Dicen que hay mas de quinientas fobias documentadas. Algunas son “hidrofobia”, o miedo al agua; “acrofobia”, o miedo a las alturas; o “somnifobia”, o miedo a dormir. ¿Te puedes imaginar tener miedo a dormir?
Si estás vivo, leyendo esto, seguro que tienes miedo a algo. Simplemente porque somos humanos, siempre habrá algo desconocido y algo que puede ser un peligro para nosotros.
Así que, el miedo no es algo malo en sí mismo. En muchos casos nos ayuda a estar alerta y a evaluar decisiones. El problema está en la clase de miedo que nos limita.
Por mucho tiempo me dieron miedo las montañas rusas. Cada vez que veía una montaña rusa me imaginaba los carros volando por el aire. Pero hace algunos años, cuando vivía en Guatemala estudiando para mi licenciatura, una persona nos a mi compañero de habitación y a mí a pasar un fin de semana en un parque de atracciones, todo pagado. Fue genial, hasta que entramos en el parque de atracciones. Desde que aparcamos el coche, no podía más que pensar en cada excusa posible para no subirme a la montaña rusa.
Después de vueltas y vueltas, llegamos a la fila de la montaña rusa y no tuve suficiente valor para decirle a los demás que no quería montarme. Después de todo, cuando alguien te paga un fin de semana completo en un parque de atracciones, ¡no es para quedarte en el banco sentado!
Y ese fue el momento en el que descubrí lo geniales que son las montañas rusas. No todos los miedos son fatales, pero todos tienen el potencial de limitar algo bueno.
El mandamiento más repetido en la Biblia es “no temáis”, porque el miedo puede privarnos de disfrutar de todo lo que la vida puede ser, de llegar a crear el impacto que una iglesia puede crear, y de ayudar a otros a convertirse en aquello para lo que Dios los creó.
El miedo y las oportunidades no van bien de la mano. Y en la mayoría de los casos, la única forma de llegar de “aquí” a “allí” es pasar por el miedo del “y si”.
“¿Y si no funciona?”
“¿Y si mi familia no lo entiende?”
“¿Y si no nos llegan los fondos?”
“¿Y si no soy lo suficientemente bueno?”
“¿Y si me muero?”
Hay tres formas de vencer el miedo. Y tal y como Dios se nos acerca, las tres se combinan para formar una vida capaz de asumir riesgos y capaz de pasar por los “¿y si?”.
1. Encuentra un miedo mayor. La única forma real de vencer el miedo es encontrar un miedo más grande. El miedo al ridículo de decirle a una chica que te gusta se vence con el miedo a no tenerla. El miedo a que tu compañero de clase te dé una colleja por no hacer algo se vence con el miedo a que te la dé tu padre. El miedo a fracasar como madre se vence con el miedo a no serlo nunca.
Es por eso que Jesús dijo: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mateo 10.28)
Y por eso también repite uno de los consejos mas antiguos: “El principio de la sabiduría es el temor de Dios” (Salmos 111.10; Proverbios 1.7, 9.10). Sabiduría es el arte de tomar la mejor decisión en el momento adecuado. ¿Cómo puede ser que el arte de tomar buenas decisiones dependa de temer a Dios? Sencillamente, porque cuando llegas al mayor temor posible, todos los demás miedos pierden su capacidad de controlarte.
Tienes dos opciones: O temes a Dios, o temes todo lo demás.
En los próximos meses, Dios nos esta llevando a mi y a un equipo de personas a dejar una situación cómoda en EEUU y a empezar el reto de una iglesia en Madrid, España. Últimamente, he tenido que aprender que el miedo a fracasar no es tan grande como el miedo de verme delante de Dios y no haberlo intentado.
2. Encuentra un poder mayor. Como la mayoría, seguramente alguna vez has sentido que te estas perdiendo algo o que las cosas a tu alrededor están fuera de control. Quizá en los últimos años te estás preguntando, ¿cuándo se va a acabar esta espiral de crisis? Ken Blanchard escribió que “a la raíz de cualquier miedo tóxico se encuentra una vida construida sobre la mentira de que no estamos seguros haciendo las cosas a la manera de Dios, y que nos vamos a perder algo realmente bueno”.
A veces se trata de un amigo, a veces se trata de alguien que se interesa por ti. Pero al final se trata de Dios mismo. Tu capacidad para vencer el miedo solo llega hasta donde llegue tu capacidad para aceptar el control de Dios.
3. Encuentra una esperanza mayor. No sé si lo has pensado alguna vez, pero el cristianismo nació y se abrió paso en el contexto más opresivo posible. La historia dice que las personas no solo perdía privilegios por ser cristianos, sino que eran despedazados, expulsados al extranjero, usados como atracción en el circo para ser devorados por leones y literalmente usados como antorchas humanas para alumbrar la ciudad.
¿Cómo es posible, bajo cualquier cielo azul, que un ser humano pierda el miedo a vivir cualquiera de estas situaciones?
Cuando Pedro, el apóstol, le escribió a las personas que empezaban a vivir el peligro de tortura, empezó su primera carta así:
“…[Dios] nos ha hecho renacer a una esperanza viviente, a una herencia incorruptible, inmaculada e imperecedera. Una herencia reservada en los cielos para vosotros.” (1 Pedro 1.3-4)
Tu valor para aceptar el riesgo será sólo tan grande como el valor de lo que esperas.
Si tienes miedo, es normal. Pero, ¿estás dispuesto a perderte lo que está al otro lado?
Este artículo forma parte de la revista P+D Verano/03. Puedesdescargarla aquí (PDF) o leerla a continuación en tu navegador:
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