Si observamos con detención la vida diaria y en particular la vida política, detectaremos que, por lo menos, hay cuatro tipos de palabras: palabras vacías, palabras autoritarias, palabras dichas con autoridad y las “hashtag” o las del “fin de la cita”.
Las palabras vacías son las palabras gastadas y desprestigiadas porque no están en consonancia con la vida del que las pronuncia. Son las típicas palabras del charlatán, religioso o político, cuya vida no es un fiel reflejo de las palabras, ideas o promesas que dice. Son palabras que, a lo más, se toleran, pero ni arrastran ni se las cree nadie.
Las palabras autoritarias son palabras enérgicas, dichas con fuerza, con gestos estudiados, pero no convencen. Asustan pero no persuaden, porque se pronuncian desde posturas de dominio y prepotencia, que casi siempre son de “escritores anónimos, al servicio de los que desean ser oradores” y que éstos al leerlas, a lo mejor se olvidan de la
en negrita que anuncia “final de la cita”. Resultan hasta repelentes al oído de quien las escucha y tiene capacidad, inteligencia y sentido común para no quedar embaucado.
Las palabras dichas con autoridad son aquellas que siempre van acompañadas de gestos creíbles, de acciones justas que las autentifican. Son la expresión sincera de unas vidas coherentes que actúan en la misma línea que piensan y hablan. Son palabras convincentes porque son dichas desde el prestigio moral. Uno las escucha con respeto y las sigue con agrado. No cabe duda que el Senador de Tarso, se refería a este tipo de palabras, cuando escribió que “estas se han escrito para la enseñanza”, de tal manera que, el gran escritor, ya auguraba, que lo dicho por otros, en su caso los Profetas y lo registrado por inspirados amanuenses, eran citas para informarnos, formarnos, educarnos y edificarnos en la sabiduría.
En el mundo actual, existen las palabras “HASHTAG”y/o las recopiladas como “fin de la cita”.
El
hashtag del inglés
hash, sorprendentemente, almohadilla o numeral, y
tag, sencillamente etiqueta, es una cadena de caracteres formada por una o varias palabras concatenadas y precedidas por una almohadilla o gato
# y sirve como una etiqueta de metadatos precedida de un carácter especial con el fin de que, tanto el sistema como el usuario, la identifiquen de forma rápida: “Fin de la cita”.
Y ahora yo, “Desde el Corazón”, en estas mis elucubraciones veraniegas, me gustaría, que mis lectores, que los hay, catalogaran las “citas” sacadas de las hemerotecas, y dichas unas y otras, no en el Senado, para descubrir si son palabras vacías, palabras autoritarias, palabras dichas con autoridad o mero trending topic, en un 1 y 2 de Agosto.
“Hay quien quiere convertir el Parlamento en una enorme comisaría…” se dijo allá por el 26 del 11 del 94; mucho antes, un tal TEJERO, casi lo convierte en una “prisión”, y recientemente, se ha querido convertir en un salvavidas de administraciones no claras “Fin de la cita”.
Se dijo, casi por el mismo tiempo: 28.12.94
“las Cortes no están para suplantar la acción de los jueces en la instrucción de los sumarios” y redicho esto, de forma indirecta, recientemente en el Senado, para que a uno le dejen tranquilo, no se dice que se intenta manipular a los mismos jueces de forma política para propios intereses “Fin de la cita”.
Palabra maleducada y bien poco delicada es decir que:
“un ciudadano tiene que cotizar 35 años para percibir una jubilación, y a los diputados les baste sólo con tres o con seis, según el caso y que a los miembros del gobierno para cobrar la pensión máxima sólo necesiten jurar el cargo” “Fin de la cita”.
Por Radio se dijo en un 20.9.2011:
“esperaré a que la justicia acabe su trabajo. Es lo razonable y lo que me parece que hay que hacer en todos los casos” y dice el hombre de la calle que ¿cuándo la justicia investigará el ingente dinero destinado a sostener a los partidos aprobados por los mismos políticos que viven de ello, y que es en lo único en lo que todos están de acuerdo? “Fin de la cita”.
Un hashtag que se ha citado en muchos lugares, pero que no ha prendido en la lógica de los parlamentarios, es el que afirma que:
“ex ministros, ex secretarios de Estado y altos cargos públicos, cuando cesan, son los únicos ciudadanos de este País que pueden, legalmente, percibir dos salarios del erario público” y se sorprenden de esto una parejita de viudos, que quiere casarse para mitigar su soledad, pero si lo hacen, uno de ellos pierde su pensión.
¿En qué clases de palabras colocaríamos tan reales citas? Sé que por este artículo no recibiré parabienes, pero me lo he pasado muy bien escribiéndolo, y hasta me he distraído con irónica tristeza hablando sobre todo esto.
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