A una congregación que está, histórica y cómodamente, establecida en una sociedad rica y complaciente le resulta fácil contemporizar con todos sus representantes. Pero, paralelamente, ocuparse de la mutua edificación de sus miembros debe ser para ella una tarea imposible, puesto que cuando los cristianos vivimos igual que los mundanos indefectiblemente relegamos a Dios a un segundo plano.
Como ya vimos en nuestra anterior, no hubo ninguna palabra de encomio para la iglesia en Sardis, pues su testimonio no cerraba. Sí, hubo una exhortación seguida de una severa advertencia por parte del Señor. Sin embargo, como hemos de ver, también recibirían un reconocimiento y tres recompensas. Dice el Señor:
“Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.
El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”(1)
1. UNA EXHORTACIÓN TRASCENDENTE.
‘Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete.’
La iglesia en Sardis no ostentaba excelencia en nada: no había madurado en fe, no marcaba diferencia alguna con el mundo en franca descomposición que la rodeaba; no atraía por su compañerismo cristiano; no crecía; no hacía obra misionera. Porque había confiado en sus propias posibilidades, ninguna de sus obras era perfecta. Como ocurría con la ciudad, la iglesia había descuidado la vigilancia y bajado la guardia frente a sus enemigos.
Lo paradójico es que su decaimiento no estuviese causado por la introducción de herejías, de prácticas judaizantes o idolátricas, o por actos de grosera inmoralidad como ocurría en otras iglesias que ya vimos.
Fueron su ritual vacío de contenido, su tendencia a aburguesarse y su falta de compromiso con el prójimo los que terminaron por volverla intrascendente. Además, toda iglesia que esté realmente viva siempre estará bajo ataques. Jesús les advirtió a sus discípulos:
“¡Ay de vosotros cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!” (2)
Una iglesia que no genera ninguna oposición en su medio debería revisar si tiene un testimonio vivo de Jesucristo.
Los de Sardis no se privaban de nada, pues vivían en una sociedad llena de atractivos; si seguían reuniéndose como iglesia era por una cuestión de costumbre. Vivían de un modo impropio de hijos e hijas de Dios, se habían desviado de la fe, pero presentaban una fachada de religiosidad que era totalmente ineficaz
(3). Además, porque no se miraban en el espejo de Cristo no veían que iban manchando sus vestiduras al tener una doble conducta.
¿Es de un cristiano auténtico el sostener, simultáneamente, dos estándares de vida tan opuestos?
En Sardis la mayoría había olvidado lo que había oído y recibido. Retener la sana doctrina y emplear una liturgia sencilla son buenas obras sólo si ambas van acompañadas del reconocimiento de que Jesucristo, nuestra Cabeza, es nuestro único centro de adoración y dependencia. Si olvidamos que solo en Cristo comienza, se nutre y completa nuestra vida de fe; si no estamos íntegramente enfocados en Él como individuos y piedras vivas de la iglesia; vamos camino de una segura muerte espiritual; nos parecerá que estamos vivos, pero la realidad será lo opuesto.
La historia de Israel en el desierto enseña que el único modo de sobrevivir durante la travesía fue recibir y atesorar la provisión que venía cada día del cielo. No guardar la Palabra (no nutrirnos de ella y obedecerla) nos vuelve sal sin sabor y luminarias apagadas en un mundo insulso que acelera su debacle en medio de la más oscura ignorancia.
El mensaje apostólico insiste sobre la necesidad de retener la sana doctrina de Jesucristo. Nosotros lo recibimos gracias a que muchos obedecieron al mandato divino antes que nosotros. Pablo escribe sobre ello a los romanos haciéndoles ver la necesidad de retener
“aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados”
(4).
También exhorta a los tesalonicenses:
“Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra” (5). No basta con oír y recibir; también debemos guardar; en otras palabras: debemos aprender y enseñar a retener. Tal como le recomienda a Tito respecto a que un anciano (obispo) de la iglesia debe ser
“retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (6).
(Todas las negritas son mías)
Los de Sardis no se guiaron por el consejo apostólico; duele reconocerlo, muchos de los que hoy son considerados ‘cristianos’ tampoco. Por esa razón el Señor de la iglesia nos hace ver que la única manera de volver a la senda recta es un cambio de 180º; es decir, por la vía del arrepentimiento (que no es lo mismo que sentir remordimiento).
El remordimiento nos causa dolor y angustia; lo sentimos intensamente cuando desearíamos dejar atrás años de frustraciones e impotencia, de desilusiones y fatigas, de fracasos y desaliento; y no podemos.
