Durante los años veinte y treinta, se publicaron varias novelas de autoras nacionales, como
Loyda (1922?), de
Albertina Díaz de Lozano, dirigida al público infantil; o
El templo del amor (193-?), de
Gloria Arenado, “una obra en que se desliza tenue y delicadamente ese amor cristiano que nos endulza la vida y nos hace pacientes con los golpes rudos del dolor y la tristeza”.
[i]Como cultivadora de este género, se proyecta de manera señalada, asimismo,
María Lafita Navarro, autora de
El romance heroico del soldado desconocido (1924), novela de tendencia universalista sobre la Primera Guerra Mundial.
Como ya se ha expresado,
un factor de especial relevancia fue la presencia de la lírica en la literatura cristiana de la época. Son ejemplos,
Mis versos(1924) y
Rosas de Jericó (1929?), de
Albertina Díaz de Lozano, así como su libro de lecturas para niños, con un marcado acento poético,
Pensamientos y aforismos (1929?).
Al igual que la novela y la poesía, la música cristiana encontró en el quehacer de las creadoras evangélicas un espacio sin precedentes hasta esos momentos. Larga sería la relación de autoras y traductoras vinculadas a esta vertiente, quienes compusieron letras y, en algunos casos, crearon música. Algunas de ellas, como la misionera
Effie Chastain de Naylor —dotada de un singular talento que desplegó en la composición y la dirección coral—, se dedicaron a la compilación de himnos y cantos, tanto para ser empleados como parte del culto, como para la educación cristiana de la niñez. De esa labor de difusión salieron himnarios como
Cánticos de adoración (1926?),
Domingo de Resurrección (1926?) y
Día de las Madres (1926?), de gran aceptación en las iglesias cubanas.
Paralelamente, existieron escritoras que produjeron libros de meditaciones bíblicas. Tal vez las más notables fueron
Gloria Arenado y Rogelia Rodríguez, la primera con
Siete luceros (1937), y la segunda con
El premio de la fidelidad (1948). Sin embargo, otros textos de este género se dieron a conocer solo en publicaciones periódicas —por lo que su trascendencia fue muy coyuntural— o permanecieron relativamente desconocidos, en tanto parte de libros y folletos de escasa circulación.
Un elemento caracterizador fue el desarrollo de dos temas que definían el pensamiento protestante de esta etapa: la temperancia o autorrestricción en el consumo de bebidas alcohólicas, y la mayordomía integral de la vida.
La razón que motivó el interés en el primer tema fue la racionalización del pecado de intemperancia, que hizo que esta se viera como la causa de otros males sociales, especialmente la pobreza, el crimen y la enfermedad. Entre los textos más significativos aparecidos sobre el asunto, se encuentra el
Bosquejo de 60 lecciones sobre la higiene y la temperancia (1926?), de la misionera presbiteriana
Margaret Emelyn Craig. La práctica de la mayordomía fue la otra temática priorizada y, a tono con ella,
Rosa Ana N. de Soto y Miguel Soto publicaron
La mayordomía o el cristianismo práctico, en 1935.
Como se explicó anteriormente, en esta época numerosas autoras se encargaron de reseñar o interpretar aspectos sobresalientes en personajes del ámbito protestante, vivos o ya desaparecidos. Entre aquellas obras históricas o biográficas, pueden citarse:
Anales del evangelio en Cuba. La historia de [Alberto J.] Díaz. Una maravilla de misiones modernas (1920), de
Albertina Díaz de Rodríguez y
George William Lasher;
Edith McHouston (1873-1954) (1954), de
Luisa Martínez de Torres; e
Instrumento escogido(1959), de
Sara País de Molina, sobre el reverendo Francisco País.
Aparecieron, además, varios libros de relatos de gran valor, publicados en inglés por la Junta de Misiones Domésticas de la Convención Bautista del Sur de los Estados Unidos.Entre ellos se destaca
Dear Margaret: Letters Home from Cuba (1942), una colección de cartas escritas por
Etna Olliphant Moseley —Mrs. H. R. Moseley—, misionera en Cuba desde 1899. Incluía historias y descripciones reales de la vida nacional, tomadas de cartas personales de Moseley a sus amigos en los Estados Unidos, en las que relata importantes aspectos de su trabajo en la Isla. Para materializar ese propósito, la autora contó con la ayuda de
Gloria Young —seudónimo de
Mrs. A. C. Seawell—, editora de la página “Niños y Niñas” del
Baptist Standard, de Texas. En
Dear Margaret… Young colaboró con Moseley contextualizando y, con ello, proporcionándole verosimilitud a Margaret Gaynor —la destinataria ficticia—, describiendo sus sentimientos y aspectos de la existencia cotidiana de aquella supuesta receptora, mientras que los incidentes testimoniados en las misivas eran provistos por la propia Moseley y respondían a la situación eclesial y social, en general, que la rodeaba en Cuba, y hechos concretos de su vida misionera y de su entorno familiar.
