Queridos reyes Magos: en mi primera carta os decía que los cristianos hemos sido buenos en el año transcurrido; aunque debo deciros que alguien que me leyó, me espetó que lo decía con ironía ¡y es que hay gente que lee raro!; pero decía lo que decía, porque de pequeño me decían que así tenía que empezar la carta a los Reyes, que había sido bueno tanto en la casa como en la Escuela: Primero, la exposición de nuestro admirable comportamiento; luego, la larga lista de peticiones. Como lo primero ya lo hice, en esta y mi última carta, haré las demandas.
Os pido que sepamos ser valientes contra los violentos. Que entremos valerosos en una lucha: sólo la lucha no violenta de expandir el Evangelio de la Paz. Que nos levantemos los cristianos, los hombres y pueblos nobles, como quien va a la guerra, equipados y organizados –pues el mal sí bien se organiza‑ para ir a la Paz. Que sepamos denunciar las leyes falseadas e hipócritas como “los falsos derechos a decir” si queremos o no que una criatura viva, que impulsan a la guerra por ideologías, religiones vacías de Evangelio, patrias, bienestar o progreso, pues no hay más alta religión, progreso, ni patria que la Paz de Cristo.
Que sepamos convocar una huelga mundial en los trabajos y filosofías que alimentan la discriminación y la insensibilidad: ser hombres espirituales es más que ser simplemente ciudadanos del mundo. Si doce hombres sencillos pudieron cambiar la Historia ¿cómo no, la decisión sumada de los cristianos y otros hombres íntegros?
No hay proyecto más limpio que la Paz y la Gracia, mucho de todo lo demás son mentiras. Para ser humana, la Humanidad necesita poder espiritual y Paz: no gobernantes necios y endiosados; no a quienes se benefician de las tecnologías destructivas; no los que hacen su “modus vivendi” una profesión de ataque y muerte.
“Desde el Corazón”, creo que –por el hecho que os defino como magos‑ me estoy pasando en pediros tales cosas. Y no os pido un desarme fragmentario, como lo hacen ciertos políticos con boca pequeña, que quite la fiebre y deje el cáncer, sino un desarme general de todos los grupos terroristas, general y completo. Pues por mucho que los arsenales se reduzcan, los hombres, enemigos de los hombres, seguirán conservando su capacidad de desastre, avaricia y despotismo. Es necesario que la paz domine el corazón, para que no haya fuerza que obligue a usar las armas.
Leo que hay más de cincuenta millones de personas empleadas con plena dedicación a producir la guerra: ejércitos de desafío o resistencia, instructores paramilitares, científicos ominosos, obreros engañados. Se gasta más de dos mil cuatrocientos millones de Euros por minuto, bien que no sé si conocéis el valor del Euro y el tiempo de un minuto. Se empobrece más a los países más pobres, obligados a comprar armamento para no se sabe qué, si no es para costear más armamento. Los minerales y el petróleo, dados al hombre para su provecho, se utiliza para su destrucción en altos y tristes porcentajes. Y así yace una gran mayoría condenada a la miseria, la ignorancia, la sumisión, el paro, el pesimismo, la inseguridad, la rigidez de poderes que presumen de ser democráticos, pero son tiranos de guante blanco.
Que los sabios se esfuercen en desarrollar los valores eternos, en donde se encuentran fórmulas de unión y trabajo. Que se eduque a los hijos en la compasión, la concordia y en la ética de los Evangelios, en lugar de en el egoísmo, la agresión y el todo vale si es placentero y funciona. Que los medios de comunicación no usen su poder en ridiculizar la fe, las virtudes y en aterrarnos más. Que los creadores hagan su obra con generosidad y euforia. Que los pueblos nos miremos unos a otros con emulación y sin enemistad. Que las minorías se sientan protegidas y orgullosas y que la Humanidad se sienta conforme de sentir que no todos sus miembros son iguales, valorando la hermosa diversidad.
“Desde el Corazón” releo mis peticiones y pienso que diréis: ¡Uy, es imposible lo que nos pides! pero pienso que si hacéis un referéndum a la Humanidad entera, descubriréis que es lo que ansían no solamente los cristianos sino las multitudes de limpio corazón. Del mismo modo que no os dejasteis engañar por el tirano Herodes, no os dejéis engañar por lo que proclamen los poderosos, que hablan en voz más alta. Vosotros que supisteis ver a Dios en un pequeño bebé, comprenderéis el anhelo de los creyentes, la flor del mundo en este establo. ¡Espero que os portéis bien! pues todos los que trabajamos por la paz, tenemos derecho a llamarnos hijos de Dios.
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