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Protestante Digital

 
Un intelectual evangélico en el periodismo mexicano (III)
 

Báez-Camargo y el movimiento estudiantil del 68

Para el intelectual evangélico los agentes soviéticos no eran ajenos al movimiento.
KAIRóS Y CRONOS AUTOR Carlos Martínez García 27 DE JULIO DE 2013 22:00 h

El enfrentamiento de los estudiantes universitarios y el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz en 1968 es, por sus repercusiones inmediatas y de largo plazo, el acontecimiento socio-político más importante del México posrevolucionario. La transición del sistema político mexicano, su gradual apertura, se inicia en ese año que Octavio Paz considera axial tanto nacional como internacionalmente.

Está en lo cierto Soledad Loaeza cuando escribe:

Tan profundo fue el efecto de la crisis de 1968, que puede pensarse que precipitó, en particular a través del reformismo de los años siguientes, un cambio del sistema político que es la base del cambio de régimen que está ocurriendo actualmente. No es necesario forzar mucho los términos del análisis para establecer la relación entre aquellos acontecimientos y julio de 1988 (realización de las elecciones presidenciales en las que presuntamente ganó Cuauhtémoc Cárdenas, agregado de CMG). El conflicto estudiantil condicionó de tal manera las percepciones, los comportamientos y las decisiones políticas de quienes lo vivieron desde el poder y contra él, e incluso de aquellos, la mayoría, que se mantuvieron como simples espectadores, que esa experiencia determinó el tipo de cambios que, agregados, fueron configurando un nuevo sistema político.[i]

Desde el momento mismo en que se desataron los acontecimientos a finales de julio de 1968, cuando las fuerzas policíacas intervinieron salvajemente para disolver una riña entre estudiantes de una preparatoria particular y dos escuelas vocacionales y la posterior evolución del movimiento estudiantil hasta llegar a la demanda de los seis puntos,[ii] hubo distintas interpretaciones que iban desde achacar a los jóvenes conductas revoltosas propias de la edad hasta manipulaciones de la CIA o de agentes comunistas internacionales.

A partir del primer artículo que escribe para ocuparse del movimiento estudiantil (27 de julio), Pedro Gringoire reprueba los que llama ''desmanes estudiantiles o seudo estudiantiles''. El 3 de agosto, al referirse a los actos de protesta encabezados por el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, contra la brutalidades policiaca, Báez-Camargo considera que el dirigente universitario ''al izar la bandera nacional a media asta y hablar del 'día de luto' para la UNAM, hubiera dicho que los principales responsables de ese luto han sido los estudiantes que mancillaron el honor de su alma mater por la comisión de hechos delictuosos. Y que haciéndolo provocaron la intervención de las fuerzas del orden y la ocupación de recintos universitarios''.

Otra percepción tiene el rector de los actos que preside. Por ejemplo, antes de que diera inicio la multitudinaria marcha del primero de agosto, Barrios Sierra interpreta los motivos de la concentración así:
...Necesitamos demostrar al pueblo de México que somos una comunidad responsable, que merecemos la autonomía, pero no sólo será la defensa de la autonomía la bandera pública en esta expresión pública; será también la demanda, la exigencia por nuestros compañeros presos, la cesación de las represiones... Sin ánimo de exagerar, podemos decir que se juegan en esta jornada no sólo los destinos de la Universidad y el Politécnico, sino las causas más entrañables para el pueblo de México. En la medida en que sepamos demostrar que podemos actuar con energía, pero siempre dentro del marco de la ley, tantas veces violada, pero no por nosotros, afianzaremos no sólo la autonomía y las libertades de nuestras casas de estudios superiores, sino que contribuiremos a las causas libertarias de México.[iii]

Como referencia de la actitud que otros miembros de la generación de 1915 tuvieron frente a la irrupción del movimiento estudiantil, mencionaremos a dos de ellos: Silva Herzog y Lombardo Toledano. El primero firma el 9 de agosto un manifiesto del Grupo de Profesores, Intelectuales y Artistas,[iv] documento en el que se rechazaban las teorías de la conspiración extranjera como explicación de las movilizaciones de ese verano y se afirmaba el carácter democrático y libertario del movimiento.

