Ha sido conmovedor ver el impacto global de la muerte de Nelson Mandela y el hecho de que más de 100 Jefes de estado en actividad o en retiro se congregaron para sus funerales. Es notable como quien fue arquitecto de un difícil proceso de reconciliación en su país, en su muerte ha conseguido convocar a personalidades de lo más diversas y aun opuestas. En algunos casos se han dado gestos simbólicos como ese apretón de manos, visto por millones de personas alrededor del mundo, entre el Presidente Barack Obama de Estados Unidos y el Presidente Raúl Castro de Cuba.
Algunos de los lectores de
mi artículo publicado por Protestante Digital el 5 de diciembre comentaron mi afirmación de que “Mandela no es cristiano ni se convirtió a la fe cristiana”, señalándome que según él mismo afirma en su autobiografía había sido educado como Metodista. He de pedir disculpas a mis lectores por lo rotundo de mi afirmación y por el hecho de que estaba equivocado. Agradezco a quienes me enviaron -comentarios al respecto, en particular a Benjamín Bravo de Lima, Perú y Stuart Park de Valladolid. Trataré ahora de aclarar las cosas.
En su autobiografía El largo camino hacia la libertad Mandela evoca su niñez en la aldea de Quna, donde será enterrado este domingo 15 de diciembre. Recuerda a su padre que fue sacerdote de la tribu Xhosa, y a los hermanos Mbekela que eran de otra tribu y cristianos militantes
.“Si bien la fe de los hermanos Mbekela no afectó a mi padre, – nos dice - si inspiró a mi madre que se convirtió al cristianismo. Fanny era literalmente su nombre cristiano que se lo habían puesto en la iglesia. Debido a la influencia de los Mbekela yo mismo fui bautizado en la iglesia metodista o wesleyana, como entonces se la conocía, y enviado al colegio.”
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De la educación metodista de Mandela se ha hecho eco en estos días el Consejo Metodista Mundial, cuyo Secretario Ivan Abrahams recuerda: "Como Iglesia hemos tenido el privilegio de estar asociado con Madiba desde los primeros días de su vida en que fue educado, primero en Clarkebury y luego en Healdtown, instituciones educativas metodistas en el Cabo Oriental, las cuales fueron influencias importantes en su vida.” Por su parte Ziphozihle Siwa, Obispo Presidente de la Iglesia Metodista de África del Sur ha manifestado
"Madiba se mantuvo como metodista comprometido a lo largo de su vida. Los miles de elogios de todos los ámbitos de la vida que recibió incluyen el Premio Mundial Metodista de la Paz (2000), el más alto honor que puede ser otorgado por la familia metodista en todo el mundo ."2
El Paíspublicó el 8 de este mes un discurso memorable de Mandela pronunciado el 20 de abril de 1964 ante el Tribunal Supremo de Pretoria, en el cual explicaba por qué había recurrido a la violencia para combatir el racismo. Fue la oportunidad en que lo condenaron a cadena perpetua. En este discurso Mandela toma distancia del Partido Comunista y explica la posición de su organización, el Congreso Nacional Africano (ANC): “El Partido Comunista hace hincapié en la diferencia de clases, mientras que el ANC pretende que convivan en armonía. Esta es una distinción esencial. Es cierto que a menudo ha habido una cooperación estrecha entre el ANC y el Partido Comunista. Pero esta cooperación es simplemente la prueba de que hay un objetivo común – la abolición de la supremacía blanca, en este caso – y no demuestra una coincidencia completa de nuestros intereses.”
Explicando sus ideales dice luego “Siempre me he considerado en primer lugar un patriota africano… Todos aceptamos la necesidad de que exista una cierta forma de socialismo para permitir que nuestro pueblo alcance a los países avanzados y supere su legado de extrema pobreza. Pero esto no significa que seamos marxistas…
Básicamente luchamos contra dos elementos que caracterizan la vida en Sudáfrica y que están reforzados por la legislación. Estos elementos son la pobreza y la falta de dignidad humana y no necesitamos a los comunistas o a los llamados ‘agitadores’ para enseñarnos algo sobre estas cosas.”3
Este discurso de Mandela culmina con unas frases conmovedoras: “He luchado contra la dominación de los blancos, y he luchado contra la dominación de los negros. He anhelado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero lograr. Pero si es necesario es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.”
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A propósito de esta frase final de Mandela, encuentro muy acertado el comentario del filósofo iraní Ramin Jahanbegloo, profesor en la Universidad de Toronto en Canadá, quien nos recuerda la famosa frase de Martin Luther King: “Si un hombre no ha descubierto nada por lo que esté dispuesto a morir, no merece vivir.”
