RAYUELA, de Julio Cortazar, está considerada como una de las novelas más innovadoras de la narrativa hispanoamericana y una de las exponentes del realismo mágico.
La primera edición, misma que manejo en este artículo, fue publicada por la Editorial Sudamericana en Buenos Aires en 1963. Ahora cumple 50 años. Este libro, escriben los editores, “asombró y sigue fascinando por su novedad absoluta, contranovela, exasperada denuncia de la vida humana”.
Julio Cortazar nació en 1914 en Bruselas en el seno de una familia de padres argentinos que se encontraban en Bélgica como emigrantes.
Regresaron a Argentina cuando Julio contaba cuatro años y se instalaron en los alrededores de Buenos Aires, donde el escritor creció y cuyo ambiente refleja en sus libros. Su primera obra fue el poema dramático LOS REYES. Tenía ya 35 años. Influido por Jorge Luis Borges irrumpe en la literatura fantástica con libros como LAS ARMAS SECRETAS, HISTORIAS DE CRONOPIOS y otros. En la Universidad de Buenos Aires estudia Filosofía y Letras. Siendo profesor en una escuela secundaria empieza a escribir los primeros cuentos que tanta fama le dieron por lo que tenían de desenfrenadamente fantásticos y porque prometían una gran libertad de movimiento y de estilo exuberante. Entre la amplia colección destacaría aquí ALGUIEN ANDA POR AHÍ; QUEREMOS TANTO A GLENDA; APOCALIPSIS EN SALENTINAME y, presidiéndolos todos, acaso el mejor de sus cuentos, LA AUTOPISTA DEL SUR.
Implicado en actividades políticas, enemigo del peronismo, tras la victoria del general Perón se ve obligado a abandonar Argentina y se instala en París. Aquí trabaja en una librería, traduce a autores franceses y escribe mucho. Fue en esta etapa parisina donde produce los libros que le definirían como autor universal. Viaja a Chile, a Nicaragua, a Cuba. En 1981 adquiere la nacionalidad francesa. Muere en París en 1984. Había cumplido 70 años.
De los muchos libros escritos por Cortazar dos son los más conocidos y leídos hasta el día de hoy: LOS PREMIOS, de 1960, y RAYUELA en 1963.
LOS PREMIOS tiene su punto de partida en un café porteño. Allí se reúne una serie de personajes que hablan de lo divino y lo humano: el amor, la amistad, el sexo, la compasión, el sacrificio, la solidaridad. Cuando el barco en el que navegan en un viaje de tres días se adentra en alta mar y se adueña la incertidumbre entre los pasajeros, el diálogo adquiere tintes diferentes a los mantenidos en el café. Aparece el tema religioso, tan escaso en la obra de Cortazar. Graciela de Sola, estudiosa de sus escritos, dice que LOS PREMIOS “es una acabada muestra del talento de Cortazar, de su personal manera de ver y sentir la realidad y de su capacidad de organización estética”.
Cuando aparecen en las librerías argentinas los primeros ejemplares de RAYUELA, la crítica no aplaude la novela. No la entiende. No estaba preparada para un libro que se lanza contra las convenciones e insiste en la operación transformadora del lenguaje. Creen los críticos literarios que la obra de Cortazar es la negación de la literatura latinoamericana tradicional. No comprenden un libro que presenta dos formas de lectura; una, la forma corriente; la otra comenzando por un capítulo, el 173 y siguiendo el orden que se indica al pie de cada capítulo y que se ofrece al principio del libro.
Cortazar no se altera. Para él, RAYUELA supone la renuncia a la cultura oficial proclamada en Argentina y su libro es la síntesis de esa reacción. Lucha contra la utilización conformista del lenguaje y decide emplear una prosa en movimiento.
Ocurrió lo inevitable. A los pocos años de su publicación RAYUELA ya ejercía una influencia avasalladora, especialmente entre el elemento joven, que lee y siente la novela como una obra sin sujeción a las órdenes jerárquicas del lenguaje.
La estructura de la novela parece obra de un loco, escriben algunos periódicos de la época. Otros responden afirmando que sólo un escritor de talento y original pudo haberse atrevido con RAYUELA. Talento, originalidad, relámpagos de poesía se ramifican en la escritura.
Maria Edmée Álvarez propone que convencionalmente se puede dividir RAYUELA en tres secciones: la primera es la vida en París con Oliveira, la Maga y el Club B. Ronald; la segunda es el regreso de Oliveira a Buenos Aires y la tercera, que el autor llama “capítulos prescindibles”, con la fundamental aparición de Morelli.
La Maga es personaje fundamental en la novela. Tiene un hijo, Rocamadour, de quien apenas se ocupa. Cuando la madre, en el curso de una fiesta, conoce la muerte del hijo, la fiesta no se detiene. Aquí la novela de Cortazar alcanza su mayor dramatismo. La muerte de un ser humano no es motivo de lágrimas ni de duelos. El episodio recuerda EL EXTRANJERO, del malogrado Alberto Camús, que no acierta a desmoronarse al conocer la muerte de su madre. Morir es tan natural como nacer.
RAYUELA no surgió para ser un libro cualquiera. Los capítulos se pueden seguir o suprimir según el curso que el autor indica. Cortazar dejó bien claro que él no quería engañar a nadie, “sino escribir una contranovela, un libro que no se pareciera a nada de lo que había escrito hasta entonces”.
Creo de justicia, en honor al gran autor que fue Julio Cortazar, concluir este artículo con el largo párrafo que le dedica Víctor Pozanco en el DICCIONARIO SOPENA DE LITERATURA: “RAYUELA no habría alcanzado la universal y creciente estima de que goza, si no fuera por la formidable capacidad poética de Cortazar…El amor físico se banaliza, los lazos del amor sacralizado también. Pero el amor al semejante y a lo vital triunfa en igual medida que la opción individual”.
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