No ocurre lo mismo con el arrepentimiento que produce el Espíritu de Verdad. Para los que nos reconocemos peregrinos sobre la tierra, en el Plan perfecto de Dios el arrepentimiento es el comienzo del camino y el que nos asegura el sustento cotidiano en nuestra andadura rumbo a la patria celestial.
2. UNA ADVERTENCIA CON ULTIMÁTUM
‘Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.’
Los de Sardis no velarían sino sólo después de arrepentirse; antes, no podrían. No estar en actitud de alerta, aguardando la ocurrencia de algo largamente anunciado, habla de una actitud de ignorancia o negligencia.
No sé si ya se hizo eso de preguntar a bocajarro a los transeúntes de cualquier ciudad: ‘¿Espera usted a Jesucristo?’ Seguramente tendríamos muchas respuestas; e imagino que serían mayoritariamente negativas. Tal vez incluirían miradas asombradas y despectivas; también habría unas pocas ingeniosas, por ejemplo ‘no, yo estoy esperando a Godot’
(7) (o al autobús); otras chistosas y algunas ofensivas e irreproducibles por lo groseras. Nos haría felices de oír el asentimiento de algunos; pues presumo que son poquísimos los que esperan el regreso de Jesucristo.
No pueden esperar al Señor porque no le conocen aún; no le conocen porque no se han arrepentido de sus pecados.
Lo triste y paradójico sería que, los que hemos gustado la salvación por gracia, lo olvidásemos y no esperásemos Su retorno. Me temo que esta no sea una suposición equivocada. La advertencia es que, si no recuperamos lo que somos y tenemos en Cristo Jesús, Él vendrá sin aviso previo; como hace un ladrón en la noche.
Un ladrón no viene a buscar lo que es suyo, sino a robar lo que es propiedad ajena. Para dormir tranquilos o ausentarse sin temor cada vez son más los que ponen alarmas en sus casas o contratan seguros contra robos. El énfasis del texto es que el Señor –el dueño de la iglesia- vendrá en el momento menos pensado, mientras los tranquilos creyentes duerman plácida y confortablemente sobre su salvación.
La Palabra de Dios advierte que los que descuidan la misión que Él les ha dado para llevar a cabo en el sitio donde les ha puesto, habrán de llevarse menudo disgusto cuando despierten. De pronto, no encontrarán explicación que dar sobre qué hicieron con la misión a ellos encomendada. Y no habrá justificativo alguno que alcance, ni tiempo para pedir otra oportunidad. Perderán toda recompensa.
Se cumplirá en ellos lo que le ocurrió al mal siervo de la parábola narrada por Jesús, aquél que se dijo a sí mismo:
“Mi señor tarda en venir” (8); o al rico insensato a quien Dios dijo:
“Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.(9)”
Mientras algunos siguen calculando y pronosticando el día en que Cristo regresará, y otros negligentes duermen despreocupados, San Agustín decía que
“El último día es un secreto para que estemos alerta todos los días.”
3. UN RECONOCIMIENTO EJEMPLIFICADOR
‘Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.’
¡Qué alivio nos da leer esta frase! En medio de una mayoría despreocupada de su real condición, que tenían sus vestiduras arruinadas delante de Dios, nos reanima saber que Él veía en Sardis la presencia de unos pocos fieles cuyas vestiduras todavía se mantenían limpias.
Es necesario detenernos aquí para analizar que el concepto bíblico de fidelidad tiene una doble interpretación. El AT enfatiza la fidelidad de Dios hacia el hombre; el NT enfatiza la fidelidad del creyente hacia Dios por medio de Jesucristo. Ambas interpretaciones se complementan; sería incorrecto intentar entenderlas o aplicarlas por separado.
Desde el AT leemos que Dios reconoce a sus fieles en medio de la multitud de malvados.
Abraham intercedió por los de Sodoma ante Dios. Suplicó:
“Lejos de Ti que hagas morir al justo con el impío.”(10).
Abías fue el único de los hijos de Jeroboam en quien se halló algo bueno
(11).
David fue hallado por Dios como
“varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.”
(12)
En el NT Dios reconoce a aquellos cuyas vestiduras no están manchadas. La expresión “sin mancha” se repite once veces en los escritos apostólicos
(13).
¿Por qué asocia el NT la conducta irreprensible de los cristianos con las vestiduras blancas?
El comentarista William Barclay nos brinda esta explicación:
“En el mundo pagano no se le permitía a ningún adorador acercarse al templo de los dioses con la ropa sucia. Para los paganos se trataba de la limpieza exterior; pero aquí puede que describa a la persona que ha mantenido el alma limpia para poder entrar a la presencia de Dios sin ser avergonzada.”
