La primera mitad del siglo xx fue un escenario privilegiado para el desarrollo del protestantismo en Cuba. Al igual que en otras latitudes, esa visión nueva y fresca significó un despegue para el ministerio de la mujer en la iglesia, que tan necesario fue frente a la cultura patriarcal predominante.
La presencia de escritoras evangélicas en la República cubana, no significó, sin embargo, un elemento insólito de protagonismo femenino en el ámbito eclesial.
Ya en la primera década del siglo, había en la Isla decenas de misioneras y maestras de educación bíblica y religiosa. Posteriormente, varias mujeres llegaron a enseñar en escuelas de formación teológica, recibieron licencias de predicación, e, incluso, fueron ordenadas al ministerio.
Pero no hay duda de que,
por muchos años, fue la escritura el principal medio de expresión femenina en los grupos evangélicos organizados a partir de fines del siglo xix. Estos grupos gozaron de cierto auge en una época en que, además de la influencia estadounidense en el país, las iglesias del protestantismo histórico estaban dirigidas, casi en su totalidad, por personal extranjero.
Es, pues, necesario tener eso en cuenta para comprender algunas de las ideas de las escritoras protestantes en Cuba. Pese a ello, su obra se resiste a la generalización, caracterizándose por su amplitud y diversidad.
Resulta llamativo el hecho de que, a pesar de la variedad denominacional de estas autoras, muchas compartieron posiciones ideológicas fundamentales. En casi todos los casos, su pensamiento ha de comprenderse a partir de su teología, su formación y el medio circundante.
Tampoco olvidemos uno de los aspectos que tuvieron en común: pertenecer al sector cultivado del protestantismo, si consideramos como referente la baja escolaridad de numerosas mujeres cubanas por entonces.
Sus textos —que son testimonio de su fe cristiana— denotan un interés por el crecimiento espiritual y cultural de la nación. El tratamiento de los problemas sociales en ellos constituye una expresión de su toma de conciencia ante una realidad que intentaban, hasta cierto punto, transformar. Pero, sobre todo, subrayan los sentimientos patrios y la búsqueda de dignidad en la vida humana.
Bueno es notar, no obstante, que
carecen de críticas a la jerarquía eclesiástica o a la proyección teológica de sus iglesias. Rara vez manifiestan abiertamente sentimientos anticatólicos o de preferencia o rechazo hacia algún sistema político.
Independientemente de aceptar o rechazar la religiosidad popular, resulta interesante que estas mujeres —a diferencia de otros autores coetáneos hombres—, en general, no expresan en sus escritos opiniones o juicios negativos sobre este asunto.
En una época de tan intenso patriotismo, no es de extrañar la presencia de una tendencia antianexionista en sus obras, contradictoria, de algún modo, con el carácter dependiente del protestantismo en aquel momento.
Pudiera razonarse, por otra parte, que autoras en estrecha relación con la base de la iglesia, también debieran reflejar en sus publicaciones la vida e inquietudes de quienes la conforman. Sin embargo, no en todos los casos ocurrió así.
Si se toman en cuenta todas estas apreciaciones y el carácter introductorio de esta investigación, el lector verá que no es posible determinar aún etapas o corrientes en la obra de las escritoras protestantes de la República.
A esto se une el hecho de que la totalidad de los textos del período examinado no ha sobrevivido. Muy a pesar de las pérdidas, los escritos existentes son el reflejo de un estilo que el lector puede entrever, aunque sea parcialmente, y manifiestan el surgimiento de una nueva forma de ser y de sentir.
Como hemos afirmado antes, nuestro estudio aún está por completarse. Análisis futuros habrán de observar la dinámica de los temas y géneros literarios del período. Queda por evaluar, además, la posible incidencia de la creación femenina en la jerarquía de la iglesia de cada escritora.
Es importante tener en alta estima algunas autoras que también escribieron con frecuencia y devoción, aunque no han podido ser estudiadas. Entre ellas figuran Josefina Silva, May Mather Jones, Gloria Arenado, Isabel Govín, Victoria Cartaya, Sara de Llanos, Graziella Leza, María Turcelina Vázquez, Angelina Gómez Castellón, Paquita Arias, Marjorie Jacob Caudill, Sara González de Santana, Blanca R. Medina y Adelaida Santalis.
Tanto las mencionadas como muchas otras ejercieron influencia sobre gran parte de la población evangélica. En cualquier caso,
revelaron otras dimensiones del papel de la mujer cristiana: la lucha por prevalecer ante todas las adversidades y la búsqueda de una voz propia al intervenir en el mundo público.
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