Pidió quedarse con esa carta y su deseo fue cumplido. Pocos días antes de su muerte física le hicimos llegar una misiva a don Gonzalo Báez-Camargo.
Su hijo Victoriano me comunicaría que el escrito le fue leído y que don Gonzalo le dijo que se lo dejaran entre sus ropas, cerca del corazón.
En días pasados, al revisar cajas atiborradas de papeles con el fin de poner algún orden dentro de ellas, hallé una copia de la carta que el 27 de agosto de 1983 le remitimos a don Gonzalo algunos de los integrantes más jóvenes del Círculo de Estudios Bíblicos (CEB) que él dirigía.
Pocos días después, el 31 de agosto, tuvo lugar su deceso. A mí me correspondió leer públicamente la carta, en la funeraria donde estuvo su cuerpo, lugar en el que se dieron cita familiares, amigos, hermanos y hermanas en la fe, integrantes del CEB y lectores de sus artículos periodísticos en
Excélsior y de sus libros.
Nos reunimos para rendir un emocionado reconocimiento al gran intelectual evangélico que físicamente ya no estaría más con nosotros.
Junto con otras y otras de nuestro grupo universitario evangélico tuve la gran bendición de acercarme a don Gonzalo, asistir semanalmente a las clases bíblicas que impartía y, al concluir éstas, ir a una cafetería para continuar conversando con él y otros de los sentado(a)s a la mesa.
En la fotografía tomada en una de esas ocasiones, y que incluyo en esta evocación, estamos Bárbara Byer; Cecilia González, Moisés Barbosa y quien recuerda la escena.
Reproduzco el texto de la carta aludida.
Maestro Gonzalo Báez-Camargo
Presente.
Querido hermano, usted conoce nuestro deseo sobre su salud; pero también sabe (como nosotros) que ella está en las manos de nuestro Señor.
No queremos estar tristes, porque estamos seguros que usted prefiere rostros serenos; rostros que vean con optimismo el futuro y se comprometan en su realización (que para los cristianos no es otra cosa que el Reino de Dios).
No sabe, hermano, cuánto sentimos no haberlo conocido antes, pero no importa, estos tres años han bastado para aprender lo fundamental. Más que conocimientos sobre la Biblia hemos aprendido un ejemplo que podríamos sintetizar en estas palabras: amor al Señor, celo por su obra, amor a la Iglesia y a los cristianos de otras confesiones, disciplina en el trabajo intelectual, consecuencia con las ideas, una mente cristiana crítica, preocupación por los problemas del mundo, necesidad de la opinión y presencia cristiana en nuestros problemas nacionales e internacionales, etc.
“Hacen falta muchos Báez-Camargo en América Latina”, nos han dicho hermanos en todo el Continente; nosotros repetimos: “hacen falta”. Pero los Báez-Camargo no nacen, se hacen, no surgen de la espontaneidad, el Señor los forma en el trabajo intelectual y los usa para su honra y gloria, aunque su peregrinaje y labor sea muchas veces solitario.
Sepa usted querido hermano que deseamos parecernos un poco a Báez-Camargo, y que sin actitud de idolatría, la vida de nuestro maestro siga siendo un modelo de vida para todos aquellos que, como nosotros, comparten las inquietudes intelectuales que usted tuvo desde su juventud; inquietudes que lo llevaron a la labor periodística, a la producción literaria en los más variados temas, y a ser, muchas veces, sólo una voz cristiana en el desierto del mundo intelectual latinoamericano.
Queremos que sepa que la labor espiritual e intelectual que emprendió antes que nosotros naciéramos será continuada; que asumimos el compromiso ante el Dios de la historia y ante usted; que estamos conscientes de que falta mucho por hacer y que requerirá de trabajo y entrega; pero también, que tenemos en su obra y labor un ejemplo vivo de cómo se pueden hacer las cosas.
Por esos no podemos estar tristes. El reto y responsabilidad que el Señor pone en nuestros corazones inhibe la tristeza por lo delicado de su salud, y porque estamos seguros que usted nos diría si nos viera: ¡No se preocupen por mí, preocúpense por ustedes y por vuestros hijos!
Que Dios le bendiga. En Cristo Jesús:
Carlos Mondragón González
Carlos Martínez García
Bárbara Byer Clark
Moisés Barbosa
Alfredo Echegollen
Esteban Cortés Solis
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