Observando que ahora Mandela “pertenece al mundo” destaca: “Sus principios de reconciliación y justicia no retributiva son una gran fuente de inspiración para los activistas de los derechos humanos y de la libertad en todo el mundo.” Para este filósofo iraní “Mandela sabía que para que el perdón significara algo, las víctimas y los culpables debían encontrar un lenguaje común y una idea común de futuro. Para construir ese lenguaje mezcló la tradición africana del Ubunto, la ‘humanidad hacia otros’, con el arte de la política.”
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Lo que encuentro importante y digno de destacar, es que ni en el discurso que he citado, ni en otros de sus escritos o discursos, Mandela utiliza vocabulario bíblico o categorías cristianas. Un poco de historia nos ayuda a comprender las posibles razones. En su libro
2000 años de cristianismo en África, el misionero suizo John Baur, historiador y misionólogo, nos ofrece un apretado resumen del papel de las iglesias en la historia del apartheid. Hendrick Verwoerd el arquitecto del apartheid o “desarrollo separado” fue hijo de un misionero reformado holandés. Dice Baur: “Originariamente la iglesia holandesa reformada veía el bautismo como una eliminación de las diferencias sociales y raciales, uniendo a todos los hijos de Dios en la mesa del Señor; pero por motivos de una mejor adaptación a la cultura africana, sobre todo lingüística, los misioneros holandeses reformados optaron por congregaciones separadas que condujeron así a las ‘Iglesias hijas’ separadas.”
6Esta idea de iglesias separadas para blancos y para negros fue adoptada también por otras denominaciones, inclusive por misioneros británicos que defendían los derechos de los africanos. “Así se originaron las iglesias bantú reformadas (presbiteriana, evangélica y congregacional) hacia 1920. De este modo la Iglesia de Cristo, en vez de ser un puente para la unión entre las razas, se convirtió en un borrador para la política nacionalista de desarrollo separado.”7
La teología de
la Iglesia Reformada Holandesa era Calvinista. Ese calvinismo en niveles populares recurría a interpretaciones curiosas de la llamada “maldición de Cam” para justificar el estado oprimido en que vivían los negros africanos, y a la idea de “pueblo escogido” para ser bendecido por Dios, aplicada a la posición de privilegio de los blancos Afrikaners. En un nivel más sofisticado, los sínodos de la Iglesia Reformada Holandesa en 1966 y 1974 justificaron el apartheid basándose en la proto-historia de Génesis capítulos 1 a 11, la diversidad étnica y la necesidad de un desarrollo separado, pero agregaban “en justicia y santidad”. El misionólogo africano David Bosch, quien fue él mismo Reformado y afrikaner explicaba: “La mayoría de los primitivos Afrikaners eran poco sofisticados y apenas si sabían leer. La Biblia fue con frecuencia el único libro que tenían y tendían a interpretarla literalmente no sólo como palabra revelada de Dios sino también como fuente final de todo conocimiento…pero el fundamentalismo religioso no es lo mismo que el Calvinismo.”
8Bosch fue uno de los varios teólogos calvinistas afrikaners que se opusieron al discurso religioso con el cual se justificaba el apartheid. Por otra parte
los calvinistas de otras partes del mundo expresaron muchas veces y de muchas maneras su crítica a la iglesia calvinista sudafricana.
En las décadas posteriores al año 1940 la emigración del campo a la ciudad y la revolución industrial acentuaron las consecuencias nefastas de la injusticia básica del sistema. Dice Baur: “Hechos como la asignación del 13 por ciento de las tierras al 80% de la población sólo pueden explicarse como una egoísta preservación del bienestar de la nación Afrikaner a costa de la gran mayoría de los demás sudafricanos. Además la legalización y obligatoriedad de su ciudadanía de tercera clase era una flagrante violación de su dignidad humana y una mascarada de la fraternidad cristiana”.
9A pesar de que hubo expresiones individuales en contra de la injusticia, sin embargo, los sudafricanos de diversas iglesias en los hechos, se acostumbraron a vivir con ella.
Baur señala que el caso de los católicos, en materia de educación, por ejemplo, “La distribución de los recursos de la iglesia olía a discriminación racial: el 70 por ciento iba a las escuelas blancas, y el 30 por ciento a las negras (la proporción del gobierno era de 90 por ciento a 10 por ciento).”
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Cuando en 1912 se fundó el ANC, partido en el que militaría Mandela, hubo líderes cristianos negros como C.K.Mathews y Albert Luthuli que optaron por el camino de la paciencia y el diálogo con los gobernantes en busca de justicia. Se encontraron con un muro de indiferencia y una negativa rotunda a ser escuchados.
