Juan A. Mackay y su obra, varios autores. Editorial Andamio. Barcelona, 79 páginas
¡Ojo a ANDAMIO!
Hace años, varios jóvenes evangélicos catalanes, encuadrados en los Grupos Bíblicos Universitarios, todos soñadores, idealistas, con más ilusiones que medios, decidieron poner en marcha una modesta empresa editorial.
No tuvieron en cuenta los problemas relacionados con el libro, el cálculo de precios, la elaboración, la distribución, la publicidad, la propiedad literaria y otras cuestiones. No era falta de prudencia. Era exceso de ideal, fe y confianza en el Dios por el que dirigían sus vidas. Sin ideales y sin confianza en las propias facultades no se produce realidad buena alguna.
David venció a Goliat con una piedra.
Fue así como nació PUBLICACIONES ANDAMIO. Comenzó con libros breves de páginas sobre temas monográficos, pero
al día de hoy se ha convertido en una importante y selectiva editorial en el mundo evangélico que habla el idioma de Cervantes, con una oferta ininterrumpida de obras que llegan a alcanzar las 200 y 300 páginas. Unos sueños se roncan y otros se realizan. Esto último ha premiado la fe y la constancia de quienes iniciaron la publicación de ANDAMIO.
El pasado mes de abril tuvo lugar en Madrid la reunión que anualmente suele celebrar la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos (ADECE). Con tal motivo ANDAMIO dispuso una mesa con libros propios a la venta. Allí encontré un ejemplar atrasado dedicado íntegramente al escritor y misionero escocés Juan A. Mackay.
Algo sabía yo acerca de éste hombre. Mi admiración por su persona data de años, cuando leí la primera edición castellana de su libro EL OTRO CRISTO ESPAÑOL, publicado en 1952. Poseo otra versión hecha en México en 1989. Después me sorprendió el juicio del aragonés Pedro Laín Entralgo, uno de los pensadores más importantes de la España contemporánea. En página 372 de su lúcido ensayo MI RELIGIÓN, Lain Entralgo dice de Mackay que fue “poeta, español y apasionado especulador de sus relaciones personales con el Dios del Cristianismo”.
En el pequeño volumen de ANDAMIO escriben Francisco Mira, Samuel Escobar y Anabel Fernández.
Unos datos biográficos.
John Alexander Mackay nació en Inverness, Escocia, el 17 de mayo de 1889. Murió en Maryland, Estados Unidos, el 9 de junio de 1983. Tuvo en la tierra
una vida larga, 94 años. Los padres eran sumamente piadosos, de rigor calvinista. A los 14 años leía la epístola a los Efesios con gran interés. La lectura temprana de la Biblia despertó su vocación misionera. Estudió en Universidades de Escocia, Perú y Estados Unidos. En la Universidad de Madrid tuvo como profesor al catedrático Miguel de Unamuno, cuya personalidad dejó en él huellas profundas. La Iglesia presbiteriana del Norte lo nombró secretario de misiones para Latinoamérica y África. En una de sus cartas circulares se expresaba así: “cada vez siento más intensamente que la suprema necesidad que experimentamos hoy día en la Iglesia y en el mundo, es lo que designo como “un renacimiento” evangélico, con lo cual quiero decir un redescubrimiento del Evangelio de Cristo en su dimensión más plena”.
Dice
Samuel Escobar que “la significación sin par del legado misionero de Juan A. Mackay se puede medir por la marca profunda que su vida dejó en el mundo y en la Iglesia durante el siglo XX”. Como consecuencia de una visita a Cuba Mackay escribió dos artículos en 1964 y 1965 que fueron objeto de aguda controversia. “En su interpretación de América Latina –añade Escobar- Mackay mantuvo su convicción evangélica, pero manifestó también una aguda sensibilidad hacia la realidad socio-política”.
La obra de ANDAMIO da cuenta de una bibliografía abreviada del autor escocés: siete libros publicados en castellano y otros siete en inglés. Entre los primeros destaca la tesis doctoral que presentó en Lima con el título DON MIGUEL DE UNAMUNO: SU PERSONALIDAD, OBRA E INFLUENCIA y EL OTRO CRISTO ESPAÑOL, publicado, como queda escrito, en 1952 en México por la Casa Unida de Publicaciones y La Aurora en versión de Gonzalo Báez-Camargo.
En 1918 Mackay escribió un largo y emotivo artículo en el que habla de sus primeros encuentros con Unamuno. ANDAMIO lo reproduce íntegro en 29 páginas de texto. Conmueven los recuerdos del misionero ante el filósofo. Dice: “Dos años y medio hará que, andando por tierras de España, encontréme en la ciudad medieval de Salamanca. Durante una corta estancia en ese lugar de la vieja Castilla, donde las orillas del lento Tormes respiran memorias de pícaros místicos, y donde innumerables edificios conservan huellas aun de la piedad y cultura de antaño, cúpome la suerte, en dos ocasiones, de visitar, en su propio domicilio, al ilustre escritor vascongado don Miguel de Unamuno. A los momentos pasados a los pies de este maestro eximio, cuyas conversaciones me volvieron en fervoroso admirador y discípulo, tributo los siguientes tan indignos renglones”.
El título que Mackay pone a su libro más conocido está inspirado en uno de los poemas más citado de Unamuno, que tiene similitudes con otro poema de Antonio Machado, LA SAETA.
El largo poema de Unamuno en torno al CRISTO YACENTE DE SANTA CLARA, publicado por vez primera en LOS LUNES DE “EL IMPARCIAL” en Madrid, el 26 de mayo de 1913, termina con una negación del Cristo terreno y una evocación al Cristo del cielo.
Dice el pensador vasco: “el Cristo de mi tierra es sólo tierra, tierra, tierra. Cristo del cielo, líbranos del Cristo de la tierra”.
Aludiendo a este poema,
Báez-Camargo explica que “
la gran renovación religiosa que España e Iberoamérica esperan y urgentemente necesitan, consistiría, esencialmente, en rescatar de su sepulcro de tierra a este “Otro Cristo” que es el Cristo verdadero y al que en sus mejores y más iluminados momentos de intuición espiritual, el alma hispánica se abrazó, abrasándose en El su más íntima entraña”.
Esto, que era verdadero y necesario ayer, sigue siendo necesario y verdadero hoy.
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