Por su parte Vicente Lombardo Toledano encabeza, en su carácter de secretario general del Partido Popular Socialista, un manifiesto titulado ''Contra la provocación antinacional, unidad del pueblo".[v] En el desplegado el PPS llamaba a no sabotear el ''impulso democrático'' del régimen presidido por Gustavo Díaz Ordaz y advertía: ''... en los últimos sucesos está la mano de los enemigos de México; constituyen un eslabón de un plan agresivo antinacional de amplias proporciones, que lesiona los derechos constitucionales del pueblo en su conjunto, se proponen variar el rumbo de la nación hacia una dirección regresiva, y afectan los más caros intereses e ideales de la patria''.

Incluso después de que se realizaron enormes manifestaciones, como la del silencio (13 de septiembre), y era claro el origen endógeno del descontento estudiantil, Lombardo Toledano sigue afirmando que en la raíz de todo estaba la manipulación de la CIA.[vi] En cambio Jesús Silva Herzog vuelve a manifestarse públicamente para apoyar la decisión de Octavio Paz de renunciar como embajador de México en la India. Con éste acto el poeta demuestra su total desacuerdo con la sangrienta represión del 2 de octubre en Tlatelolco.[vii]

En un escrito posterior[viii] a los sucesos de la Plaza de las Tres Culturas, Silva Herzog comenta que por un buen tiempo estuvo inclinado a pensar que Díaz Ordaz no pudo ordenar la masacre, pero esa duda se le disipa completamente cuando en su V Informe al Congreso el presidente hace una declaración terminante: ''Por mi parte, asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica e histórica en relación con los sucesos del año pasado".

Llama la atención que mientras en la polémica de 1933, sobre la educación socialista, Lombardo y Gringoire estuvieron en trincheras opuestas; en el asunto del movimiento estudiantil de 1968 ambos coinciden que la rebelión es propiciada por intereses extranjeros. Para el dirigente político la fuerza oscura es la CIA. Para el intelectual evangélico los agentes soviéticos no eran ajenos al movimiento. Cabe mencionar que en 68 la inmensa mayoría de intelectuales mexicanos estuvieron del lado de los estudiantes; en este aspecto las posturas de Lombardo y Gringoire representan a una minoría que mira en las movilizaciones estudiantiles una conjura contra México.

Otro integrante de la fructífera y prolífica generación de 1915, Daniel Cosío Villegas, conserva, en términos generales una posición, por decir lo menos, ambivalente sobre las movilizaciones estudiantiles de 1968.Particularmente sus opiniones publicadas acerca del rector Barrios Sierra son muy sarcásticas:

Era inevitable que Pedro Gringoire escribiera contra la Universidad, porque él veía comunismo en todas partes, pero no Cosío [Villegas]. ¿Cómo olvidar su calificativo de “pulgarcito del Pedregal” a Javier Barros Sierra en el momento en que exponía su vida en la defensa en la defensa de la casa de estudios? Un joven investigador del Centro de Estudios Políticos [de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM], José Luis Hoyos, hizo un recuento minucioso de cuanto Cosío había escrito contra la Universidad en 1968, publicado en uno de los números de la revista Ciencia Política. Zaherir a un hombre como Barros Sierra, en los días de aquel septiembre de 1968, fue vileza.[ix]

Si bien es cierto que Cosío Villegas inicialmente tiene algunas críticas hacia las movilizaciones de los estudiantes, les llama “una masa amorfa, pasiva, frustrada y pulverizada”,[x] después de que tropas del ejército invaden la Ciudad Universitaria (18 de septiembre), “se dedicaría a reprobar, una y otra vez, los métodos represivos del gobierno”.[xi]

Aparte de los trabajos citados, Gringoire escribe en Excélsior, hasta antes de la masacre de Tlatelolco, otros cinco artículos sobre el movimiento estudiantil. En todos ellos considera que los universitarios no tenían la razón en su resistencia al gobierno. Además reafirma que la violencia tiene como centro generador generada a los estudiantes y su obstinación en que el presidente Díaz Ordaz diera respuesta afirmativa a los seis puntos del pliego petitorio. Cuando las tropas ocupan Ciudad Universitaria, Gringoire opina que (21 de septiembre):

