Estamos en octubre, el mes de la Reforma. En México las llamadas iglesias protestantes históricas, por lo menos las que tienen conciencia histórica de lo sucedido el 31 de éste mes en la capilla del castillo de Wittemberg (fijación de sus 95 Tesis, por parte de Martín Lutero), organizan algunas actividades para conmemorar el hecho.
Las celebraciones y/o conmemoraciones pueden tener el carácter de evocación del pasado, pero con ánimos casi de anticuario. Es decir, recordando el acontecimiento pero como si el mismo estuviese inerme en el pasado, sin consecuencias ni legados para el presente.
En el caso de la Reforma, estoy convencido de ello, Lutero la inicia por su preocupación de los grados de escándalo alcanzado por la venta exacerbada de indulgencias; y desata un movimiento inesperado por él y de enormes repercusiones históricas. Por lo anterior considero que la Reforma es dinámica, y sus efectos hoy todavía nos alcanzan.
Para las generaciones actuales que busquen
bibliografía en castellano que les brinde una panorámica de la Reforma, las posibilidades de hallar buenos libros no son muy amplias. En el siglo pasado (hasta poco más allá de la primera mitad de esa centuria), y desde esfuerzos editoriales en el seno del protestantismo latinoamericano, estuvo a la disposición de los interesados un buen abanico de obras publicadas en conjunto por Editorial La Aurora y Casa Unida de Publicaciones. La colección “Obras Clásicas de la Reforma”, que ambas casas editoriales esforzadamente dieron a luz, no se reeditó más y es muy difícil conseguir cualquiera de sus ejemplares. En años recientes, en España, un grupo de estudiosos encabezado por Emilio Monjo Bellido tomó la iniciativa de publicar la muy valiosa serie “Obras de los reformadores españoles del siglo XVI”.
De libros publicados sobre el tema que estamos abordando, resalto cinco y paso a comentarlos brevemente. No son, ni con mucho, las únicas obras hechas públicas, pero, me parece, sí son muy ilustrativas del movimiento que trastornó a Europa. Para otros comentaristas tal vez no sean las mejores, pero las resalto porque coadyuvan a comprender con cierta facilidad lo complejo que es el mundo histórico e interpretativo representado por la Reforma.
Patrick Collinson, de larga experiencia docente e investigador en distintas universidades europeas (entre ellas Cambridge) en el tópico del cataclismo religioso, político y cultural desatado por Lutero, en 2003 publica en inglés The Reformation. Un año después Editorial Debate (Barcelona) difunde la traducción castellana con el título La Reforma. El libro es un magnífico ejercicio por brindar una visión panorámica de las distintas vertientes de la Reforma.
En apenas 271 páginas Collinson da cuenta de la gesta de Lutero, las reacciones de Roma, el enfrentamiento entre el teólogo germano y el poder papal. También describe las grandes líneas de lo realizado por Juan Calvino y sus seguidores. Además no pierde de vista los esfuerzos reformadores de Zwinglio en Zurich, ni las particularidades de cómo surge la Iglesia anglicana por un encadenamiento de intrincados sucesos en Inglaterra.
Tiene la agudeza de reseñar en el capítulo “Los caminos de la Reforma”, otras veredas divergentes de las rutas marcadas por los reformadores más conocidos. Por todo lo anterior el objeto de su estudio son las
reformas, en plural, por lo cual el lector atento debiera quedarse con una imagen más enriquecedora que la tradicional de un solo hombre enfrentado en el siglo XVI al aparato eclesiástico/político asentado en Roma.
Tener una visión ampliada de cómo tiene lugar la ruptura teológica y eclesiológica de Lutero, no tiene por qué demeritar la heroicidad del personaje en su lid contra la Iglesia católica, sus teólogos, reyes y príncipes. Porque como lo sintetiza Collinson, “La Reforma fue una inundación de palabras. Si el historiador echa la red tratando de capturar su esencia, se le rompe bajo el peso de las palabras. Fluyen incesantemente tanto de la boca de Martín Lutero como de su pluma: un libro cada quince días durante treinta años, casi un centenar de volúmenes de gran formato en la edición oficial moderna de sus obras, escritos según las exigencias de cada ocasión, sin tener en mente ningún sistema que pudiéramos llamar
luteranismo. Estaba pletórico de algo llamado
la Palabra, que no es en absoluto lo mismo que
las palabras. Se parece más al Logos del versículo inicial del Evangelio según San Juan, ´en el principio existía aquel que es la Palabra´, que parafrasea el primero del Génesis ´al principio Dios…´ Mientras el mundo antiguo se hunde a su alrededor, Lutero no cesa de proclamar que no ha sido por su culpa. ´Mientras yo dormía o bebía la cerveza de Wittemberg […] la Palabra debilitó al papado a tal punto que nunca príncipe ni emperador alguno le había infligido tanto daño. Yo no he hecho nada. La Palabra lo hizo todo´”.
