Les pongo algunas reflexiones sobre un documento que dicta el nuevo papa para su Iglesia. Estoy en otra (recuerden que nos encontramos en la Sevilla del XVI, y desde ahí tomamos nuestra palabra para hoy; es de hoy, pero viva con su Historia), en la de Pedro, en la de María, en otra. Es, por tanto, un documento que tenemos solo como ejemplo de la naturaleza y actividades de la que se llevó la figura de nuestro Pedro y la convirtieron en pastor del rebaño que Cristo no pastorea; de la que se llevó la figura de nuestra María, fidelísima hermana, y la convirtieron en cómplice del que a su hijo vendió por dinero. Y el rey de esa Iglesia propone una nueva evangelización.
La Iglesia de los redimidos, la católica, puede caer en el engaño de estos “otros” evangelios, y por eso conviene descubrir su naturaleza. Por eso les escribo esto, para que todos estemos despiertos y protestantes.
La “Exhortación apostólica evangelii gaudium” es algo para la Iglesia romana.Sin duda que ya habrán leído sus páginas los banqueros, financieros, globalizadores mercantiles, grupos internos, etc., de eucaristía periódica, procesión y velo.
Y ya estarán cambiando sus planes y devolviendo dineros robados, y deshaciendo leyes injustas. Ya lo veremos pronto en nuestro país. Pues el documento, con abundante verborrea de frases hechas de oenegé social, (que parece que lo escribe uno que pasaba por allí, sin que las estructuras de su reino tenga nada que ver en la injustica actual; ¿dónde habrán estudiado muchos de esos adoradores del becerro de oro?, ¿dónde muchos políticos de opresión globalizada?...) cuando declara, por ejemplo, que “en el vigente modelo ‘exitista’ y ‘privatista’ no parece tener sentido invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino en la vida” (209), será de inmediato obedecido por los propios de nuestro Gobierno y modificarán su política educativa. Claro que sí, ya verán.
O eso tan irritante de que “los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países –en sus gobiernos, empresarios e instituciones– cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes” (60). A ver,
que empiecen en su reino; más todavía, que retrocedan y limpien, que limpien su historia de corrupción y devuelvan lo robado (¿se acuerdan de la falsa donación de Constantino, y de los manejos de las poderosas familias para llegar al trono papal?);
que limpien, y nos quedamos sin papado. La iglesia católica, el cristianismo, puede y debe reformarse (además, ésa es su condición y su Historia); el papado no. Su única “reforma” posible es su desaparición.
Este documento, igual que otros del papado, incluye declaraciones que, separadas y leídas sueltas, son correctas. Incluso cuando hacen explicaciones de textos bíblicos. El problema es dónde se incluyen esas declaraciones y quién las dice.Porque luego todo queda subsumido en la estructura jerárquica. Te pueden declarar todos los pormenores y excelencias de, por ejemplo, la Iglesia cristiana, y citar muchos textos bíblicos; muy bien, pero luego te dicen que esa Iglesia es la romana, con su estructura papal.
No se trata de que “el confesionario no debe ser una sala de tortura sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible” (44), es que no debe haber confesionario. No se trata de “a menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores” (47), se trata de que una gracia que es administrada o “facilitada” no es gracia. Etcétera.
Que la hinchazón de frases y palabras no oculte la naturaleza del discurso.Quiere el papa, un papa jesuita, “dirigirse a los fieles cristianos [luego concreta que es a los suyos] para invitarlos a una nueva evangelización… e indicar caminos para la marcha de la Iglesia [ya se ha dicho qué iglesia] en los próximos años” (1). La naturaleza de ese evangelio es
dejarse salvar por Cristo. O al menos “tomar la decisión de dejarse encontrar por Él” (3). Esta es la esencia; todo lo demás es relleno, adaptación a la nueva situación, pero ése es
su evangelio.
En el documento se trata de que esta nueva etapa se haga con alegría. Que
ese evangelio se anuncie con alegría.
Ese es el evangelio de Trento, de un jesuita de Trento. Predíquese, pues, el evangelio que se define contra la Reforma, pero hágase con alegría. “Cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora” (8).
(Cualquier evangélico que no vea en esto un problema, no verá en la Iglesia romana un problema, lo cual es cada vez más común; entonces tenemos un problema.)
