Empecemos por lo prosaico. En 1944 el evangélico Alberto Franco Díaz, reconocido periodista argentino, publicó un pequeño volumen titulado “Historia de Peregrinos” (Ed. La Aurora, Buenos Aires). Entre los varios personajes a quienes dedica una semblanza está Toyohiko Kagawa (1888-1969).
Transcribamos su interesante inicio: “En1927 las tres religiones más grandes del Japón: el Shintoismo, el Budismo y el Cristianismo, se reunieron en una Conferencia Nacional Religiosa. La imponente asamblea tenía el apoyo de los líderes principales de las tres religiones. Su aspecto era magnífico. Los sacerdotes shintoístas, en sus trajes talares, adornados con brocados de oro; los sacerdotes budistas con sus vestiduras ricamente adornadas y los pastores cristianos severamente vestidos de negro le daban el aspecto de un solemne parlamento religioso. Repentinamente se levantó entre ellos un hombre que llevaba el humilde traje de obrero y con palabras ardientes y relampagueantes lanzó un tremendo desafío al cónclave augusto. Les habló de la gente hacinada en las míseras casuchas de los barrios bajos, hambrientas, desnudas, desamparadas, corroídas por los vicios y por la miseria.
‘Vosotros, Budistas —les dijo—, leed otra vez vuestros libros sagrados...’ Vosotros, shintoístas, si no podéis asir la visión que impele al servicio de los débiles y de los miserables, qué valor tienen vuestros rituales? ‘Vosotros, cristianos, avergonzaos de haber levantado templos enormes y costosos, y de haber fracasado en seguir los pasos del Hombre que nació en un pesebre y fue sepultado en un sepulcro que no era el suyo’. El auditorio escuchó sus palabras atrevidas con un murmullo creciente de desaprobación. Sesionó el comité ejecutivo; se reunió la conferencia en pleno, y el profeta perturbador fue expulsado. Aquel hombrecillo, que vestía ropas de obrero, era Toyohiko Kagawa” (pp.23-24).
Y sigue, hasta la página 30, su aproximación a la vida y obra de un protestante que protestaba con acento profético y que, por su entrega a los más desprotegidos, era respetado por gentes de las más diversas creencias e ideologías. Franco Díaz toma como fuente informativa el libro de William Axling, “Toyohiko Kagawa, un gran profeta japonés” (Ediciones Alba, México, 1939).
DOS NUEVAS PERLAS POÉTICAS
Los versos de Kagawa llegaron desde “En comunión con lo Eterno” (Cupsa, México, 1975), una antología publicada por el también poeta Francisco E. Estrello. En ella, en sus páginas 18-19, está el poema “Descubrimiento”, traducido por el reconocido Gonzalo Báez-Camargo. El poema “En el corazón de mi corazón”, lo encontré en otra búsqueda.
DESCUBRIMIENTO
Yo no puedo inventar
Cosas nuevas y raras,
Cual los raudos aviones
Que tienden al aire
Sus alas de plata;
Mas hoy, en el alba,
Un maravilloso
Pensamiento me fue concedido,
Y las franjas lustrosas
Por el uso continuo,
De mis ropas,
Se hicieron de pronto
Brillantes y hermosas
Con la luz, una luz que bajaba
De las altas ventanas del cielo.
¡Una luz con destellos
De bronce, de oro, de plata!
Y era éste
Aquel pensamiento:
Que oculto en mi mano
Hay un plan secreto;
Que mi mano es muy grande,
Muy grande,
En virtud de este plan admirable.
¡Que Dios, que mora en mi mano,
Conoce este plan ignorado
De lo mucho
Que Él hará por el mundo
Usando mi mano!
EN EL CORAZÓN DE MI CORAZÓN
Tú que en el mismo corazón
De mi amoroso corazón habitas
Ye esta confesión;
Debes saberlo:
Yo soy hijo del dolor;
Para contar mis penas
No me bastan los dedos.
Todo me entregas Tú,
Amante;
Mas yo,
Pobre que soy,
Nada tengo que darte.
Sabes
Que has contraído nupcias
Con la pobreza y con la angustia;
Conmigo sobrellévalas,
Que ya mañana
Habrá pasado la tormenta.
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