De Jean Baubérot la pequeña Maica Libreros Editores ha publicado, a principios de 2008, Historia del protestantismo, cuya edición original francesa viera la luz en 1987 bajo el sello Presses Universitaires de France. La obra es de divulgación, por lo que con fluidez da cuenta de los más significativos momentos históricos que han forjado al cristianismo protestante.Baubérot da cuenta en la pequeña obra cómo el movimiento de Reforma “se transforma progresivamente en protestantismo, el acontecimiento en institución, la ruptura en organización, la protesta en poderes, la herejía en nueva ortodoxia”.
Ante los intentos reduccionistas que conceptualizan la Reforma protestante como un enfrenamiento entre élites teológicas, por un lado los distintos reformadores y por el otro la cúpula católico romana, Baubérot subraya que el movimiento iniciado por Lutero tenía tras de sí apoyos populares.
Los principios redescubiertos por Lutero, y otros personajes de la(s) Reforma(s), inquietaban de tal manera que, nos dice Baubérot, en 1605 el historiador católico Florimond Reamond sentencia: “Incluso aquellos que sólo habían manejado la carreta y arado la tierra se convirtieron, repentinamente, en excelentes teólogos”, y continúa, no sin ironía: “Los campesinos más rudos y los más embrutecidos se convirtieron en escolares, bachilleres y doctores”.
Después de ocuparse de la tríada que caracteriza a la gesta de Lutero (sólo Dios, sólo la gracia y sólo la Escritura), el autor delinea a otros integrantes de la gran familia protestante del siglo XVI, les llama otros protestantismos: el de Suiza con Zwinglio, el de Ginebra con Calvino y el “protestantismo atemperado” que se desarrolla en Inglaterra. En el siguiente capítulo (“La modernidad protestante”) nos lleva a considerar una pregunta: “¿En qué medida el protestantismo trajo la modernidad?”. Sin establecer una relación unívoca y mecánica entre aquella y ésta última, sí enuncia a la Reforma protestante como un factor importante, provocador, en la construcción de nuevos valores e instituciones en Occidente. Ejemplifica su propuesta con los casos de la revolución puritana en Inglaterra y lo que llama la América inglesa.
Tras los capítulos “Dificultades y renovación” y “De la Ilustración a los resurgimientos”; Baubérot bosqueja en pocas páginas al protestantismo contemporáneo, el de fines de los 90´s del siglo pasado, cuando es publicado el libro. Se refiere a la expansión mundial del protestantismo/cristianismo evangélico mediante las sociedades misioneras, ya fuesen denominacionales o las conocidas como
faith missions, espontáneas y con pocos apoyos organizacionales. Menciona la relación de los protestantismos con el fortalecimiento de los estados laicos, y actitudes ante distintos regímenes políticos. En su dimensión política, para Baubérot, “el protestantismo hace emerger en la historia del mundo occidental una duda fundamental sobre el origen divino de cualquier autoridad humana”.
El tercer libro es motivo de festejo personal y conjunto con un pequeño grupo de amigos. Se trata del volumen Los grandes principios del protestantismo, autoría de André Gounelle. Ha sido publicado, en 2008, por Editorial Cajica, Puebla, México. El director de la editorial, Gustavo Cajica, hijo de quien la fundó hace 80 años, fue a su vez el traductor del pequeño libro. Su trabajo de verter al castellano el escrito merece calurosas felicitaciones, por su fluidez y belleza expresiva. Con Gustavo, Carlos Mondragón, Juan Merlos y Patricia Zenteno iniciamos a principios de 2008 la aventura editorial de publicar obras de autores protestantes/evangélicos. El de Gounelle es el cuarto, y nos mueve la convicción de que es imprescindible promover la lectura y difundir la especificidad protestante.
