DIOS EN TODAS PARTES
Basta una lectura rápida a la obra toda del chileno Gonzalo Rojas para constatar que Dios está siempre presente en su magnífica poesía. En esta serie he abordado, hasta ahora, cuatro vertientes, pero podría seguir y seguir. Por ejemplo, su relación con la música.
El poema “Alta, muy alta, vuela la gaviota”empieza así:
“Y por traerme el arpa, a mi Dios me has traído”. En otro texto, esta vez titulado “Para órgano”, el comienzo ‘suena’ así:
Tan bien que estaba entrando en la escritura de mi Dios
esta mano, el telar secreto, y yo dejándola
ir, dejándola
sin más que urdiera el punto del ritmo, que tocara y tocara
el cielo en su música…
Pero también cuando se refiere al Viento, como
en el poema “Pasto del verano”, donde anota: “Entre mucha merced va el agua en la vibración/ de la transparencia y hoy es martes, y/
corre sur que es el viento/ que viene de Dios…”. Y ya, para ir terminando la enumeración de estas otras posibilidades de abordaje, resaltar cómoconjuga la música de las palabras con la escritura, pero entroncándolas con lo Sagrado. En el poema “Concierto”, encontramos estos versos:
Entre todos escribieron el Libro, Rimbaud
pintó el zumbido de las vocales, ¡ninguno
supo lo que el Cristo
dibujó esa vez en la arena!...
En “Desocupado lector”, poema muy estimado por críticos y estudiosos, habla de las muchas heridas que tiene el mundo, en todo lugar y tiempo. Y por ello cumple con informar que todo es herida, como va diciendo al principio, para luego resaltar que, también,
…el sol
es herida, Nuestro Señor
sentado ahí entre los mendigos con esa túnica irreconocible
por el cauterio del psicoanálisis
es herida, el Quijote
a secas es herida…
Finalmente, en el poema “El domingo en persona soñé con Juan de Yepes”, homenajea su admirado San Juan de la Cruz, escribe: “Soñar con mariposa es párpado,/ con abismo/ destello, con Juan tirado ahí encima/ de los tablones de su celda aura/ y sílaba hambreada de Dios,/ encantamiento/ con desollamiento,/ música/ con espinas a eso/ de las 6,/ piel al Uno unido…”.
NIÑEZ Y RENIÑEZ: EL GRAN ENCANTAMIENTO
Del relámpago le vino la certeza de Dios, cuando niño. Pero el poeta chileno sabía que desde el vagido hasta el último suspiro y el velorio, lo cierto es que ciertos seres se instalan en el asombro de la infancia, tan necesario de mantener para todo cristiano que se precie, pues sabe que así lo recomienda Jesús en su Evangelio, como bien nos recuerdan Mateo o Marcos: “
Dejad a los niños que vengan a mí, porque de los que son como estos es el Reino de los Cielos. Después, les impuso las manos, y se fue de allí”; “Y abrazaba a los niños, y los bendecía imponiendo las manos sobre ellos”; “
Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a pequeños”; “
Él llamó a un niño y lo puso en medio de ellos, y les dijo: Y el que reciba a un niño como este, en mi nombre, a mí me recibe”;
De la boca de los niños, y de los que aún maman, te preparaste la alabanza”… y muchos otros pasajes, además de las predicaciones de Pablo.
Rojas tiene muy presente esta vuelta no solo a la infancia sino al principio. En el poema “Desnacido de mí”, escribe:
…De ser otra vez Palabra como al principio
en el gentío-Mundo cuando la resurrección
era agua y todo era agua y se decía
entre la lluvia paloma
y todo era paloma…
He aquí el testimonio del propio Gonzalo:“Vivimos tiempo que ni se detiene, ni tropieza, ni vuelve. Pero no dejo de tener diez años -qué voy a hacerle- y allí mismo está Dios, y la iluminación de lo absoluto. Larga niñez sagrada, fundamento de mis visiones. Visiones reventadas a los quincecuando se abre el abismo a mis pies, a mis costados, y estoy solo en el Hoyo igualmente absoluto”.