Esto ayuda a entender porque, como dice Baur,
“el creciente sentimiento de traición por parte de sus iglesias hizo a la joven generación de líderes como Nelson Mandela y Oliver Tambo, basar sus políticas en otros principios. No obstante durante los largos años de procesos emergió algo así como una ‘Iglesia Negra’, una solidaridad negrocristiana, que se extendía a todas las denominaciones y confiaba en el Evangelio de Cristo como poder liberador de Dios para blancos y negros por igual. De Gruchy concluye diciendo que ‘en el centro de la lucha que las iglesias mantuvieron en la historia de Suráfrica está la lucha de la Iglesia negra para demostrar a sus hermanos negros que el cristianismo no es el opio del pueblo, sino la esperanza del futuro’.”
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La hazaña de Mandela sólo se puede entender en el contexto de una larga historia de lucha y sufrimiento. En su artículo en
El Paísdel 7 de diciembre
el Arzobispo anglicano negro Desmond Tutu señala las muchas muestras de grandeza que dio Mandela después de que salió de la cárcel, e insiste en que su paso por la cárcel fue crucial. “Yo sostengo - escribe Tutu – que el tiempo que pasó en la cárcel fue necesario porque cuando lo encarcelaron estaba enfadado. Era relativamente joven y había sufrido una injusticia: no era un hombre de estado dispuesto a perdonar: era el comandante en jefe del brazo armado del partido que estaba dispuesto a usar la violencia. Ese tiempo en la cárcel fue absolutamente crucial. Claro está que el sufrimiento amarga a algunas personas pero ennoblece a otras. La cárcel se convirtió en un crisol en el que se quemó y eliminó la escoria. La gente nunca pudo decirle ´Lo que usted dice sobre el perdón es pura palabrería’…Esos 27 años le invistieron de autoridad para poder decirnos que intentásemos perdonar.”
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Esa transformación de Mandela que ha conmovido a tantos, fue acompañada de un proceso de transformación de la propia sociedad surafricana. Baur nos recuerda que “La conciencia negra erupcionó como un volcán en el alzamiento de Soweto, el 16 de junio de 1976, y de allí se extendió a todo el país. La protesta original iba dirigida contra la lengua afrikaans, que era la usada para las pruebas en las escuelas superiores. Más tarde se convirtió en una protesta general contra el
apartheiden la que murieron cientos de niños, y Steve Biko, la gran esperanza de África, fue torturado hasta la muerte en la prisión.
Fueron los mártires de un sistema que, en nombre del cristianismo, oprimía a toda una nación. Después de Soweto los negros empezaron a hablar abiertamente de los blancos como sus opresores. El gobierno intensificó sus medidas dictatoriales, convirtiendo a Sudáfrica en un estado policial.”
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En la década de los 80 un número creciente de teólogos y pastores, blancos y negros, fueron articulando una crítica cristiana del apartheid en expresiones como el Documento Kairósde 1985 y El camino de Damascode 1989. La propia carrera de Desmond Tutu, pastor anglicano negro que vivía en Soweto, es indicativa de un proceso de toma de conciencia. Fue Premio Nobel de la Paz en 1984, llegó a ser Obispo de Johannesburgo en 1985 y Arzobispo de El Cabo en 1986.
Con innegable perspectiva histórica Baur sostiene que “Si el cambio en Suráfrica dependía de una sola persona, esta fue Gorbachov, que al poner fin a la guerra fría destruyó los argumentos de Verwoeerd que aseguraba estar defendiendo al Occidente cristiano del comunismo sin Dios. No obstante no se puede negar que fueron los esfuerzos concertados y las presiones internas y externas, políticas y religiosas, económicas y militares los que en 1989 llevaron al gobierno de De Klerk a la conclusión de que tenía que desmantelar el apartheid. La puesta en libertad de Nelson Mandela en febrero de 1990 inauguró una nueva era, una era de esperanza.”
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Como cristiano evangélico, afincado en España, no me resulta fácil intentar sacar algunas conclusiones de la reflexión sobre la historia de Mandela ligada a procesos sociales en los cuales el perdón, la reconciliación, la justicia y la memoria histórica han sido valores claves. El Presidente Rajoy en sus palabras en el funeral de Mandela usó la palabra “concordia”, un término que ha usado con frecuencia en estas últimas semanas refiriéndose a la actitud que corresponde en la sociedad española de hoy.
Lo que me pregunto con tristeza es qué hizo el catolicismo mayoritario en pro de la concordia en España después del holocausto de 1936-1939. Con la retórica anti-comunista proveyó una ideología pretendidamente cristiana al régimen que siguió a la guerra civil. ¿Se ha visto un arrepentimiento, un cambio profundo de actitud respecto a la justicia y la igualdad? Quizás algo así haría falta para que llegase esa concordia de la que habla el Presidente. No cabe duda que por nuestra parte también tenemos un desafío teológico y pastoral los protestantes en la España de hoy.
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