“Buscad a Dios, conoced la verdad. En esta vida nunca sabes cuándo será tu último día, y pienso que la vida más peligrosa para vivir es esa en la que no tienes a Dios”. Pocos jugadores profesionales, independientemente del deporte del que estemos hablando, dan este tipo de consejos a los jóvenes. Pero Troy DeVries, baloncestista que ha defendido durante su carrera la camiseta del Unicaja de Málaga y del Manresa entre otros, es diferente al estereotipo de famoso. “
Él pagó el precio en la cruz por nosotros. Mucha gente está viviendo sin Él, pero no hay vida sin Dios”.
CRIADO EN UN HOGAR CRISTIANO
DeVries nació en Mount Vernon, ciudad situada en el verde estado de Washington, un día de julio de 1982. Troy se crió desde pequeño teniendo en cuenta las creencias de su familia.
“Crecí en un hogar cristiano. Sabía mucho de Dios, de Jesús, de la Biblia”. Su niñez estuvo tan ligada a Dios que con tan solo seis años decidió aceptar a Cristo, aunque ahora reconoce que
“realmente no sabía lo que significaba”.
Troy empezó a destacar en el baloncesto desde pequeño, y en su instituto, situado en la misma ciudad donde nació, fue uno de los chicos de la plantilla que más brilló. DeVries tiene buenos recuerdos de esa etapa porque es ahí donde se formó como persona y como jugador.
“Es un high school con un buen equipo de baloncesto y con buena tradición”. El natal de Mount Vernon recuerda que su periodo en el instituto fue fructífero.
“Ganamos un campeonato estatal y en mi último año no perdimos ni un solo partido”.
Fue con el acceso a la universidad cuando Troy acabó de madurar, tanto a nivel espiritual como también a nivel deportivo.
“Me di cuenta de que la vida sin Dios, viviendo lejos de Él, no tenía significado, y cuando tenía 18 años, al empezar la universidad, dediqué completamente mi vida a Jesús”. DeVries no se arrepiente para nada de esa decisión, y afirma que
“llevo andando con pasión con Jesús desde los 18”.
Su primer año universitario lo pasó en Portland State. Troy, por eso, no se conformaba y aspiraba a vestir la camiseta de un conjunto más ambicioso.
“Fue una buena experiencia para aprender, supuso un reto para mí y me ayudó a crecer y trabajar realmente duro para poder jugar más tarde en New Mexico”. Es en la universidad de ese estado donde DeVries se sintió más cómodo para dar el paso a jugador profesional.
“Tuve unos compañeros geniales y además había 18,000 aficionados. Fue una gran experiencia y una bendición de parte de Dios”.
JUGANDO POR TODO EL MUNDO
Una vez acabada la etapa universitaria, y con el mundo del baloncesto profesional en mente, Troy no se imaginaría nunca en cuántos países diferentes llegaría a jugar. DeVries recuerda que, en su primera temporada como profesional jugando en Alemania, su debut no fue fácil.
“Fue un primer año muy complicado para mí”, aunque el escolta americano reconoce que
“con situaciones difíciles acabas siendo mejor”.Troy, con una actitud siempre confiada y teniendo presente a Dios, explica que esa experiencia le motivó para mejorar y ponerse a trabajar más fuerte.
“Con la vida de creyente pasa algo similar: cuando estás con necesidad, desesperado, con dudas… si estás con Dios la vida es mejor”, cuenta DeVries, que después de este primer contacto con el mundo profesional se trasladó a Australia.
“Vivir y jugar en Tasmania fue increíble, y después de esa temporada el Señor me abrió las puertas para jugar en Sídney. Me encanta ese país”.
Casi sin poder disfrutar de una bonita etapa en un lugar que lo dejó enamorado, Troy tuvo que hacer las maletas y poner rumbo de nuevo a Europa, pero esta vez para jugar en Ucrania. Ahí solo estuvo cinco semanas para disputar los
Playoffs al título.
“Me sentí muy aislado, nadie hablaba inglés y estaba solo”, recuerda DeVries. Pero antes de decepcionarse, el jugador encontró cómo estar con ánimos ante una complicada situación.
“Al ser cristiano, tenía a Dios, y aproveché esa situación para tener tiempo de calidad con Él y poder leer la Biblia y orar”.
Después de esa complicada experiencia, Dios abrió las puertas a Troy para jugar en España con el Lleida y más tarde con el Girona. Ahí continuó aprendiendo y también creciendo, y después de esa etapa puso rumbo a Venezuela, donde se lesionó y sólo estuvo cinco semanas.
“No fui capaz de jugar a mi nivel y tampoco era un lugar seguro para vivir al ser americano”. DeVries recuerda esa experiencia y la relaciona con el tiempo que pasó en Ucrania, donde también estuvo
“aislado porque solo estaba en el gimnasio o en mi hotel”.
Esa lesión que apareció en su estancia en Venezuela, una hernia, fue cada vez a peor y lo dejó fuera de las pistas durante ocho meses.
“No sabía si mi carrera baloncestística había acabado o no”, hasta que encontró un médico en Alemania que lo operó. Fue entonces cuando Troy tuvo otra oportunidad para volver a jugar en España, y esta vez fue el Melilla quien contrató los servicios del escolta americano.