De inicio Gounelle confiesa que su conocimiento es situado, no esconde su pertenencia confesional y epistemológica, dice: “No lo oculto: estoy orgulloso y feliz de ser protestante. Me encuentro profundamente ligado a la historia, al espíritu y a los principios del protestantismo. Semejante declaración, quizás sorprendería o incluso, escandalizaría a alguno de mis lectores. En nuestros días, se tiene la impresión de que los protestantes se sienten incómodos, y hasta sienten vergüenza de serlo. Desprecian de buena gana su pasado, sus Iglesias, sus formas de piedad, sus doctrinas, como si la humildad y la confesión de los pecados fuesen motivo para tener una mala opinión de ellos… Por mi parte, estoy convencido de que los principios del protestantismo no han perdido nada de su vigor y su verdad. Con su pertinencia, su fuerza, su profundidad, se imponen ellos a mí. No experimento la menor necesidad ni siento el más mínimo deseo de ir a buscar en otra parte, en el catolicismo o en la Iglesia ortodoxa, por ejemplo, con qué alimentar y estructurar mi fe”.
Con enjundia, pasión, conocimiento y capacidad didáctica los principios protestantes son explicados por André Gounelle. Es así que el capitulado de la obra se divide en las siguientes temáticas: la protesta protestante, la Biblia, la salvación gratuita, la Iglesia, el culto, predicación y cena del Señor, combatir en la actualidad. Las últimas líneas del libro son todo un programa para las comunidades protestantes: “Protestar a favor de Dios, en contra de las supersticiones religiosas que lo desfiguran, y protestar a favor del hombre, contra todo aquello que lo degrada y le hace mal. Para nosotros esta doble protesta coincide y se confunde con la fidelidad al Evangelio”.
El cuarto título que deseo sugerir como lectura estimulante y aleccionadora de la Reforma es sobre el personaje que la desató en el siglo XVI, Martín Lutero. Es un mar lo publicado acerca del teólogo alemán. De las muchas investigaciones biográficas que recorren la vida y obra del reformador, si nada más se me permitiese elegir una, en definitiva me quedo con el libro de Roland H. Bainton, Lutero (Editorial Sudamericana, 1978). Una reedición mexicana es la producida por la Casa Unida de Publicaciones en el 2007.
Bainton está
lejos de haber escrito una hagiografía de Lutero. Más bien nos lo presenta como un ser humano con dudas, contradicciones, enormes aciertos, seguidores y adversarios, dispuesto al sacrificio, decididamente opuesto a otras hermenéuticas de la Biblia que llevaron a otros personajes y movimientos a entendimientos, y prácticas, divergentes con las de Lutero. En suma, Bainton valora bien la gesta del teólogo germano, reconociéndole sus muchas fortalezas, pero también apunta sus rasgos intolerantes y sus sombras. Al hacer esto no lo demerita, sino que lo sitúa en su contexto y cómo confrontó al poder de la Iglesia católica, poder que resquebrajó de forma definitiva.
El quinto volumen es el de George H. Williams, La Reforma Radical (Fondo de Cultura Económica, México, 1983). Es una obra monumental, que ofrece una visión panorámica sobre un movimiento disperso por prácticamente toda la Europa del siglo XVI. Williams abrió caminos historiográficos sobre la temática más allá de los espacios contemporáneos confesionales identificados, sobre todo, con el anabautismo para hacer que el tópico ganara “respetabilidad” en esferas académicas de Norteamérica y Europa. Demuestra de forma contundente que los reformadores radicales, y las comunidades por ellos influidas y/o creadas, tuvieron propuestas muy firmes que significaron desafíos para el catolicismo romano y, también, para la que llama Reforma magisterial (“el luteranismo, las iglesias reformadas y la iglesia establecida en Inglaterra”).
Para Williams “la Reforma Radical, llamada a veces el ala izquierda de la Reforma (Roland H. Bainton), fue un movimiento hecho de tres tendencias principales, no muy estrechamente vinculadas al comienzo: el anabautismo, el espiritismo y el racionalismo evangélico. Estas tendencias acabaron por constituir un testimonio y un empuje únicos, una auténtica tercera fuerza, comparable con las otras dos, el protestantismo clásico y el catolicismo romano […] La Reforma Radical […] significó un intento de reorganización ajeno al punto de vista territorial y nacional”.
Los cinco libros que hemos sugerido para su lectura y estudio conforman un cúmulo que permite, a quien lo escudriñe, formarse una imagen rica y plural de lo que fue la Reforma. Éste se caracterizó por ser un movimiento diverso, que reconfiguró el mundo en lo religioso, político, económico y cultural.
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