Muy significativa es también la obra
Carmita of Cuba (1942), de
Marjorie Jacob Caudill, otra misionera bautista. La narración, que se desarrolla en el municipio habanero de Regla —donde vivió por años la autora—, describe el entorno familiar y social de Carmen, una niña cubana hija de emigrantes españoles católicos, quien es atraída hacia el protestantismo. Se trata, sobre todo, de un texto encaminado a fortalecer las convicciones doctrinales de los bautistas y desvirtuar las creencias de la iglesia católica. Resulta un libro imprescindible para conocer cabalmente los aportes y propuestas de algunos misioneros foráneos. Llama la atención que elementos de la religiosidad popular son reflejados en la obra, un asunto del que no era tan fácil desentenderse porque constituía interés de los sectores misioneros por aquel entonces.
Otra bautista estadounidense, como Caudill, que laboró muchos años en Cuba, al igual que Moseley, fue
Christine Garnett, quien sobresalió dentro del quehacer cronístico con el libro
Through a Cuban Window (1954). Su obra, que presenta más de un punto de contacto con las anteriores, intenta dar a conocer a Cuba y sus características, así como describir la labor misionera de la autora.
En 1938, tuvo lugar un acontecimiento vital para la educación cristiana en Cuba: la creación del Concilio Cubano de Educación Cristiana. Su objetivo consistiría en promover “la cooperación de las iglesias evangélicas en la educación cristiana, y hacer posible la más cordial fraternidad entre todos los cristianos evangélicos del país”.
[ii]Se estaba produciendo el notable auge de los estudios sobre cuestiones fundamentales de la educación cristiana, entre ellas, la preocupación por el trabajo con los niños en sus diversas edades evolutivas.
Este interés pedagógico por la infancia enseguida encontró un clásico:
La iglesia atendiendo a los niños(1940), de
Effie Chastain de Naylor.
De importancia semejante a la fundación del Concilio, fue
la Conferenciasobre Cursos y Materiales de Educación Cristiana, celebrada en Pasacaballos, Cienfuegos, en 1950. Este encuentro tuvo como fin la preparación y edición de cursos de estudio y materiales auxiliares para la educación cristiana en general, y proyectó una nueva edición —ecuménica— del Curso Evangélico Hispanoamericano para la Escuela Dominical.
[iii]
Fue un esfuerzo de alcance continental a partir del cual un buen número de escritoras cubanas entregaron a la prensa valiosas obras. Forman parte de esta serie los libros
La personalidad del divino Maestro (1954),
Jesucristo, hijo de Dios[iv](1957) y
La vida abundante en Cristo (1958), de Adela Mourlot de González. Asimismo,
Cómo surgió y se ha desarrollado la iglesia cristiana (1955) y
Qué significa seguir a Cristo y ser miembro de la Iglesia (1958), de Gloria Arenado; y
Dios, nuestro padre[v](1957), de Kathleen Stanard.
Resulta ostensible la existencia, a la sazón, de figuras interesadas en la conversión de la juventud a la fe en Cristo y al servicio cristiano. Algunas de ellas escogieron también la literatura como un medio adecuado para la expresión de sus ideas. Los más importantes ejemplos de cómo se llevó esto a cabo pueden encontrarse en las obras
Ese divino tesoro… Reflexiones sobre la juventud y su relación con la Iglesia de Cristo (1949),
Santificando el Día del Señor (1952),
Id y predicad (1953) y
Oración y meditación (1954), todas de
Sara País de Molina, quien se consagró al cultivo de la vida cristiana en adolescentes y jóvenes.
Otra labor digna de mencionarse fue la
preparación de libros de texto para el estudio del idioma español, tanto en escuelas públicas como privadas. Muestra de este interés son los volúmenes de
Luisa García Acosta Lenguaje: libro de información y trabajo,
Ortografía aplicada al mejoramiento de la lectura y la escritura: libro de información y trabajo, y
Lenguaje 2º grado. Libro de texto y cuaderno de trabajo, que vieron la luz en los años cincuenta, publicados por la Editorial Cenit.
Resulta lamentable que no hayan llegado hasta hoy todas las obras de autoras protestantes en Cuba entre 1902 y 1959. No obstante, lo esbozado hasta aquí deja entrever un pensamiento fecundo y un cuerpo de inquietudes cuya finalidad era proclamar la grandeza de Dios y elevar la condición humana.
[i]Gloria Arenado:“Prólogo”, en:
El templo del amor, s.e., s.l., s.f., s.p.
[ii]“Reglamento del Concilio Cubano de Educación Cristiana”,
El Evangelista Cubano, t. 32, no. 14, La Habana, 1
ro nov., 1938, p. 4.
[iii]Véase “Una reunión trascendental”,
El Evangelista Cubano, t. 44, no. 1, La Habana, 20 abr., 1950, p. 14. Esta conferencia fue auspiciada por el Comité de Literatura Cristiana del Comité de Cooperación en la América Latina, con la colaboración del Concilio Mundial de Educación Cristiana.
[iv]En coautoría con Ariel Zambrano Medina.
[v]En coautoría con Adolfo Ham.
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