Una de las más prolíficas y avanzadas autoras evangélicas lo es, sin duda, Esther Justa Martínez Díaz -Esther Martínez de Arce-, quien nació en Madrid el 4 de abril de 1896. Proveniente de una familia española de tradición bautista, fue hija del reverendo Luis Martínez Bravo, nacido en Orán -al norte de África. En esa ciudad mediterránea se había asentado su familia debido a la persecución que la amenazaba por ser protestante.
[i]
El pastor Martínez Bravo terminó radicándose en Cuba a inicios de la República;
[ii]trabajó, entre 1904 y 1918, en congregaciones bautistas de Gibara, Camagüey, Minas, Manzanillo, Alto Songo, La Habana y Bayamo. Durante su estancia en la capital, instituyó un colegio en la popular barriada del Cerro.
[iii]
En la Escuela Normal para Maestros de los Colegios Internacionales de El Cristo, perteneciente a la Convención Bautista de Cuba Oriental, matricularon sus hijas: Esther, Evangelina y Luisa.
Una vez graduada, Esther aceptó un puesto de maestra en la escuela presbiteriana de Caibarién. En esta ciudad portuaria del norte de la provincia de Las Villas, conoció al obrero y líder presbiteriano Sergio Arce Ojeda, con quien contrajo matrimonio en agosto de 1921. De la unión nacerían sus hijos: Sergio Samuel y Esther Arce Martínez.
[iv]
Dentro del presbiterianismo, Martínez de Arce desempeñó, entre otras responsabilidades, la presidencia de la Unión Presbiteral de Damas durante los años 1939 y 1940.
[v]
Su producción literaria apareció, básicamente, entre los años treinta y cuarenta del siglo pasado, en las páginas de Heraldo Cristiano. De esta revista fue redactora de la sección “La Vida del Hogar”, de 1937 a 1939.
De los trabajos de Martínez de Arce publicados en
Heraldo Cristiano, los más relevantes parecen ser
“La mujer moderna” y “La mujer en su puesto”. El primero, publicado en tres partes, correspondió a un tema presentado en la reunión de la Unión Presbiteral de Damas, celebrada en Cabaiguán los días 3 al 5 de abril de 1939. En este, al reflexionar sobre el papel de la mujer en la sociedad cubana del momento, expresaba:
La mujer moderna, en esta gran evolución y avance de la civilización ha tomado su puesto al lado del hombre. El llamado sexo débil es hoy un mito. Hoy
se le ve avanzar a la vanguardia en el campo político y científico. Se ha puesto de manifiesto de una manera clara, sin dejar lugar a duda, que la mujer es tan capaz, y en algunos casos más, que el hombre para el desempeño de las funciones públicas en todo sentido.
Es digno de encomio el gesto de la mujer que no queriendo soportar por más tiempo la cadena de la esclavitud en que se le tenía sumisa, záfase con bríos hasta entonces desconocidos y se coloca al nivel del “amo de la casa”, de aquel que vanagloriándose de lo que él únicamente se creía con derecho a poseer, el poder de la superioridad, mandaba según su caprichosa voluntad y antojo.
Gesto heroico y digno, repito, pero me parece que al querer desprenderse de este yugo vergonzoso y humillante; al quererse zafar de los fuertes grillos que la aprisionaban, ha dado, permitidme la frase, un estironcito algo más de lo debido y ha llegado un poco más lejos de donde debería haber llegado. La mujer moderna, engolfada en su nueva vida, tan llena de nuevas actividades y responsabilidades, descuida responsabilidades propias del hogar y que deben ocupar lugar primordial en sus vidas, de cuyo desempeño tendrán que dar cuentas a Dios, puesto que son sagradas.
[vi]
Y en otros párrafos añade:
No es, queridas hermanas, que yo piense que la mujer no debe trabajar fuera de su hogar, u ocupar algún puesto público en uno u otro sentido; como tampoco me refiero a esas otras mujeres que, hoy en día, dadas las circunstancias difíciles por las que se atraviesa, son las encargadas de resolver el problema económico de sus hogares. No es eso; me refiero a ciertas ocupaciones de otra índole que absorben demasiado tiempo, dando lugar a que se permanezca fuera del hogar sin que haya una verdadera necesidad.
[vii]
[…] La mujer de hoy necesita, pues, más altos ideales, más sensatez, más elevación moral, menos adoración por las formas, menos empeño de imitación, mucho menos preocupación por el vestir, menos esclavitud por lo externo, motivos esos que acarrean grandes daños, perjuicios que a la postre repercutirán en el seno del hogar.
[viii]
[…] Mujer moderna cristiana, ¡cuidado! La tentación es grande. El mundo es tuyo, lo has conquistado al fin, y es tan fácil ahora que caigas en sus redes… Joven cristiana: la civilización moderna te concede amplias libertades, tienes delante anchos horizontes. Tienes el derecho de vivir tu propia vida, puedes vivir según el “espíritu de tu época”, pero, ten cuidado, pues debido a ese mismo espíritu de la época actual, por cada diez probabilidades de dar un paso en firme hay por lo menos la mitad de dar uno en falso.
Madre cristiana moderna: A no ser por una necesidad imperiosa que no te lo permita, tu lugar está en el hogar. La civilización ha creado problemas
nuevos y muy complicados, pero los problemas que demandan tu sabia solución están en el hogar. La sociedad te reclama, pero tu esposo te necesita; la patria pide tu cooperación en el desenvolvimiento de su política, pero tus hijos, los futuros ciudadanos, te necesitan mucho más, para el bien de esa misma patria.
