Hace ahora justo 150 años -corría el año 1863- que se realizó en una galería de Nueva York la primera exposición fotográfica que mostraba de primera mano la realidad de la guerra. El autor, Mathew Brady, cubrió la Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865) a gran escala, al principio con su carro laboratorio y posteriormente coordinando desde Washington, D.C. el trabajo de sus 24 ayudantes, a quienes fue enviando a los sucesivos escenarios bélicos con sus carros laboratorios, corriendo grave riesgo.
A la gran novedad de la exposición de fotografías de guerra, y en una galería de arte -Brady es considerado el ‘padre’ del fotoperiodismo norteamericano-, se unía otra novedad de colosal relevancia histórica: también era la primera vez que se mostraban fotos de cadáveres.
Tras lo novedoso del ‘evento’, lo cierto es que llovía sobre mojado en cuanto a mostrar fotos de guerra -la fotografía estaba en sus inicios, abriéndose paso como medio documental ‘fehaciente’-, pues fotos campos de batalla de otra guerra, la de Crimea (1853-1856) habían sido mostradas ocho años antes en Londres por el fotógrafo inglés Roger Fenton, quien a su vez es considerado con anterioridad el ‘padre’ del fotoperiodismo europeo.
La diferencia: en las fotos de Fenton pueden verse campos sembrados de proyectiles tras las batallas, sin rastro de personas. En las de Brady,
pueden verse zanjas repletas de cadáveres.
Cadáveres, no –Fenton, Inglaterra- vs. cadáveres, sí -Brady,América-. Algo hay, si se empeñan, de trasfondo del puritanismo religioso reinante, de imposición de la “cuidadosística” de los despachos eclesiásticos, en no mostrar la crudeza de la realidad -dicho en Román paladino: censura eclesiástica-. Pero la razón última de tan radicalmente enfrentada praxis metodológica sobre las primeras imágenes-límite de la Guerra de Secesión americana es tiempo perdido. Brady era un profesional libre que contaba en fotografías lo que pasaba en la guerra. Fenton, un enviado de la Corona británica a hacer fotos ‘políticamente correctas’ de la guerra, tenía el encargo de hacer fotos “amables”, política -y religiosamente- “correctas”...
Para Brady no había otra consigna que su profesionalidad; él era su jefe. Para Fenton, la consigna se la había impuesto quienes le contrataron del imperial gobierno: “
No dead bodies”, nada de fotos de cadáveres. Se trataba de neutralizar el estado de opinión antibelicista que alimentaba
The Times.
Dirán servicio religioso cantado con órgano. Pero así se escribe la historia.
Desde entones acá, hasta las fotos límite de la tragedia ferroviaria de Santiago, miles de historias se han sucedido de imágenes-límite.
Veamos hoy, para no apabullar ni herir susceptibilidades, dos imágenes “religiosamente correctas”, si bien con lecturas ideológicas -llámenlo ‘religiosas’, ‘espirituales’, etc.-, pero son puramente ideológicas, políticas
MUERTE DE CHE GUEVARA
La foto que muestra el cadáver de Ernesto Che Guevara ejecutado de manera clandestina y sumaria el 9 de octubre de 1967 tras ser capturado y por el Ejército boliviano en colaboración con la CIA no le consta a este columnista que haya sido condenada por instancia religiosa
evangelical alguna.
La foto sirvió para fortalecer la concienciación y la lucha de la izquierda en todo el mundo contra los métodos de la CIA al servicio del imperialismo norteamericano.
“LA NIÑA DEL NAPALM”
El 8 de junio de 1972, un avión norteamericano bombardeó con napalm la población de Trang Bang. El fotógrafo vietnamita Nik Ut fotografió a un grupo de niños que huían despavoridos del infierno del napalm. Una niña desnuda corría desnuda al frente con su ropa en llamas. Era Kim Phuc. Después de hecha la foto, Nik Ut la llevó al hospital, donde permaneció durante 14 meses, sometida a 17 operaciones de injertos de piel.
Hoy, Kim Phuc, viaja por todo el mundo en misiones de buena voluntad con su Fundación llevando la foto por bandera. El fotógrafo, Nik Ut que la acompaña con frecuencia a actos, se identifica como el “padre” de “la niña del napalm”.
Esta otra foto sirvió para que -a pesar del silencio de oenegés, iglesias, etcétera-… el gobierno de Estados Unidos decretara el fin a la guerra de Vietnam.Triunfó, una vez más, la libertad de prensa frente a lo política o religiosamente correcto… ¡Gloria a Dios!
El fundamentalismo religioso, para al que lamentabilísimamente no existen grises, pues todo ha de ser dogmáticamente “blanco” o “negro”, debe una explicación a Kim Phuc, a Nik Ut… y por omisión, porque no entraba en la iconografía de lo religiosamente debatible, a la memoria de Che Guevara.
Los matices, los grises, las variables… la bendita libertad de expresión frente a la férrea pared del dogma… Ay, Señor.
(Continuará).
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