Más adelante, amplía su enfoque:
“En esta etapa de la Historia de la Iglesia el bautismo era de creyentes, y en su bautismo una persona se comprometía personalmente con Jesucristo. Esto es aún más probable porque era costumbre vestir a las personas con vestiduras limpias blancas cuando salía del agua simbolizando así la pureza de su nueva vida. A eso alude la expresión española ‘estar in albis’ que se refiere a la inocencia de los recién bautizados.”(14)
Diversas congregaciones siguen hoy la ordenanza del Señor Jesucristo practicando el bautismo por inmersión; y suelen celebrarla vistiendo de blanco a los que se bautizan. Yo mismo he sido bautizado de este modo. Pero, notemos bien, el énfasis no está puesto tanto en el acto – que en sí ya es un acto de obediencia - sino en la vida que sigue después de él. La persona que es fiel al Señor, será recibida como aquél siervo de la parábola:
“Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” (15)
La vestidura blanca es símbolo de dignidad eterna. Sólo los fieles a Cristo hasta el fin son dignos de usarlas.
Somos propensos a caer en dos extremos de indignidad. El primero: siempre pedir de todo a nuestro Padre, como si fuese el único uso a darle a la oración. El segundo: olvidar que Él también espera algo de nosotros; no darle algo de lo poco que Él nos pide; y, si lo hacemos, hacerlo como una carga pesada, sin alegría ni gratitud.
¿Qué significa la promesa del Señor ‘andarán conmigo’?
Para los que obedecen la exhortación apostólica:
“Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él” y esta otra:
“Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (16) no les resultará extraño caminar junto al Señor en la gloria, como lo hicieron sus elegidos durante su ministerio terrenal.
Barclay hace aquí un par de interesantes comparaciones:
“En la corte persa, a los favoritos del rey de más confianza se les concedía el privilegio de pasearse con él por los jardines del palacio, y se los llamaba ‘Los compañeros del Jardín’. Los que hayan sido leales a Dios se pasearán algún día con Él en el Paraíso.” Concluye con esta otra:
“Puede que se haga referencia a la antigua historia de Enoc: ‘Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios’. Enoc anduvo con Dios en la tierra, y siguió andando con Dios en los lugares celestiales. El que se conduce de acuerdo con Dios en la tierra gozará de Su íntima compañía cuando llegue al final de su vida presente.”(17)
4. TRES RECOMPENSAS PARA EL VENCEDOR
‘El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.’
1. Vestiduras blancas.
Esta recompensa tiene varios simbolismos
(18):
a. De victoria. En el imperio romano celebraban las victorias vistiéndose todos de blanco, tanto pueblo como gobernantes. La misma ciudad imperial se vestía de blanco (
urbs candida). Este es un ejemplo que anticipa la celebración de la victoria final en la Ciudad Celestial.
b. De fiesta y alegría. En la Antigüedad el blanco era usado para las fiestas donde reinaba la alegría. El Predicador recomienda:
“En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza”. La promesa es que estaremos sentados a la mesa del banquete preparado por el mismo Señor a su iglesia.
c. De integridad. Los justificados en Cristo Jesús que se mantengan fieles hasta el fin son los íntegros que
“Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre.”
d. De Dios como luz.Isaac Newton demostró que los colores provienen de la luz. En la teoría del color el blanco es la suma de todos los colores y se lo denomina luz; mientras que el negro no categoriza como color sino como ‘ausencia de luz’. Mucho antes de Newton, el salmista dijo de Dios:”
El que se cubre de luz como de vestidura”
e. De pureza.En la mayoría de las culturas el blanco está asociado a lo puro y limpio. En el ‘sermón del monte’ Jesús enseñó a la multitud
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.”
f. De resurrección. Los que se bautizan usando ropas blancas, al salir del agua dan testimonio de que han ‘resucitado’ a una nueva vida en Cristo. De la misma manera, cuando Cristo regrese transformará nuestros cuerpos mortales en cuerpos incorruptibles, semejantes al suyo glorificado, resucitando primero a los que durmieron en Él.
2. Un nombre que no será borrado del libro de la vida.
Algunos yerran cuando predican diciendo que la persona que recibe al Señor en su corazón su nombre pasa a estar escrito en el libro de la vida.
Se dice que en el mundo antiguo los nombres de los súbditos de un reino al nacer eran registrados en libros. Si alguno de ellos delinquía contra el Estado su nombre era tachado. Lo mismo cuando alguien moría.