Nadie puede sentirse feliz con la ocupación de la Universidad por el ejército. Pero hay que ir a la causa primera de ese infortunado hecho. Y la causa primera es el estado de anormalidad creado por los ''huelguistas''. Su intransigencia rayana ya en la intimidación, en amenaza, valiéndose de la proximidad de los Juegos Olímpicos. Y ninguna autoridad que se respete puede dejarse intimidar. Ni por estudiantes ni por nadie.
...las tropas han entrado en la UNAM para restablecer el orden gravemente alterado, expulsando de su recinto a quienes lo violaban, y preparando la vuelta a la normalidad. O sea, que la UNAM vuelva a quedar bajo la autoridad efectiva de su gobierno propio. En suma, el retorno a la verdadera autonomía.

Con la entrada de los soldados a CU el rector Barrios Sierra muestra indignación y declara que esa acción polarizaba más a los actores del conflicto: ''La ocupación militar de Ciudad Universitaria ha sido un acto excesivo de fuerza que nuestra casa de estudios no merecía... La atención y solución de los problemas de los jóvenes requieren de compresión antes que de violencia''. Javier Barros Sierra siempre defendió el carácter legal y pacífico del movimiento, y consideraba que el gobierno había actuado en forma desproporcionada y abusiva.

Para Báez-Camargo detrás de los estudiantes se movían ''fines inconfesados y ajenos a la esfera estudiantil'' (7 de septiembre); consideraba que México era víctima de ''una maniobra internacional, de una conjura contra las instituciones y autoridades de la nación, en el que el estudiantado sólo sirve de conveniente herramienta'' (17 de septiembre). Si los estudiantes empleaban la violencia, de acuerdo con Gringoire entonces el gobierno tenía el derecho y hasta el deber de recurrir a acciones como la ocupación militar de los recintos universitarios y politécnicos:

Los insurrectos le han declarado la guerra al Gobierno, y el Gobierno ha tenido que responder empleando las fuerzas armadas que la nación le ha confiado precisamente para la defensa de las instituciones y de la población civil que, en general, no está en tesitura subversiva, sino de paz y trabajo.
...El estudiante metido a guerrillero es un beligerante que debe atenerse a las consecuencias. ¿Qué guerrillero se pone a pedir lloriqueando, que ''cese la represión", que ''se retiren las tropas?" ¿O pide a papá y a mamá que salgan en manifestación a interceder por su niño? (28 de septiembre).

En nuestra búsqueda no encontramos ningún artículo de Pedro Gringoire sobre la sangrienta represión gubernamental del dos de octubre en Tlatelolco. Un mes después de este hecho, se refiere a la, para él, intransigencia de los líderes estudiantiles, que se negaban a regresar a clases mientras el gobierno eludiera cumplir los puntos enarbolados desde el 28 de julio.

El movimiento estudiantil del 68, en su momento, es condenado enérgicamente por las fuerzas del establishment social y político. Al contrario de lo que deseaban los líderes estudiantiles, los sindicatos y otras organizaciones no se suman masivamente en apoyo del pliego petitorio. El control corporativo del régimen sobre el movimiento obrero evita con gran eficacia que los ánimos libertarios prendieran en ese sector.

La jerarquía de la Iglesia católica se mantuvo como espectadora, restringida a sus tareas llamadas espirituales ¿Cuál es la explicación a esta conducta? Un experto hace la siguiente evaluación del tema:

Existen varias razones que pueden ayudar a explicar la actitud eclesial. La primera fue quizá el desconcierto que provocó en la mayor parte de la sociedad mexicana un movimiento cuya finalidad nunca fue clara, muchas veces ni para los mismos participantes. En segundo lugar, el temor que causó la inusitada agitación de los estudiantes en una sociedad poco acostumbrada a ver manifestaciones callejeras o al ejército patrullando la ciudad. Los medios masivos de comunicación no hicieron sino contribuir a la desconfianza de las clases medias, entre las cuales recluta la Iglesia a la mayor parte de sus militantes. A esto se debe agregar la posición papal frente a los movimientos estudiantiles de protesta en el mundo, la cual era de censura. Sólo una semana antes de la matanza del 2 de octubre, Paulo VI censuró ''la moda de protestar", y las ''explosiones de locura'' de los jóvenes.[xii]

