¿De qué habla un matrimonio compuesto por dos intelectuales en las largas y románticas tardes de la sin par Salamanca? ¿De amor? ¿De sexo? ¿De literatura? Me inclino por la última opción.
Porque él, Alfredo Pérez Alencart, es afamado poeta; ella, Jacqueline Alencar (aunque a los apellidos sólo separa una letra, no proceden de familias cercanas. Es capricho del destino, si el destino existe. Son marido y mujer, esposo y esposa, naranja entera y media naranja), una destacada periodista, especializada en artículos y entrevistas.
Como periodista, Jacqueline demuestra una sensibilidad extrema. Jamás he visto en sus trabajos una espina clavada en el corazón de sus personajes, ni una herida intencionada en la carne de sus entrevistados, ni un filo acero en el alma de quienes protagonizan sus trabajos. Si en la Salamanca de Unamuno hay una mujer sensible, una sola, se llama Jacqueline Alencar. Según el refrán castellano, “cuales palabras te dicen, tal corazón te ponen”. Las palabras de Jacqueline tienden alfombras de esperanza en corazones vacíos, corazones golpeados por el sufrimiento.
Su escritura está entretejida por el lenguaje de los sueños y por la realidad religiosa, evangélica, que vive a diario. Su talento en las letras lo ha puesto al servicio de la actuación social a favor de los necesitados, especialmente niños marginados de su natal y querido Perú.
Como mujer cristiana, Jacqueline Alencar sigue las estelas de los grandes personajes femeninos de la Biblia, mujeres que influyeron extraordinariamente en los destinos del pueblo y otras colaboraron con generosidad en el trabajo de los líderes de la Iglesia, cuidando con solicitud las necesidades de los desvalidos.
Hace siete años Jacqueline, junto a un grupo de mujeres de su misma ideología evangélica, iniciaron la publicación anual de una revista que titularon SEMBRADORAS. Entre estas mujeres figuran Lidia González, Elena Gil, Doris Alonso, Carmen Criado, Elide Tapia, Ana Llanos, Gloria Silva, Loida Paz, Elena G. Acevedo y Gloria Sánchez. La revista está dirigida por Jacqueline Alencar.
Cuando todo esto escribo acaba de aparecer el ejemplar de SEMBRADORAS correspondiente al pasado mes de diciembre. Tiene 76 páginas. Está dedicado casi íntegramente al análisis de la pastoral cristiana. En su columna editorial, la directora aclara: “Hemos considerado áreas donde todavía no se ejerce una pastoral como tal dentro de las iglesias, como la infantil, de los mayores o de los enfermos”.
Beatriz Garrido y Gloria Sánchez cubren la segunda página con sendos poemas. Mi querido y admirado Samuel Escobar, una de las plumas más brillantes del protestantismo hispano actual, escribe un lúcido artículo de siete páginas sobre “La pastoral en el Nuevo Testamento”. Rubén Lugilde, profesor de Geografía e Historia, trata el tema “Nuestro Pastor”. Su trabajo está bellamente ilustrado por el pintor Miguel Elías, quien también ilustra la portada con bellas imágenes.
Otra señora a cuyos pies he estado siempre arrodillado, la filóloga Asunción Quintana, compone tres páginas en torno a las “aportaciones femeninas más allá del ministerio pastoral”. Bonito y confidencial el trabajo de Lidia Martín, Máster en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid: “Secreto profesional, secreto confesional”. El misionero y literato inglés David Pritchard enfoca un tema algo descuidado en nuestras iglesias: la pastoral infantil. Aumentando algo los años, el canario presidente de la comisión de juventud de la Alianza Evangélica Española, Daniel Oval, trabaja un tema sobre la pastoral juvenil. El director de Doukonía, José María Segura, supera las generaciones de niños y jóvenes y se inclina por la pastoral entre mayores. ¿Qué significa mayor? ¿40 años, 60,80, cuando se nos puede llamar viejos?
Los problemas matrimoniales, a la orden del día en nuestra España cañí, enfrentada entre machismo y feminismo, son tratados en SEMBRADORAS por el catalán Josep Araguàs, licenciado en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona.