“No sabía si sería buen jugador o no, pero me recuperé increíblemente y mi cuerpo estuvo otra vez en perfectas condiciones”. Su estancia en Melilla fue muy buena, con grandes recuerdos como su relación con una familia de misioneros, y gracias a sus buenas actuaciones uno de los grandes equipos de la liga española, el Unicaja de Málaga, se fijó en él.
“Fue una gran bendición de Dios, más sabiendo que un año atrás había estado a punto de dejar el baloncesto”.
Después de dar el salto a uno de los mejores clubs del país, DeVries se trasladó hacia el norte para empezar la temporada pasada defendiendo los colores del Manresa.
“Ha sido una de las temporadas más difíciles que he disputado con un equipo, nunca había perdido tantos partidos”. Pero, como siempre hace, Troy sabe encontrar las cosas buenas de donde parece que todo es decepción o tristeza.
“Ha sido un tiempo de bendición a nivel personal: he tenido grandes compañeros, mi mujer ha disfrutado del tiempo aquí, una de mis hijas nació en Manresa y mi otra hija ha hecho amigos en su colegio”.
LA VOLUNTAD DE DIOS, SIEMPRE EN MENTE
Uno de los motivos por los cuales DeVries siempre busca el lado positivo de las situaciones se basa en un versículo, Romanos 8:38.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”.
“Yo tengo paz, da igual en qué situación esté porque sé que Dios tiene un plan y Él trabaja para cumplirlo. Aunque tenga una temporada complicada, sé que Dios tiene un plan y lo que quiero es continuar viviendo para Él y continuar jugando al baloncesto para Él”.
Al hablar de la vida del jugador profesional en España, Troy reconoce que
“es complicado asistir a la iglesia porque casi todos nuestros partidos son en domingo”. A pesar de eso, DeVries y su mujer Stephanie pasan tiempo leyendo la Biblia o haciendo sus propios estudios bíblicos. Ellos se casaron hace 10 años y tienen dos hijas: una que nació en Girona y la menor que lo hizo en Manresa la temporada pasada.
Troy, al ser jugador profesional, tiene la oportunidad de llegar con el evangelio a muchas personas, pero también está más expuesto a las tentaciones. Él no le da importancia al hecho de ser famoso y reconoce que
“en la vida se trata de escoger y yo me he protegido a mí mismo de cualquier tentación”. DeVries explica que si una persona se construye a base de hábitos de Dios tomando decisiones inteligentes, sigue la Biblia y es obediente a Dios,
“el estilo de vida será bueno”.
El escolta americano, con una base en la fe muy fuerte, destaca a muchas personas como referentes en la vida cristiana. Su madre, su suegro, con el que hacen estudios bíblicos, sus amigos, y el pastor de New Mexico.
“Él nos hizo a mi mujer y a mí un curso prematrimonial, y durante el primer año después de casarnos hacíamos dos veces al mes un curso para tener una buena base en nuestro matrimonio”.
En su hombro izquierdo, DeVries tiene tatuada una cruz con un versículo: Filipenses 4:13.
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Este es uno de sus textos bíblicos favorito, pero afirma que tiene muchos más.
“El baloncesto es un juego mental y tienes que llenar tu mente con verdad, es por eso que tengo muchos versículos en el corazón”.
SUEÑOS CUMPLIDOS
Después de la temporada en Manresa, Troy ha podido disfrutar del verano.
“Dios me ha bendecido mucho durante toda mi carrera y nunca he tenido una lesión grave, pero los últimos dos años han sido duros con lesiones de poca importancia”. DeVries llevaba tiempo sin estar al cien por cien en sus vacaciones, pero esta vez ha tenido un entrenador personal y ha estado trabajando muy duro en su físico y en el baloncesto.
Ahora le ha llegado la oportunidad de ir a jugar a Turquia con el Selcuk University Konya.
“Agradezco a Dios por la salud que me ha dado y por la oportunidad de jugar a baloncesto”. Troy está seguro que, después de la preparación en verano, ésta será una muy buena temporada para él a nivel profesional.
DeVries asegura que siempre se tiene que luchar y pone a Jesús como mejor ejemplo. Él tuvo la lucha más fuerte yendo a la cruz, muriendo y resucitando de los muertos.
“Hay momentos en la vida en que piensas que has acabado, que estás muerto, pero cuando continúas creyendo y luchando no hay nada demasiado grande para que te pare, especialmente si estás con Dios”.
A pesar de las vueltas que ha dado por el mundo, Troy está contento por lo que Dios le ha dado.
“Hay muchas cosas que soñaba hacer cuando era un niño pequeño, y el Señor me las ha ido concediendo. Siempre había querido jugar en Australia y pude hacerlo, también en España, ganar un campeonato de instituto, jugar para el entrenador Ritchie McKay, al que tuve en New Mexico”.
Cuando llegue el momento de retirarse, DeVries reconoce que le gustaría hacer algo relacionado con el baloncesto porque
“me encanta”, aunque afirma que no sabe qué pasará. Tampoco le preocupa, ya que Dios le ha concedido los sueños que tenía desde pequeño. Ahora le toca continuar luchando, dar lo mejor de sí en los años que le quedan como profesional, y cuando llegue el momento de colgar las botas, Él dirá.
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