[ix]
Respecto del lugar de la mujer en la sociedad, Martínez de Arce señala en otro artículo:
Necesariamente para poder ocupar un lugar, hay que saber, ante todo cuál es este. Aunque os parezca extraño os diré que el puesto de la mujer está en “segunda fila”. Esto no quiere decir en manera alguna, que esta ha de ocupar un lugar secundario; no es que haya que relegarla a un segundo plano. Puede mantenerse en el lugar de mayor prominencia, en la más encumbrada posición, en el medio ambiente que se desenvuelve, pero aún allí, o mejor dicho, para llegar hasta allí, ha debido mantenerse siempre en segunda fila.
Recordemos a la primera mujer: Gn 2,18-22; 3,6. Dios crea al hombre pero no queda satisfecho; hay un vacío, falta aún algo y es entonces, cuando para completar la grande y magnífica obra de la creación, forma a la mujer, si bien en segundo término, con relación al hombre, pero no inferior a este en ningún sentido.
[x]
[…] El puesto de la mujer en el hogar es de una gran responsabilidad. [...] A veces esta mujer es la esposa fiel y cariñosa, siempre lista a ayudar a su marido, proporcionándole paz y tranquilidad, comodidad y reposo al regresar del taller, de la oficina, o del lugar donde él ejerza su ocupación diaria. Otras, es la hermana, sumisa, complaciente, símbolo fiel de madrecita buena y cariñosa. […] Y en la mayoría de los casos es la madre sufrida, abnegada que se consagra con solícita ternura al cuidado de sus hijos. […] Pesa sobre ellas el deber de cuidar sus cuerpos, deber de cultivar sus mentes; deber de salvar sus almas.
[xi]
[…] Más que nunca pesa ahora sobre la mujer la responsabilidad de levantar los hogares al nivel de la ética cristiana, que debe regirlo. Es una obra que debe emprenderse sin pérdida de tiempo. El modernismo ha traído nuevas obligaciones a la mujer, que la mantienen muy alejada del verdadero lugar que debe ocupar en el hogar, llevando una vida llena de actividades fuera del sagrado recinto.
[xii]
[…] Mujer, el hogar es tu verdadero taller, ocupa tu puesto en él, como madre, como esposa, o como hija o hermana, muéstrate tierna y abnegada, haciendo fácil y placentera la vida de los tuyos. Siempre tolerante, comprensiva siempre, defendiendo a toda costa la paz y la unión verdadera.
[xiii]
En su obra, mediante la aplicación frecuente de principios ético-cristianos, Esther Martínez analiza las múltiples causas de la discriminación sexual y sus efectos nocivos, situándose entre las precursoras del feminismo en el ámbito evangélico.
Muchas de sus ideas nos sorprenden por su modernidad. Insiste en la importancia de la autonomía, de la cual carecían las mujeres por los “fuertes grillos que la aprisionaban”.
A fin de cuentas, Martínez no fue tanto una feminista, sino más bien una activista y una reformadora que se consagró a la causa de la libertad creativa del ser humano y la dignidad para todos.
Esta notable líder presbiteriana, hasta su muerte en Matanzas en octubre de 1974, ejerció un importante liderazgo en su denominación.
[i]Sergio S. Arce Martínez: Entrevista concedida a la autora, Varadero, 9 de abril de 2007. Vía e-mail.
[ii]Ibidem. Según el testimonio del doctor Arce Martínez, notable teólogo cubano y nieto del reverendo Martínez Bravo, “[…] varios pastores bautistas supieron que en la Constitución de la nueva República de Cuba de 1902 se reconocía, aunque no fue del todo cierto, la ‘libertad religiosa’, como resultado de la influencia de los norteamericanos durante su primera ocupación de la Isla. Frente a esa noticia, que aparecía en cierta prensa liberal, deciden emigrar a Cuba. Así fue como emigró don Luis con su esposa, una hermana soltera y sus tres hijas, y se establecieron en Santiago [de Cuba]” (
Ibidem.).
[iii]Roy Acosta García:
Historia y teología de la Convención Bautista de Cuba Oriental (1898-1960), t. 1, s.e., s.l., [200?], p. 28.
[v]Véase “Asambleas anuales. 60 años de trabajo”,
Heraldo Cristiano, t. 48, no. 3, La Habana, mayo-jun., 1987, pp. 16-17.
[vi]Esther Martínez de Arce: “La mujer moderna” [1ra. parte],
Heraldo Cristiano, año 7, no. 3, La Habana, jun., 1939, p. 18.
[vii]Esther Martínez de Arce: “La mujer moderna” [2da. parte],
Heraldo Cristiano, año 7, no. 4, La Habana, jul., 1939, p. 16.
[viii]Esther Martínez de Arce: “La mujer moderna” [3ra. parte],
Heraldo Cristiano, año 7, no. 5, La Habana, ag. 1939, p. 16.
[x]Esther Martínez de Arce: “La mujer en su puesto” [1ra. parte],
Heraldo Cristiano, año 12, no. 2, La Habana, mayo, 1944, p. 5.
[xi]Esther Martínez de Arce: “La mujer en su puesto” [2da. parte],
Heraldo Cristiano, año 12, no. 3, La Habana, jun., 1944, p. 7.
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