Niños, jóvenes, viejos, matrimonios, ahora la directora de la revista da un paso más, obligatorio, y encarga a Marcos Zapata, con un cuarto de página dedicada a su curriculum, el asunto de la pastoral en la familia. Zapata, además de otras muchas, muchísimas cosas, es autor de la Guía de Acción Pastoral contra la Violencia de Género. Le sigue nuestro Juan Simarro, licenciado en Filosofía y fundador de Misión Urbana. Escribe sobre lo suyo, pone el tesoro de sus conocimientos donde está su corazón, en la necesidad de una pastoral más comprometida con la obra social. En este número especial dedicado a la pastoral no se olvida a los enfermos. El tema lo desarrolla Orlando Enríquez, doctor en medicina y colaborador literario en varias publicaciones.
Llega el turno a Máximo García, escritor evangélico encuadrado en el grupo de los históricos, autor de muchos y muy buenos libros. Mi querido Máximo realiza un profundo análisis de la crisis económica y social que vive España desde una perspectiva protestante.
El tema de la inmigración lo trata admirablemente otro hombre a quien admiro, Julio Díaz, Rector y profesor de Historia en la Facultad Protestante de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España en Alcobendas (Madrid).
En ese desfile de hombres por las páginas de SEMBRADORAS llega otra mujer, Ester Martínez, licenciada en Psicología. Ester escribe sobre la hipotética incompatibilidad entre la psicología y la fe.
En la página 49 aparece el brillante psiquiatra que también receta a sus pacientes medicinas para el alma, Pablo Martínez, con un artículo de cuatro páginas dedicado a la búsqueda de la paz en las relaciones personales. Cierran el desfile de articulistas dos mujeres: Elisabeth Clark, licenciada en periodismo, pone título poético a su trabajo: “Volver a regalar el perfume más delicioso de la Historia”. Y la argentina, recientemente fallecida, que firma Gloria Q. de Morris (¿por qué el apellido de su esposo y no el suyo propio?) nos enfrenta con “el desafío del ministerio”.
La propia directora de SEMBRADORAS, Jacqueline Alencar, firma una entrevista de tres páginas a Ana María Huck, presidenta de la Unión de Mujeres Evangélicas de España y directora de la revista NOSOTRAS. En periodismo, la entrevista, diálogo entre quien pregunta y quien responde, es un género que pocos profesionales de la prensa cultivan con talento. Jacqueline lo hace como si este hubiera sido el trabajo de toda su vida. Selecciona cuidadosamente las preguntas, entra de lleno en la conversación, penetra en el interior de la persona, pero siempre con cuidado y respeto.
Las páginas restantes de SEMBRADORAS están dedicadas a noticias, profusamente ilustradas con oportunas fotografías en blanco y negro. En esta amplia sección destaca el emotivo recuerdo que Stuart Park dedica a la muerte de Araceli Sancho. Stuart es un intelectual “de cuerpo entero”, si se me permite este lenguaje de la calle. Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Cambridge y doctorado en Literatura Española por la Universidad de Philadelphia, en Estados Unidos, lleva muchos años instalado en España, interpretando y comunicando el Evangelio de Cristo a todo aquél que quiere prestarle atención.
Dos años atrás pregunté a Jacqueline Alencar: ¿por qué no publicas SEMBRADORAS tres o cuatro veces al año? Me contestó algo así: “material sobra, porque en el protestantismo español hay muchos y buenos escritores. Lo que faltan son euros. Cuesta mucho dinero sacar una revista como esta, y sin subvenciones”.
Incluso un ejemplar al año le lleva más dinero que el que puede desembolsar. Me dirijo a ti, directamente a ti que estás leyendo este artículo: ¿por qué no te desprendes de unos euros, sean pocos sean muchos, y ayudas a Jacqueline en este ministerio de la página impresa? Te doy su dirección de correo electrónico:
[email protected]. Si deseas el teléfono, no te será difícil conseguirlo.
Gracias y pásalo bien.
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