Juventud e Iglesia - Serie: Juventud Divino Tesoro from
Yvan Pinto on
Vimeo.
En mi primer artículo hablé del reto de considerar la juventud como la etapa biológica de paso de la niñez a la madurez y en el siguiente intenté hacer un análisis de la juventud dentro de la sociedad, con sus características y retos, desde la perspectiva bíblica de intentar ser entendidos en los tiempos y que sepamos qué curso debemos tomar, reflejada en 2 Crónicas 12.
En el presente texto,
intento acercarme a la categoría juventud dentro de las estructuras eclesiales en la cuales se encuentra embebida. Sé que es una empresa un tanto desafiante, al menos para mí, debido a que a partir de ahora, intentaré analizar el estado de la cuestión e indefectiblemente he de hablar de ciertos elementos y características considerados “cuasi-sagrados” para muchos miembros de estas estructuras. Así que si crees que mi análisisraya la crítica, te pido que utilices el apartado de comentarios que se encuentra al final de este artículo.
De aquí en adelante, en donde utilice la palabra “iglesia”, me estaré refiriendo al grupo de cristianos, separados para Dios, bajo pacto de redención por lo hecho por Jesús. En ningún caso querré correlacionar la palabra a una reunión, un programa, o a un edificio o local en particular. Cuando quiera referirme a lo que hoy vemos y se denominan Iglesias Cristianas, preferiré denominarlas como iglesias oficiales o estructuras eclesiales.
Primero que nada me gustaría dejar claro que
no creo que debamos hacer una separación entre juventud e iglesia, puesto que ese grupo de chicos y chicas, por jóvenes que sean, también son iglesia, y no un grupo separado de ella. Y aquí está una característica que se ve en algunas de las estructura eclesiales de hoy en día, en donde se trata al grupo de jóvenes como personas de menor categoría que no son capaces de aportar y contribuir a la organización, y se encuentran fuera de toda esfera de toma de decisiones.
Me viene a la mente el consejo de Pablo a Timoteo: “Que nadie tenga en poco tu juventud...”.
La sociedad moderna, con su origen en la Ilustración, influyó de manera directa en lo que vemos y denominamos como iglesias oficiales – oficiales porque necesitan de la oficialidad del gobierno o de algún organismo para que certifique dicha oficialidad -. Esta influencia viene dada en la manera de procesar
el concepto de la verdad, que según la propuesta modernista, puede ser entendida utilizando solamente la razón y por ende, todo esfuerzo apologético o expositivo solo contemplará el aspecto cognitivo e intelectual, y aquí es donde muchas iglesias de hoy día están experimentando retos, cuando tratan de comunicarse y/o relacionarse con los jóvenes.
Éstos últimos, están teniendo también una dificultad para conectar con una forma de comunicación caduca, cuando es situada dentro del contexto social en el cual viven. El aparato cognitivo es necesario para acceder a cualquier propuesta de conocimiento, pero no el único que ha de ser puesto en marcha para intentar acceder a tal conocimiento. Acaso, ¿qué fue lo que le dijo Felipe a su hermano cuando intentaba que supiera de Jesús? ¿Ven y aprende? ¿Ven y lee? ¿Ven y procesa con tu mente? No, le dijo: “ven y ve”, que a mi parecer le dice “ven y utiliza tus sentidos físicos y procesa luego con tu aparato cognitivo, para que luego tu espíritu tome la decisión acerca de si es el Mesías o no”. Pero sólo a través de la relación con la persona de Jesús, no a través de una serie de conceptos y dogmas.
Por ello,
estas iglesias oficiales están teniendo este reto, el de comunicar la verdad como una persona, que es Jesús, y por el contrario desean que se acepte una serie de lista de propuestas conceptuales. Y mientras los jóvenes asientan intelectualmente a estas propuestas, estaremos todos tranquilos, que la meta se ha alcanzado (perdonad la ironía).
Sin embargo, de esta práctica cognitiva se despliegan otros tres retos para la comunicación de la iglesia con la juventud: a) El no ser una estructura de credibilidad, b) La fe como un listado de normas y reglas y c) la falta de fruto como identificador de su conversión.
El primero, que la comunidad no actúa como una estructura de credibilidad, no es más que el reclamo de que un grupo humano viva lo que dice, y lo que diga, lo viva. ¿Acaso no es esto una de la principales razones por la cual los jóvenes abandonan o se decepcionan de las iglesias oficiales? Esto sucede cuando intentamos explicar algún concepto, pero luego en la práctica no se nos ve que ese concepto sea vivido o experimentado en nosotros, o en la vida de la comunidad.
En segundo lugar,
para muchos jóvenes, la propuesta de fe que se les hace consiste en una serie de normas que han de cumplir, que por lo general contemplan el NO fumar, el NO beber, y el NO tener sexo. Particularmente puedo estar de acuerdo que para un/a joven cristiano/a estos deberían ser elementos identificadores de sus convicciones, pero siempre como resultado de esas convicciones, y no de manera inversa. Muchas veces he tratado con jóvenes a quienes se les ha intentado que se conformen a una serie de reglas, sin hacer ningún esfuerzo en buscar el crecimiento espiritual y que la fe sea la que condicione la conducta. Entiendo que esto no puede ser una generalización de la realidad juvenil en las estructuras eclesiales, pero la verdad es que pasa a menudo y por ende es una preocupación personal a la hora de formar y desarrollar jóvenes.
Por tanto, y como tercer punto, se busca que el testimonio del joven sea el que se espera de un cristiano, pero a través de normas, y no a través del fruto espiritual como elemento básico de su identificación con Jesús y de sus convicciones. El peligro en el cual pueden entrar los jóvenes es pensar que, mientras se conformen a las expectativas, o al listado de reglas, estarán haciendo lo correcto y puede que se consideren hasta cristianos, solo por seguir algunas normas.
Sin embargo, además de estos tres puntos, existen muchos otros elementos que podríamos analizar en la relación juventud e iglesia, pero a mi parecer, hay cuatro aspectos que considero básicos, los cuales nos pueden ayudar a marcar una hoja de ruta para el desarrollo de la juventud en nuestras iglesias y comunidades. A ellos me dedicaré en los próximos cuatro artículos.
Por concluir, en la iglesia de hoy tenemos un gran reto por delante,
si deseamos alcanzar y formar jóvenes. Hemos de buscar sabiduría, y humildad, para acercarnos y entendernos con esta generación de jóvenes, pero reconociendo el contexto donde viven e informándonos de la verdad bíblica para ayudarles en su andar cristiano. Estoy convencido que no nos sirven fórmulas de tipo “aquí siempre lo hemos hecho así”, sino por el contrario, hemos de ser entendidos en los momentos y tiempos en los que viven los jóvenes, para identificar, analizar, y hacer propuestas de vida basadas en la obra de Jesús.
Este artículo forma parte de la revista P+D Verano/03. Puedesdescargarla aquí (PDF) o leerla a continuación en tu navegador:
Si quieres comentar o