Su exhortación se inserta dentro del marco de “la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema
La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.” (14) Esta asamblea es de octubre de 2012, y propuso tres ámbitos de actuación, que se siguen en este documento; advirtiendo que “la Iglesia no crece por proselitismo sino por ‘atracción’” (14) (¿lo han oído bien los grupos evangélicos, especialmente los latinos? Pues “hay un cierto éxodo hacia otras comunidades de fe”. (70) Vaya,
que se están yendo; nueva evangelización, que no se escapen, que los perdemos.
“Dentro de ese marco, y en base a la doctrina de la Constitución dogmática
Lumen gentium” se presentan las cuestiones del documento (17). Habrá que ver qué dice ese documento para leer bien éste. Ese documento dogmático del Vaticano II, base de lo que esta exhortación propone, afirma que “la obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la misa”.
Que el relleno de verborrea mediática no quite esta esencia. Esa Constitución dogmática del reino del papa también dice que “en este cuerpo [místico], la vida de Cristo se comunica a los creyentes… por los sacramentos, de modo arcano pero real”.Que no se olvide. Sigue, “esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, si bien fuera de su estructura se encuentran muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica”.
Esta “Iglesia” a la que todo tiende, tiende a acapararlo todo. “El único Mediador y camino de salvación es Cristo, quien se hace presente a todos nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia”. Por supuesto, ya saben
qué Iglesia. Pertenecen a este cuerpo los que “aceptan la totalidad de su organización y todos los medios de salvación establecidos en ella… el cual la rige mediante el Sumo Pontífice y los Obispos”.
Sigue. “Porque el Romano Pontífice tiene sobre la Iglesia, en virtud de su cargo, es decir, como Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, plena, suprema y universal potestad, que puede siempre ejercer libremente”. Que no se olvide quien es el autor del documento. “Los fieles… deben adherirse [al Obispo] con religioso respeto. Este obsequio religioso de la voluntad y del entendimiento de modo particular ha de ser prestado al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable
ex cathedra”.
Que sus súbditos le entreguen su voluntad y entendimiento; los demás, conviene que no lo olviden cuando citan alguna frase mediática del documento.
Una cita más del documento dogmático del Vaticano II, que según el papa le ha servido de base para el suyo. “Mientras la Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección, en virtud de la cual no tiene ni mancha ni arruga (Ef 5,26), los otros fieles luchan todavía por crecer en santidad”. De manera que
su Iglesia ha alcanzado la perfección en
su María; el resto va de camino. (No dice nada de eso el texto de Efesios que citan, pero lo citan.)
Menciono esta última cuestión porque
el papa coloca como tercer puntal sobre el que sostener su nueva evangelización con alegría, precisamente a su María. “Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización” (284). Esto no es extraño en un jesuita, con ella nacen.
Lo extraño es que produzca extrañeza el documento; es un discurso jesuita.Los modos usados para explicar son suyos. Queda claro que la nueva evangelización, “gozosa”, no es otra que la que sale del modelo jesuita, precisamente frente a otros modelos de grupos papales. Discernimiento, conversión, misión, horizonte. Incluso la recurrente
acedia se explica desde su perspectiva (81-83). La “caída del fervor” por “una crisis de identidad” (78), que lleva a “un círculo vicioso, porque así no son felices con lo que son y con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora, y esto debilita la entrega” (79).
Esto es simple y puro jesuitismo, esa felicidad como signo, la que tuvo, sobre todos, Ignacio. Esa “conversión” que se produce en el pecador cuando, con su voluntad y sentimientos, se
deja salvar, se
deja elegir por Dios. Cuando
su María los coloca en esa misma actitud de
su Cristo, al que se los ha dado como
compañeros. Cuando se alcanza la
gozosa obediencia al Vicario en el servicio total a la Esposa, la Iglesia jerárquica. “¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos!” (264). Esto es jesuitismo.
Este documento es una crítica profunda al papa, al anterior. Precisamente lo que se plantea es que no se puede caer en la acedia, en el desapego, en la falta de horizonte gozoso, excusando esa pereza (la acedia era el demonio temido por los monjes) en que la obra es demasiado grande, o en la falta de salud o fuerzas, pues siempre se recibirán nuevas en el hacer la voluntad de Dios. La falta de adecuada evangelización de su Iglesia queda, pues, identificada con el abandono de su deber del anterior papa. Esto no se dice así, claro está; pero está.
Y como ya estamos al final,
terminamos con su María. Dice el papa, citando el Documento de Aparecida, que “el caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador” (124). Y a su María “le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo” (288).
Cada uno confía en su roca.
La semana próxima, d. v., todavía con el referente de este documento papal, hablamos de María.
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