La enseñanza de la Biblia es bastante diferente: Dios ya tiene registrados todos los nombres de los seres humanos. A unos los mantendrá escritos, son los que Él justificó. A otros los borrará, son aquellos que no se arrepintieron
(19).
a. Moisés ofreció a Dios que borrase su nombre de él, con tal de salvar a la nación a causa de sus pecados.
b. David confiaba en que un día Dios borrase los nombres de los malvados que lo acosaban.
c. Los que estén escritos en el libro de la vida serán librados en el día del juicio.
d. Los nombres de los colaboradores del apóstol Pablo están registrados en el libro.
e. Los que no tengan sus nombres escritos en el libro serán arrojados al lago de fuego.
f. Solo los que estén escritos en el libro entrarán a disfrutar de eterna bendición.
3. El Señor Jesucristo confesará su nombre ante el Padre y sus ángeles.
La confesión es sumamente importante en la relación personal del creyente con el Señor y con su prójimo. Los mártires de la fe no dejaron de confesar a Jesucristo hasta cuando morían quemados o devorados por las fieras. Jesucristo prometió a los que le confiesen delante de los hombres, que Él confesará sus nombres delante de Su Padre y de Sus ángeles
(20). Yo disfrutaba de niño cuando era felicitado por cumplir bien con mis deberes.
¿Querría alguien perderse tamaña recompensa de boca del Rey de reyes y Señor de señores en aquél día?
También hará lo opuesto: al que le niegue, Él también le negará. ¡No imaginamos mayor desolación que esa!
‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’.
Jesucristo es el enviado del Padre para salvación a todo aquél que cree. Confesar con nuestra boca Su nombre es creer en el que le envió. Por esa razón Jesús confirma en oración que ninguno de los que el Padre le había dado se perdió, salvo el hijo de perdición por cuya mano fue entregado
(21).
Jesucristo es eternamente fiel con la persona que le es fiel. Que Él nos ayude a serle fieles en todo, y a esperarle cada día como si fuese la víspera de su gloriosa venida.
En nuestro próximo artículo: Carta a la iglesia en Filadelfia. Hasta entonces, si el Señor lo permite.
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Notas
Ilustración: Antiguo reloj de sol de la iglesia de San Francisco en Santa Cruz de La Palma, recientemente restaurado por el Servicio de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de esa ciudad canaria
1. Apocalipsis 3:1-6
2. Lucas 6:26
3. 2ª Timoteo 3:5
4. Romanos 6:16-18 – “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.”
5. 2ª Tesalonicenses 2:15
6. Tito 1:9
7. ‘Esperando a Godot’, a veces subtitulada Tragicomedia en 2 actos, es una obra perteneciente al teatro del absurdo, escrita a finales de los años 1940 por Samuel Beckett y publicada en 1952 por Éditions de Minuit.(Wikipedia)
8. Mateo 24:48-51
9. Lucas 14:20,21
10. Génesis 18:25
11. 1ª Reyes 14:13
12. Hechos 13:22
13. Sin manchaes traducida de diversas palabras griegas que significan lo mismo con sus variantes: αμωμος (amômos), αμωμα (amôma), αμωμητα (amômêta), αμωμους (amômous), αμωμου (amômou), αμωμον (amômon), αμωμοι (amômoi), según el Diccionario Griego del Nuevo Testamento, Concordancia Analítica; link: http://diccionariodelabiblia.blogspot.com.es
1. Efesios 1: 4“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,”; 2. Efesios 5: 27 “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”; 3. Filipenses 2: 15 “para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”; 4. Colosenses 1: 22”en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él”; 5. Hebreos 7:26 “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos;6. Hebreos 9: 14 “¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”; 7. Santiago 1:27 “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo; 8. 1ªPedro 1: 19 “sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”; 9. 2ª Pedro 2:14 “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz”, 10. Judas 24 “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”; 11. Apocalipsis 14: 5“y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios. “
14. William Barclay, COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO, Tomo 16, El Apocalipsis (I), página 59. Recomiendo unacuidadosa lectura de este comentario
15. Mateo 21:23, 25; Lucas 19:17
16. Colosenses 2:6 ;
Gálatas 5:16
17. Ibíd. en 14, página 60; la cita bíblica es de Génesis 5:24
18. b. Eclesiastés 9:8; Salmo 23:5;
c. Mateo 13:43; d. Salmo 104:2a; e. Mateo 5:8; f. 1ª Corintios 15:52
19. a. Éxodo 32:32; b. Salmo 69:28; c. Daniel 12:1; d. Filipenses 4:3; e. Apocalipsis 20:15; f. Ibíd. 21:27
20. Mateo 10:32s; Lucas 12: 8s
21. Juan 17:7.8.12
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