANTE DIGITAL, que el año pasado tuvo cuatro millones de visitas a sus páginas, realizó un emotivo acto en los salones del Hotel Velázquez, de Madrid: la entrega del Premio Unamuno al ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón. No me extiendo en el desarrollo del evento porque ha sido ampliamente difundido en PROTESTANTE DIGITAL.
Mi motivación aquí es otra.
Entre los líderes evangélicos presentes en el acto estaba uno de los grandes, Pablo Martínez Vila. Cuando nos acercamos para hablar sentí una punzada en el corazón. Lo conozco desde que él era niño. Tenía las pupilas enrojecidas. Ha soportado catorce operaciones en los ojos, consecuencia del glaucoma que ha padecido desde sus años jóvenes.
Poseo trece biografías del apóstol San Pablo. La primera, de Meyer, me fue regalada, con una dedicatoria en letra menuda, por Matilde Tarquis el año 1952 en Santa Cruz de Tenerife.
De los trece autores, nueve afirman que como consecuencia de la ceguera temporal que el apóstol padeció en Damasco a raíz de la visión que lo derrumbó, sufrió de la vista el resto de sus días. Esto explicaría el texto de Gálatas 6:11: “mirad con cuán grandes letras os escribo de mí propia mano”.
Nuestro Pablo español sigue aquí la misma senda del dolor que mortificaba al Pablo hebreo. Catorce operaciones en órganos tan delicados como son los ojos rinden a cualquiera. A cualquiera que no sea él. Que no posea la fe en la Palabra inspirada que él tiene, la confianza sin fractura en Dios, la fuerza de voluntad que siempre ha demostrado.
El psiquiatra Enrique Rojas, autor de varios y buenos libros, dice que “una enfermedad es un reto que hemos de aprender a superar. Vivir con ella es difícil, pero depende de cómo nos adaptamos psicológicamente”.
Pablo Martínez se ha adaptado con firmeza, ha aceptado el reto, jamás se ha rendido.
He de decir que Martínez, licenciado en Medicina y especialista en Psiquiatría, es uno de los grandes valores que revisten de orgullo al protestantismo español hoy día. Conoce la Biblia al dedillo, le caracteriza una oratoria fluida, amena. Ha pronunciado conferencias en más de 25 países de Europa y la América hispana. Ha presidido los Grupos Bíblicos Universitarios y ostentado la Vicepresidencia de la Asociación Mundial de Médicos Cristianos. En España, no hay denominación evangélica que a la hora de programar actividades especiales no piense en invitar a Pablo Martínez. En el campo de la literatura ha escrito varios libros y muchos artículos, publicados en periódicos y revistas.
EL AGUIJÓN EN LA CARNE se compone de seis capítulos: El aguijón de Pablo y el nuestro. El aguijón duele. La aceptación del dolor. Cuando soy débil, entonces soy fuerte. Ángeles en mi camino. Recuperando la ilusión de vivir.
En la introducción al mismo, Martínez abre su corazón y escribe estos párrafos sinceros y emotivos: “No he escrito este libro desde la postura cómoda y teórica de la persona que apenas ha sido tocada por el zarpazo del dolor. Casi toda mi vida he luchado contra un duro aguijón. Una enfermedad en los ojos, glaucoma juvenil, me ha “abofeteado” desde que tenía dieciocho años. He sufrido catorce operaciones en los ojos. Las dificultades de visión, con todas sus consecuencias, me acompañan cada día. Aún hoy, al terminar este libro, la perspectiva de una nueva operación planea en mi horizonte. El aguijón sigue ahí. Sin embargo, al mirar mi vida a lo largo de los años, puedo discernir con claridad la fidelidad de Dios guiando y proveyendo en medio de la prueba. En Cristo, mi debilidad es su fuerza”.
Esas líneas constituyen el auténtico valor de la obra. Pablo Martínez no escribe desde la mesa de un estudio confortable, con ventanas abiertas al jardín, libros en las paredes y frente a un ordenador que facilita la información deseada. No. Las suyas son palabras que salen de entrañas heridas, ideas originadas en el dolor.
Por lo mismo conoce bien las alteraciones y anomalías de la persona que sufre, el sentimiento y las emociones que acompañan al dolor, las reacciones ante las penalidades. Y como cristiano ferviente y comprometido explica el sentido del sufrimiento desde la perspectiva bíblica. En manos de Dios, el aguijón deja de ser una maldición para convertirse en fuente de bendición. La acción de Dios en el sufrimiento contiene a la vez misterio y consuelo. Dios nos parece lejano y mudo. Pero su lejanía y su silencio son sólo aparentes. Al contemplar la vida como un tránsito hacia una “patria mejor” podemos estar gozosos en la esperanza y sufridos en la tribulación.
Este es el sentir y el lenguaje de Pablo Martínez.
Sufrir a manos llenas, sufrir a cada minuto, a cada instante, es el misterio de la existencia humana. ¿Cuándo nos abandonará? Cuando abandonemos esta tierra de dolores y entremos al lugar donde no habrá más llanto. Una vez nacidos somos los seres más desvalidos de la creación. Sin embargo, el Evangelio es una noticia de alegría. Jesús fue el varón de dolores porque había sido en la misma medida un pozo de alegría. Esta es la conclusión del último capítulo escrito por Pablo Martínez, “cuya vida guarde Dios muchos años”: “Con la encarnación y la muerte de Cristo, Dios le ha puesto fecha de caducidad al sufrimiento haciendo posible uno de los mayores deseos de la persona sufriente: “que esto acabe pronto”.
¡Qué bello libro! ¡Qué libro tan profundo! ¡Qué libro tan sincero y de tanta ayuda para quienes sufrimos por una u otra causa!
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