Lo que nos hace verdaderamente humanos es la capacidad de vivir con propósito. No es sólo cuestión de tener metas. Como dice Mark Batterson, las metas son sueños con fecha de caducidad. El propósito que da significado a una vida no tiene fecha de caducidad.
De hecho, ese es uno de los problemas que enfrenta la mayoría de las personas. Solemos basar nuestro propósito de vida en cosas como nuestro trabajo, nuestra economía, nuestra belleza física, nuestra familia, nuestro proyecto o el nivel de adrenalina que descargamos por semana. Esas cosas se convierten en nuestro propósito porque, de manera consciente o inconsciente, las ponemos como respuesta a la pregunta más básica “¿Por qué hacemos lo que hacemos?” Pero cuando esas cosas caducan, también caduca nuestro sentido de vida.
La Biblia llama a todo eso idolatría.
Idolatría es una de esas palabras que suenan tribales y antiguas, pero que están más presentes que nunca. Y aunque la Biblia describe este problema humano todo el tiempo, tengo que reconocer que encuentro una de las descripciones más agudas de lo que la idolatría puede llegar a haceren el escritor estadounidense David Wallace.
Wallace fue uno de los escritores de referencia posmodernos y es considerado “uno de los escritores más innovadores e influyentes de los últimos 20 años” (David Ulin,
Los Angeles Times). El 21 de Mayo del 2005, Wallace fue invitado a dar el discurso de graduación del Kenyon College; un discurso que ya es famoso, titulado “This is Water” (Esto es Agua). A mitad del discurso, Wallace dice:
“…aquí va algo más que es raro pero verdad: en las trincheras diarias de la vida adulta, no existe de hecho tal cosa como el ateísmo.
No existe tal cosa como la posibilidad de no adorar. Todo el mundo adora. La única opción real que tenemos es qué adorar. Y la única razón, posiblemente irresistible, para que quizá escojas adorar algún tipo de dios o algo espiritual – sea Jesús o Allah, o Yahweh o la Dios Madre Wicca, o las Cuatro Nobles Verdades o quizá algún grupo de principios éticos inviolables – es que prácticamente cualquier otra cosa que adores te comerá vivo. Si adoras el dinero y las cosas, si eso es lo que le da significado real a tu vida, nunca llegarás a tener suficiente. Es la verdad. Adora a tu cuerpo, o la belleza y la atracción sexual, y siempre te sentirás feo. Y cuando el tiempo y la edad empiecen a pasar, morirás un millón de muertes antes de que de verdad te lloren definitivamente.
En cierto modo, todos lo tenemos claro. Ha sido codificado en mitos, proverbios, clichés, epigramas, o parábolas; el esqueleto de toda buena historia. El truco está en mantener esta verdad al frente de nuestra conciencia diaria.
Adora el poder, y terminarás sintiéndote débil y con miedo, y necesitarás más poder sobre otros para anestesiarte de tu propio miedo. Adora tu intelecto, que los demás te vean como inteligente, y terminarás sintiéndote tonto, un fraude, siempre al límite de que de verdad te descubran. Y lo más traicionero acerca de estas formas de adoración no es que sean perversas o pecado, es que son inconscientes.”
Son inconscientes. Lo interesante es que
el cristianismo parece insistir una y otra vez en que la historia es un esfuerzo continuo de Dios por hacer que esas formas inconscientes se vuelvan conscientes.
Pienso que
descubrir el propósito en nuestra existencia pasa por tres movimientos o pasos. Aquí van, en corto.
DE LA SEGURIDAD AL RIESGO
Para la mayoría de nosotros la vida es una carrera hacia lo seguro. Competimos para sentir que tenemos el control, y que en nuestro esquema no hay lugar para las sorpresas (sobre todo las malas). El problema es que
el control es una ilusión y es una ilusión que anestesia la posibilidad de ver a Dios en lo cotidiano.
Muchos cristianos suelen decir que quieren que Dios esté en control, pero evitan a toda costa ponerse en situaciones que requieran que Dios tenga el control. Y éste es el punto: si sientes que tú tienes el control es imposible que notes si alguien más lo tiene.
Muchos se preguntan si hay un Dios que tenga el control y que esté interesado en los detalles de la vida diaria, pero nunca se ponen en una situación en la que El sea la única salida.
DE LA ACUMULACIÓN A LA GENEROSIDAD
La generosidad no tiene que ver solo con el dinero. La generosidad
tiene que ver con usar algo que tú tienes para el beneficio de otros. Quizá es dinero, o quizá es tiempo, o un espacio.
DE LA ACCIÓN A LA CONTEMPLACIÓN
Todos los que me conocen saben que soy una persona de acción y resultados. Pero, por paradójico que parezca, creo que
la acción se ha convertido un ídolo entre los cristianos. Un ídolo que está emborronando el verdadero propósito del cristianismo. Cualquier persona puede hacerlo bien en el mundo, incluso por accidente.
Al final, todos perseguiremos un propósito u otro. La clave es ponernos en la situación en la que descubramos el propósito que no nos consuma.
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