El clima de cerrazón política y ''paz social'' que vivía el país al momento de estallar el conflicto estudiantil, contribuye a que el casi único espacio, la UNAM, donde se podía criticar abiertamente al gobierno se quedara como una isla frente a la inmovilización de la mayoría de la sociedad civil. En ese contexto, varios analistas, particularmente los de más edad, no pudieron o no quisieron ver que los estudiantes estaban defendiendo libertades civiles conculcadas por el gobierno de Díaz Ordaz. Báez-Camargo analiza, en Excélsior las movilizaciones estudiantiles desde la perspectiva de que era mejor preservar el orden social imperante antes que aceptar el aventurerismo juvenil.

La postura de Báez-Camargo sobre el movimiento estudiantil de 1968 contrasta con la de Carlos Monsiváis. Éste tenía un especial respeto y afecto por aquél, dado que por algún tiempo, en su juventud, forma parte del grupo de estudio bíblico dirigido por el maestro metodista. Monsiváis, cuando quien esto escribe le pregunta en distintas ocasiones acerca de Báez-Camargo, opinaba que los juicios de éste último publicados en Excélsior acerca del 68 fueron excesivos y erráticos. Por otra parte, le reconocía su certeza en la crítica al marxismo y la defensa de la laicidad del Estado mexicano.

Carlos Monsiváis no sólo escribe, durante y después, del movimiento estudiantil mexicano de 1968, sino que se involucra en sus filas al escribir a favor de las protestas y sus motivaciones, pero también de manera activa en el Comité de Intelectuales, Artistas y Escritores al lado de, entre muchos otros, Juan Rulfo y José Revueltas. El Comité toma decididamente la causa estudiantil y critica el autoritarismo del régimen del PRI, encabezado por el presidente Gustavo Díaz Ordaz.

El 14 de agosto de aquel año La Cultura en México,suplemento de la revista Siempre!, publica un número especial, en el cual “trataba de ofrecer una explicación de conjunto sobre el incipiente movimiento estudiantil mexicano”.[xiii] Carlos Monsiváis escribe el trabajo “La represión como ideología”, “que es un resumen y una primera interpretación completa de los hechos sucedidos a partir de fines de julio. Se trata, además, de uno de los artículos más enérgicos aparecidos en la prensa mexicana contra la violencia oficial”.[xiv]

ANTE EL MARXISMO
Desde muy temprano Gonzalo Báez-Camargo es crítico del marxismo y los regímenes que lo adoptaron como forma de gobierno. Desde sus primeros artículos en Excélsior hasta los últimos, encontramos en el escritor oaxaqueño posturas claras y desmitificadoras con respecto al materialismo histórico. Dos escritos, uno del 23 de septiembre de 1933, y el otro del 22 de marzo de 1983 (cinco meses antes de que muriera), son testimonio de la coherencia intelectual que mantuvo cuando se trataba de analizar al marxismo.

La posición crítica de Báez-Camargo contrasta con la de muchos intelectuales mexicanos que se negaron a ver los gérmenes totalitarios existentes en la teoría marxista. Al respecto Gastón García Cantú escribe: ''La generación de 1933 no vio de ningún modo los errores del estalinismo. Ellos tenían más que certeza, esperanza en la continuidad y en la consolidación del socialismo. Para ellos la solución política universal era la dictadura del proletariado. Esto creó la intransigencia, la ausencia de crítica y la obediencia religiosa de consignas, y de éstas no las que eran de interés para cada país, sino las que convenían a la política de los soviéticos''.[xv]

Para comparar lo prematuro de la crítica de Báez-Camargo en relación a la postura que sobre el tema guardaron otros intelectuales, podemos citar el caso de un conspicuo miembro de la generación de 1929 (los nacidos entre 1906-1920), el del poeta y ensayista Octavio Paz (1914-1998). Al igual que muchos miembros de su generación, en su juventud el escritor es decidido partidario de la Revolución Rusa y creyente en el advenimiento de una sociedad nueva gracias al cumplimiento de la utopía marxista. Así tenemos que Paz, a los 23 años, forma parte de la delegación mexicana que asiste en 1937 al Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, celebrado en España.[xvi]

