Semana Santa en Granada. Procesión de Santa María de la Alhambra. Nunca había visto tal cantidad de cámaras de fotos compactas, móviles con cámara y cámaras réflex en un evento como este.
A ver quién se anima a descubrir cuantos fotógrafos hay en la foto.
TODOS FOTÓGRAFOS
Parlante y Escena: "Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad".
Lo que se perdió Ruperto Chapí por no haberse hecho cargo de la composición del libreto de
La Verbena de la Paloma, la archifamosa zarzuelita (zarzuela chica de un acto) de Ricardo de la Vega a la que acabó poniendo música Tomás Bretón en 19 días, cuando ya se ensayaba el libro.
119 años después, a día de hoy cuesta imaginar sinónimos “ad hoc” para actualizar los calificativos que al avance de las ciencias dedican al alimón don Sebastián y don Hilarión en su celebérrimo diálogo cantado:
SEBASTIÁN
Hoy las ciencias adelantan
que es una barbaridad.
HILARION
¡Es una brutalidad!
SEBASTIÁN
¡Es una bestialidad!
“VISTA PANORÁMICA”… EN LA PANTALLA DE LA CÁMARA
Tanto adelantan, que hoy por ejemplo el placer de viajar se ha convertido en una frenética competición de subir fotos del viaje en las redes sociales.
Los letreros de vistas panorámicas, otrora amables invitación es a detener la marca, hacer un alto en el camino y disfrutar tranquilamente del paisaje con los cinco sentidos, sirven hoy para que masas de gentes salgan disparadas de autobuses, trenes, barcos, aviones y coches cámaras y móviles en ristre para “ver” el paisaje… en las pantallas de sus flamantes dispositivos.
Si eran pinos, o eucaliptos, valle o montaña, plazas con tierra y árboles o asfalto y mobiliario urbano…lo verán, en el mejor de los casos, en la pantalla del ordenador de vuelta a casa… si es que por un casual llegan a descargar la foto.
5,7 MILLONES DE FOTOS AL DÍA
Un reciente estudio de Samsung viene a pone de manifiesto que cada 60 segundos se comparten España 3.969 fotos de las que se toman, lo que hace 5,7 millones de fotos al día, 743 millones al mes y la friolera de 8.916 millones al año.
Y esto es... solo son la punta del iceberg. El estudio no se atreve a aventurar datos, pero el número global de fotos que se toman y no llegan jamás a ser transmitidas, impresas, proyectadas… puede llevar la cifra total a una cantidad astronómica. Piénsese en los
feisbuqueros discretos que “solo” suben a la red diez o doce del centenar de fotos que hicieron de la última fiesta de cumpleaños…
La mayoría de los miles y miles de personas que se agolpan en parajes pintorescos, plazas emblemáticas, eventos de masas, etc., etc. usan sus móviles y cámaras no para documentar gráficamente lo que están viendo, sino para demostrar que ”yo estaba allí”.
Un salto cualitativo espectacular frente a la ostentación que se hacía hace no tanto tiempo de ser persona “viajada” con la exhibición de visados y sellos de aduanas de destinos a cual más exóticos.
Así,
a la caída de la noche del pasadomiércoles, 13 de marzo de 2013 la Plaza de San Pedro era un inmenso mar de objetos luminosos: las pantallas de teléfonos móviles y tabletas de miles de peregrinos… fotográficos móviles y tabletas en ristre haciendo miles de fotos… al inmenso mar de móviles y tabletas que cada cual tenía delante.
El “motivo” fotográfico aparente, la proclamación de Jorge Bergoglio como papa Francisco, saludando desde el balcón central de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, quedaba en mera excusa subordinada a la verdadera motivación: atesorar el documento
fehaciente, la imagen que certifica que ”yo estuve allí”.
INTRUSISMO GENERALIZADO
Ni que decir tiene que la imparable popularización global de la fotografía ha asestado un severo golpe a los gremios de fotógrafos profesionales, especialmente los que se dedican a la fotografía social, que antes se llamaban fotógrafos ”BBC”, por “bodas, banquetes y comuniones”.
No hay acto social, suceso o “evento” público en el que los fotógrafos profesionales allí destacados no estén expuestos a ver considerablemente obstaculizados sus movimientos.
Sobre el papel, el intrusismo en el sector de la fotografía no es distinto del existente en otros campos de actividad profesional, como los de los periodistas o los… ¡ministros de culto! La diferencia: hay menos graduados en Teología afectados por espontáneos “ministros de culto” que periodistas y desde luego que fotógrafos profesionales que han de bregar cada día contra un intrusismo generalizado.
Con todo, conviene no demonizar la participación de fotoaficionados en la producción de fotonoticias. Las mejores más impactantes fotos de los tres grandes atentados del siglo, el 11-M en Nueva York, el 7-Jul en Londres y el 11-M en Madrid fueron hechas por aficionados que estaban allí en el lugar adecuado en el instante preciso.
Inopinadamente inédita, una teología de la Comunicación emanada del análisis científico desde la teología y el periodismo de la situación actual muy bien podría aportar nuevas luces sobre posibles vías de salida a la crisis del “todo vale” en las comunicaciones, al tiempo que podría ayudar a ’reconciliar’ al mundo del dogma -la religión- con el contar las cosas que pasan -el periodismo, y muy especialmente el fotoperiodismo-.
EL PELIGRO DE LA ’TECNOLATRÍA’
Nada nuevo, salvo que exponencialmente elevado a niveles estratosféricos, es el peligro de caer instalado en la ‘tecnolatría’. La ‘adoración’ al aparato, el proceso, la tecnología, las aplicaciones, los accesorios… acaban distrayendo a sus enganchados devotos a distanciarse más y más del asunto principal: el contenido de lo que se dice o comunica, en este caso en fotos.
Recuerdo de los primeros del sinnúmero de jurados de concursos de fotografía en los que participé las acaloradas discusiones sobre el tema. Lo habitual había venido siendo valorar la técnica de toma, el virtuosismo del proceso, la calidad del papel fotográfico, etc., cuando lo que cuenta es… la foto, la propia imagen.
Justo por eso, en la asignatura troncal de fotografía que diseñé e impartí en la Universidad Nebrija y luego en la Escuela Superior de Publicidad prescindí de toda la parafernalia del laboratorio fotográfico. Basta una simple caja de zapatos pintada por dentro de negro con un agujero en el frente hace de cámara. El papel fotográfico en el que se registra la foto se revela luego y se lleva al escáner y de allí al ordenador.
Con este salto del siglo XIX al XXI se obvia de lleno el peligro de la tecnolatría. Lo que importa es… mirar y ver. Mirar la vida, ver la foto.
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