SEIS POETAS EN TORNO A LA NAVIDAD
Traduzco a dos poetas lusitanos que mucho aprecio (Martins y Barroso), incorporo a una venezolana (Wolf) que recuerda la Navidad de sus años de infancia. Acopio un soneto del colombiano Londoño, fallecido en 1936. Y dejo conocer algo de un excelente poeta mexicano (Adiel) del que poco, muy poco se sabe. También un texto de su paisano, Torres Rechy, que en Salamanca ha madurado hasta hacerse poeta-poeta: por eso inicio con él esta última selección de poemas navideños. Los hay para todos los gustos, de corte clásico o de impronta un tanto críptica; líricos o cuasi narrativos, de alabanza, de cierta distancia, de esperanza, de Gratitud…
La Poesía es la palabra decantada que más alcanza a Dios y a su Misterio. Y es que el verso sabe del Verbo más que ningún otro lenguaje plagado de prosaísmos y obviedades, por muy académico y/o rebuscado que pretenda ser.
NAVIDAD
Estoy sentado al comedor de mi salón
y lanzo la mirada por la ventana. Veo un castillo cubierto
por el manto de la luz. Suena un canto
que viene de no sé dónde, ¿del jardín?, ¿de alguna cálida alcoba?:
María arrulla a su Niño y arde el corazón de José,
con el calor de la nieve blanca. Ahí está el castillo
con sus mil torres y atalayas, esbelto como cuerpo de niño,
alto como sol de piedra dorada. Los pastorcicos
llevan leche y miel, retozan entre la hierba como cabras.
En sus pechos también nació el Niño
y no saben que por eso entonan
las canciones del bosque de su infancia.
Una niña corre con la noche en sus hombros:
las estrellas saltan y desaparecen
como luciérnagas plateadas. Las bestias del campo andan
con su lento movimiento de campanas,
suenan cascabeles y brilla el alto y profundo cielo.
Dos jóvenes se aman.
Niño, Niño, Pequeñico, ¿en qué pecho mora el día?,
¿en qué oscuridad has nacido?,
¿desde qué llanto y silencio nos hablas?
Niño, Niño, Pequeñico, ¿qué labios tienen el color de fresas y granadas?
¿por qué vuelan mil palomas en tus ojos?
¿por qué saben tus amores a manzana?
Niño, Niño, Pequeñico, ¿por qué en tus brazos hay mares?
¿por qué en tu cuello hay pilares?
¿por qué en tu sonrisa duermen jirafas?
Niño, Niño, Pequeñico, ¿cómo hiciste los planetas?
¿cómo aprendiste todas las lenguas?,
¿cómo hiciste el arpa y sus cuerdas?
Eres la piedra más bella de mi librero,
el bolígrafo más fino de mis arenas,
el sabor más sabroso de mi cena.
Gracias por haber venido y por haberte hecho
boda ardiente de palabras.
Niño, Niño, Niño.
Juan Ángel Torres Rechy(México)
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NAVIDAD
Vino para los hombres la paz de las alturas,
y en el mezquino establo, corona de un alcor,
tras angustiosa noche de maternas torturas,
Jesús cayó en la tierra, débil como una flor.
Música de las cosas alegó las oscuras
bóvedas del pesebre, y en un himno de amor
adoraron al niño las humildes criaturas:
un asno con su aliento, con su flauta un pastor.
Después, los adivinos de comarcas remotas
ofrendáronle mirra, y en sus lenguas ignotas
al pequeño llamaron Príncipe de Salem.
Mientras en el Oriente con pestañeos vagos
dulcemente brillaba la estrella de los Magos,
los corderos miraban hacia Jerusalén.
Víctor Manuel Londoño(Colombia)
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NAVIDAD, O TAL VEZ NO
Habrá siempre una campana,
habrá siempre una señal,
habrá siempre un niño
recordando que es Navidad.
Habrá siempre un rincón,
una chimenea encendida,
y en lugar del llanto
habrá pan en la mesa.
Y habrá una noche
en que el sol, una estrella
florecerán para siempre
en nuestra ventana.
Diciembre de 2006
Albano Martíns(Portugal)
Traducción de A. P. Alencart
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BREVE TU CUERPO...
Breve tu cuerpo.
Mínima tu voz.
Minúsculo el clavel de tu sonrisa.
Sin medida tu amor.
Copo, capullo.
Diminuto sol.
Todo es diminuto en tu desvalimiento.
Sólo es grande tu amor.
Mermada tu grandeza.
Parva tu perfección.
Finita tu inmensidad inabarcable.
Infinito tu amor.
Humano, leve
tu corazón,
sólo una cosa excede tus alcances.
Tu amor.
Antonio Novelo Adiel(México)
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POEMA DE NAVIDAD
Los pensamientos saltan las montañas, la oscuridad
y el silencio.
En las manos, surcadas de violetas y de pájaros, hay barcos
y espumas que se alejan,
caballos, liras y guirnaldas que siguen la luna blanca
de montañas y de renos.
En el humus fecundo de la tierra
las horas se vuelven antiguas, celebrando las manos.
el invierno, el solsticio
en arpas marinas, corolas, cristales, lechos de retamas.
Un cántico de Navidad resuena.
La negra sangre de los bosques despliega la flor del ámbar,
los ojos abiertos a la vida resumen el lugar,
posibilidad, respiración,
raíz secreta que se abre al esplendor de los astros pajizos,
las manos hacia lo Eterno,
el cielo y la púrpura espejeando en las laderas y el sol,
en su fulgor de palabras inconexas, música primordial
expandida en la noche
que se desprende de sus tálamos de estrellas.
Maria do Sameiro Barroso(Portugal)
Traducción de A. P. Alencart
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TÚ ERAS TODOS ELLOS
En las tardes
podíamos contar y contar las flores.
Eran cien, quinientas, diez mil,
no lo sé, yo sólo sabía contar hasta cien.
Me asomaba al portal
en las tardes
a ver pasar los juegos con sus niños,
al heladero con su carrito de nieve,
al jardinero con las botas de hule.
Tú eras todos ellos.
Carmen Cristina Wolf(Venezuela)
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