El Congreso se desarrolla en plena guerra de la República contra las fuerzas franquistas. Al conmemorarse los cincuenta años de esta reunión, Octavio Paz da el discurso inaugural de las jornadas en la misma ciudad, Valencia, donde se inicia el Congreso del 37. En la ocasión rememora la actitud de los delegados, la suya misma, hacia André Gide a consecuencia de su libro (aparecido poco antes de iniciar el Congreso) Retoques a mi regreso de la URSS.Las tenues críticas de Gide al régimen político, le valieron ser ''...maltratado y vilipendiado en el Congreso; incluso se le llamó 'enemigo del pueblo español'. Aunque muchos estábamos convencidos -escribe Paz- de la injusticia de aquellos ataques y admirábamos a Gide, callamos ''...Jusficamos nuestro silencio...Así contribuimos a la petrificación de la Revolución''.[xvii]

El desencanto de Paz con el marxismo y la URSS toma un camino definitivo a partir de un texto suyo publicado en 1951 en la revista argentina Sur.En el escrito se refiere a los campos de trabajos forzados existentes en la Unión Soviética, lo que le vale ser acusado de anticomunista y de estarle dando ''armas al enemigo''.

Años después, en un texto escrito en diciembre de 1992, Paz subraya que en la segunda edición de El laberinto de la soledad(1959) su crítica al régimen político ya era clara, lo cual repercute en fuertes reacciones en los medios intelectuales: ''Mis críticas provocaron una biliosa erupción de vituperios en muchas almas virtuosas de México y de Hispanoamérica. La oleada de odio y lodo duró muchos años; algunas de sus salpicaduras todavía están frescas''.[xviii]

Una vez que hemos ejemplificado con el caso de Octavio Paz el inicial encantamiento con el marxismo de un intelectual mexicano, su crítica posterior y deslinde final con la doctrina, podremos aquilatar mejor el artículo de 1933 escrito por Báez-Camargo donde niega la cientificidad del marxismo, subraya el apriorismo del discurso y bosqueja lo que muchos años más tarde desarrollaría ampliamente en el libro Marxismo, ¿ciencia pura o ciencia ficción?[xix]

El siguiente es un párrafo de lo escrito por Gringoire hace ochenta años:

El marxismo no es científico, ni en su contenido ni en su procedimiento. El materialismo histórico o determinismo económico -médula del marxismo- es una TEORÍA, hipótesis, suposición o modo de explicar las cosas, que concibió hace casi un siglo Carlos Marx, impresionado por algunos hechos económicos de su época que le llamaron la atención. Creyó ver en el factor económico la fuerza determinante y absoluta de la marcha social de su época, y dejándose llevar por el entusiasmo de su descubrimiento, generalizó, reduciendo todas las demás categorías -filosóficas, artísticas y espirituales- a simples excrecencias o superestructuras del orden económico. Luego -ya concebida esta teoría- se dio a buscar con ayuda de su amigo Engels pruebas de ella, hechos y cifras que pudieran apoyarla. Su procedimiento, pues, fue anticientífico. Concibió la teoría a la vista de algunos cuantos hechos y luego, ya con esa teoría como lente de aumento, se dio a buscar a través de ella su comprobación. La investigación de hechos vino ya empapada del interés en comprobar una preconcepción. Marx se propuso interpretar la historia económicamente. Siendo una inteligencia privilegiada y un estudiante laborioso, logró su propósito. Eso es todo. Pero explicar, y explicar ingeniosamente una cosa, no quiere decir que la explicación sea válida. ¿No logran, por ejemplo, los astrólogos explicar todo por la influencia del Zodíaco?

Cincuenta años después de haber escrito lo anterior, en el mismo diario hace un examen crítico del pensamiento de Carlos Marx, en ocasión de haberse cumplido un siglo de la muerte del economista alemán. En su artículo, Gringoire señaló que Marx, al igual que Euclides, Galileo, Newton, Darwin y Freud, hereda grandes aportes a la historia del pensamiento. Sin embargo, al igual que en el caso de los pensadores citados, sus descubrimientos no pueden tenerse como insuperables.

