Millones de mujeres, niños y niñas y hombres de todo el mundo se les obliga a vivir como esclavos, en condiciones que ni si quiera podemos imaginar. Las personas son vendidas como objetos, obligadas a trabajar por salarios irrisorios, o hasta sin salario, maltratados, hacinados y viviendo a merced de sus “empleadores”.
Algunas de las condiciones en las que se encuentran las personas que están siendo explotadas laboralmente son:
-Se les obliga a trabajar – mediante amenazas psicológicas o físicas;
-Se les convierte en propiedad de un “empleador”, generalmente mediante maltrato físico o mental o mediante amenazas de maltrato;
-Se les deshumaniza y es tratado como mercancía, o se les compra y vende como a una “pertenencia”;
-Se les limita físicamente o se les impone restricciones a su libertad de movimiento.
El trabajo forzoso afecta a millones de hombres, mujeres, niñas y niños en el mundo entero y se detecta principalmente en las industrias de uso intensivo de mano de obra y/o poco reguladas, tales como; agricultura y pesca, servicio doméstico, construcción, minería, manufacturas, prostitución y explotación sexual comercial, mercado comercial y actividades ilegales.
La Organización Internacional del Trabajo calcula que
el 55% de las víctimas del trabajo forzoso son mujeres y niñas, al igual que el 98% de las víctimas de trata con fines de explotación sexual.
Varios casos resaltados en la prensa desde el año pasado han arrojado luz sobre algunas empresas que en el pasado publicitaron sus credenciales de comercio justo, pero de las cuales
se descubrió que no habían hecho un esfuerzo a fondo por conocer su cadena de suministro ni por vigilarla con regularidad para verificar que en ninguna parte del proceso hubiera trabajo forzoso. Ya sea que los productos provengan de África o de Latinoamérica, o que las prendas de vestir estén confeccionadas con telas de algodón de África Occidental o de Asia Central, las empresas deben asumir la responsabilidad de verificar su cadena de suministro completa.
Muchas organizaciones nacionales e internacionales durante mucho tiempo han denunciado la situación y han dejado en evidencia a algunas de las marcas más conocidas y consumidas. Intermon Oxfam hace tan sólo unos meses evaluó el impacto social y medioambiental de las 10 grandes empresas de alimentación y bebidas en el sistema alimentario mundial (puedes
verlo aquí)
También puedes encontrar un análisis de varias empresas de distintos sectores que
la Campaña Ropa Limpia ha realizado.
La Organización Internacional del Trabajo también
se ha unido a la lucha contra la trata con fines de explotación laboral denunciando las condiciones de millones de mujeres que viven en situación de esclavitud y dando alternativas a través de la formación a aquellas víctimas potenciales. De este modo las protegen de la trata y les aseguran una inserción segura en el mercado laboral.
El trabajo forzoso está sustentado en un Sistema Económico mundial donde el “primer mundo” es el principal beneficiario. Los países centrales son aquellos que marcan las reglas del juego, los que ostentan el poder y los que obtienen sus ganancias a través de la mano de obra barata y de la explotación de la población de los países periféricos y semiperiféricos.
Es decir,
gracias a la globalización, todo lo que compramos está realizado con productos cuya materia prima proviene de en un país, se modificó en otro, se trabajó en el hemisferio opuesto y acabó usándose donde viven los ricos.Por eso nuestra ropa viene de Tailandia, China, Marruecos, Pakistan…Desde que te levantas hasta que te acuestas estás usando productos que han sido fabricados por personas que se encuentran explotadas laboralmente. Desde el café que tomamos por la mañana, la ropa que usamos para salir de casa, la fruta que compramos y que gustosamente saboreamos, los muebles que usamos, y las sábanas sobre las que descansamos. Ha llegado la hora de ir más allá, de preguntarnos no solo cuál es el precio que pagamos por nuestra ropa sino el qué pagarán a aquellos que confeccionan y que trabajan sin garantías. Trabajadores que ven vulnerados sus derechos laborales que, paradójicamente y desde la opinión pública, tanto nos afanamos en defender.
¿Hay alguna alternativa? ¿Alguna opción? ¿Existe manera de parar este sistema mundial explotador?
Muchos han optado en los últimos años por comprar y consumir productos de Comercio Justo, algunas de las razones a las que se abongan son; que la elaboración de los productos se dan condiciones laborales óptimas, salarios adecuados y condiciones dignas para los productores, no existe la explotación laboral infantil, se dan condiciones de igualdad entre hombres y mujeres, en el trato y en la retribución económica equitativa, se respeta el medio ambiente y el entorno donde se producen los productos…
El Comercio Justo constituye, además, un movimiento internacional formado por organizaciones del Sur y del Norte. Su objetivo es mejorar el acceso al mercado de los productores más desfavorecidos y cambiar las injustas reglas del comercio internacional que consolidan la pobreza y la desigualdad mundial.
Para saber más sobre el Comercio Justo puedes encontrar toda la información y alternativas de consume en la
página de la Coordinadora Estatal del Comercio Justo.
La esclavitud está muy cerca, en nuestra calle en forma de mujeres explotadas sexualmente o bien en nuestras despensas, en forma de chocolate fruto de explotación de menores… Ahora conoces el problema, y ahora tienes la oportunidad de ser parte de la solución ¿Qué vas a hacer? ¿Levantarás tu voz por aquellos condenados en silencio? ¿Abrirás tus ojos a la realidad? ¿Darás tu vida por aquellos que son las viudas y los huérfanos de nuestra sociedad, los esclavos, los olvidados?
William Wilberforce, Político británico y Protestante. Consiguió la abolición de la esclavitud en Gran Bretaña en 1807, su trabajo inspiró al resto del mundo.
Este artículo forma parte de la revista P+D Verano 04, que puedes leer a continuación o descargar aquí (PDF).
Si quieres comentar o