Por otra parte el periodista evangélico reconoce por lo menos dos ''respectos en que... Marx hizo una aportación valiosa y que perdurará cuando de su pensamiento la marcha misma de la historia haya dejado a un lado y atrás lo circunstancial''. Estos dos elementos rescatables del marxismo son, para Báez-Camargo, ''el hincapié en la importancia del factor económico en la vida del hombre y en la determinación del curso de la historia"; y su puntualización del enmascaramiento ideológico de la realidad económica por parte de los interesados en seguir manteniendo los privilegios que les brinda un sistema social dado. Sin embargo, al exagerar estos dos factores en el desarrollo de las sociedades, subraya Gringoire, Marx incurre en distorsión de la historia humana.

...el error de Marx, que no quita todo su valor a esas aportaciones, aunque ciertamente obliga a condicionarlas y discernirlas, fue uno mayúsculo del cual se derivaron los demás. Fue el error de la generalización indebida. Descubrió la importancia del hecho económico. Pero lo exageró generalizándolo en la teoría de las superestructuras. Aunque a veces se contradijo en ello, no pudo evitar la proclividad hacia el determinismo económico, la reducción última de todo al descarnado dato económico.
Generalizando también en cuanto a la ideología, el resultado fue calificar todo pensamiento y comportamiento humano como máscara de un simple y ruin interés económico. La antropología marxista, para la que el hombre no es más que el agregado de relaciones de producción material, hizo de él además un autómata operado por los mecanismos ocultos de un interés egoísta.

A pesar de su crítica a la teoría marxista y su desaprobación de los regímenes llamados socialistas, Báez-Camargo no llega al exceso de hacer de su posición filosófica, opuesta a Marx, una militancia política que aprovechase toda circunstancia para hostigar al bloque soviético. En Ámsterdam, en la primera Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (CMI),realizada en 1948, don Gonzalo es un vehementemente opositor a que el Consejo adoptara oficialmente una posición anticomunista.

El marxismo fue uno de los asuntos que apasionó a Báez-Camargo, por tanto éste tópico ocupa un lugar importante en sus análisis periodísticos y también en su obra bibliográfica. Dos libros de su autoría sobre el tema recogen artículos previamente publicados en Excélsior: La verdad y los errores del marxismo;[xx] El comunismo, el cristianismo y los cristianos[xxi]y en una tercera obra, el ya citado Marxismo, ¿ciencia purao ciencia ficción?, decanta ideas expuestas en sus anteriores compilaciones.

En su último libro dedicado al marxismo destaca la polémica epistolar que mantiene Gringoire con el marxista argentino Héctor P. Agosti, que leída varios años del colapsó de los llamados países del socialismo real nos muestra al pensador evangélico en uno de sus mejores y proféticos momentos.

El escritor Gabriel Careaga considera que Jorge Cuesta (1903-1942) es, en el mundo intelectual mexicano, ''el primer crítico del marxismo'' porque en 1935 escribe en ElUniversalsobre el poder religioso de esta ideología y sus mecanismos psicológicos para seducir a sus militantes.47 Al aserto de Careaga responde García Cantú: “era imposible que en ese año se aceptara la crítica de Cuesta. Stalin era el guía y el marxismo/leninismo la doctrina que en la Unión Soviética tenía realización histórica”. Y agrega una observación: “El acierto de Cuesta fue advertir la raíz religiosa del socialismo para congregar nuevos creyentes. Ningún comunista, en México o Italia, podía admitirlo ni siquiera como duda”.[xxii]

Sin embargo, como hemos visto, la crítica de Pedro Gringoire es anterior y más estructurada que los señalamientos de Cuesta. Por lo mismo, el intelectual evangélico merece ser reconocido como pionero en la disidencia con el marxismo e iniciador de la desmitificación de esta escuela de pensamiento en los medios intelectuales de México y América Latina.



[i]''México 1968: los orígenes de la transición'', en Foro Internacional,julio-septiembre de 1989, No. 117, p. 68.
[ii]Los seis puntos demandados por los estudiantes al gobierno quedaron plasmados el 28 de julio: 1) Desaparición de la FNET, de la Porra Universitaria y del MURO (grupos que se adjudicaban la representación estudiantil y que dominaban a través de la violencia en las escuelas) 2) Expulsión de los estudiantes miembros de las citadas agrupaciones y del PRI 3) Indemnización por parte del Gobierno a los estudiantes heridos y a los familiares de los que resultaron muertos 4) Excarcelación de todos los estudiantes detenidos 5) Desaparición del Cuerpo de Granaderos y demás policías de represión 6) Derogación del artículo 145 del Código Penal, que sanciona los delitos llamados de ''disolución social".
[iii]Citado por Carlos Monsiváis, ''Javier Barros Sierra: ¡viva la discrepancia!, en Raúl Álvarez Garín y Gilberto Guevara Niebla, Pensar el 68,Cal y Arena, México, 1993, p. 101.


[iv]Publicado en El Día, 11 de agosto de 1968 y reproducido en Ramón Ramírez, El movimiento estudiantilde México, julio-diciembre de 1968,Tomo II, Ediciones Era, México, 1969, pp. 69-77.
[v]El Día, 6 de agosto de 1968, y recopilado por Ramón Ramírez op. cit., pp. 43-50.
[vi]''Todos contra México'', Siempre!,20/IX/1968, citado por Jaime Sánchez Susarrey, El debate político eintelectual en México,Editorial Grijalbo, México, 1993, p. 25.
[vii]La adhesión de Silva Herzog al gesto de Octavio Paz en el suplemento La cultura en México, revista Siempre!,13/XI/1968, citado por Jaime Sánchez Susarrey, op. cit. p. 26.
[viii]''México 68'', Cuadernos Americanos,marzo-abril 1972, pp. 148-164.
[ix]Gastón García Cantú y Gabriel Careaga, Los intelectuales y el poder (conversaciones), Editorial Joaquín Mortiz, México, 1993, pp. 58-59. El juicio sobre Cosío Villegas es de García Cantú.
[x]Enrique Krauze, Daniel Cosí Villegas: una biografía intelectual, Editorial Joaquín Mortiz, México, 1980, p. 239.
[xi]Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, Ediciones Era, México, 1998, p. 258.
[xii]Roberto Blancarte, Historia de la Iglesia católica en México,El Colegio Mexiquense-Fondo de Cultura Económica, México, 1992, p. 241.
[xiii]Jorge Volpi, La imaginación…, loc. cit., p. 241. Acerca de Monsiváis y su producción escrita sobre el 68 ver, entre otros, su texto “La manifestación del silencio”, en Días de guardar, Ediciones Era, México, 1976 (sexta edición), pp. 258-275; y El 68, la tradición de la resistencia, Ediciones Era, México, 2008.
[xiv]Ibid., p. 248.
[xv]Historia en voz alta…,p. 40. De acuerdo a Krauze la llamada Generación de Medio Siglo es la integrada por los nacidos en los años 1912-1935, en “Cuatro estaciones de la cultura mexicana”, loc. cit., p. 145.
[xvi]Detalles de las vicisitudes de los delegados mexicanos en el Congreso en Elena Garro, Memorias deEspaña 1937,Siglo XXI Editores, México, 1992, 159 pp. Garro acompañó a Octavio Paz al Congreso, en ese entonces era su esposa.
[xvii]''El lugar de la prueba (Valencia 1937-1987)" en Pequeña crónica de grandes días,Fondo de Cultura Económica, 1990, pp. 103-104.
[xviii]''Cómo y por qué escribí el Laberinto de la Soledad'', en El Ángel, suplemento de Reforma, núm. 2, 28 de noviembre de 1993, p. 18.
[xix]Editorial Jus, México, 1979, 255 pp.
[xx]Casa Unida de Publicaciones, México, 1934.
[xxi]Casa Unida de Publicaciones, México, 1960.
[xxii]Gastón García Cantú y Gabriel Careaga, Los intelectuales y el poder… ,loc. cit., p. 62.
 

 


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