Así es como sigue el consejo de Jesús:“Si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos. El que se haga pequeño como este niño será el más grande en el Reino de los cielos” (Mt 18, 1-4). Y anota, en el poema en prosa titulado “La reniñez”:
LA RENIÑEZ
Dicen que el siglo se va, que el milenio se va, ¿cuál milenio?, ¿cuál siglo? ¿De la era de qué? A lo mejor debiera uno callarse. Pero no. Todavía no. Por lo menos todavía no.
Estoy viviendo un reverdecimiento en el mejor sentido, una reniñez, una espontaneidad que casi no me explico. Es como si yo dejara que escribiera el lenguaje por mí. Parece descuido, y es el desvelo mayor. Estoy dejando que las aguas hablen, que suban las aguas, y que ellas mismas hablen.
Cuando en 1992 le concedieron el Premio Nacional de Literatura de su país, meses después de haber obtenido el Premio Reina Sofía, le entrevistaron en El Mercurio. Entonces se explayó respecto a la reniñez: “¡Ahhhh la reniñez! La verdad es que cuando uno sobrepasa los sesenta y cinco, tal vez los setenta años, empieza a proyectarse de un modo imaginativo más lozano, más fresco. Los sentidos parecen más alertas para recibir las cosas. Por lo menos a mí me ha ocurrido y una prueba de eso es que ahora mismo estoy escribiendo cosas que tienen una vibración, una vivacidad tal vez mayor que cuando escribía desde ciertos rigores de mi edad adulta. La reniñez es indispensable, tanto como lo es la niñez. En el fondo es un rescate de ella. Sólo el niño tiene esa disposición preciosa de la admiración, del asombro, del sentirse golpeado a cada instante por la realidad. Este plagio que yo llamo reniñez, es como un gran encantamiento”.
SÍ, HAY DIOS, Y HABLO CON ÉL DESPACITO
En una y otra entrevista, cuando le preguntaban al respecto, Gonzalo no oculta ni se avergüenza de su religación con Dios: “Soy religioso en el sentido hondo, en el sentido de religare. Claro: yo creo en el misterio; o también: “Sí, hay Dios, y me está viendo ahí, y hablo con Él despacito”. Con esto último pareciera estar respondiéndose él mismo a la pregunta que se hace en unos versos del poema “Alcohol y sílabas”: “¿
Hay Dios/ en esta quebrazón de copas, o lo que va a estallar/ es el mundo?”.
No estalló el mundo y Gonzalo, desde abril de 2011, musita sus versos al Dios que amó y con el que tuvo alguno que otro roce, como todo hijo con su padre, como el Job primero que nos muestra la escritura. Por allí estará silabeando su poema preferido:
AL SILENCIO
Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.
LOS POETAS, NIÑOZ EN CRECIMIENTO TENAZ
Pero volvamos al tema que nos convoca, la niñez y la reniñez, pero también la poesía,ese oficio mayor tan entroncado a Dios y al misterio. Así, el texto “Los verdaderos poetas son de repente”, que lleva como epígrafe: “Sobre un acorde de Chihuahua:/ Los niños en el río/ miden el fondo/ de la transparencia”, el poeta de Lebú y de Chillán traza los perfiles que se conjugan en todo poeta que atiende a lo Sagrado:
LOS VERDADEROS POETAS SON DE REPENTE
Los verdaderos poetas son de repente:
nacen y desnacen, dicen
misterio y son misterio, son niños
en crecimiento tenaz, entran
y salen intactos del abismo, ríen
con el descaro de los 15, saltan
desde el tablón del aire al roquerío
aciago del océano sin
miedo al miedo, los hechiza
el peligro.
Aman y fosforecen, apuestan
a ser, únicamente a ser, tienen mil ojos
y otras mil orejas, pero
las guardan en el cráneo musical, olfatean
lo invisible más allá del número, el
vaticinio va con ellos, son
lozanía y arden lozanía.
Al éxtasis
prefieren el sacrificio, dan sus vidas
por otras vidas, van al frente
cantando, a cada uno
de los frentes, al abismo
por ejemplo, al de la intemperie anarca,
al martirio incluso, a las tormentas
del amor, Rimbaud
los enciende:
“Elle est retrouvée
Quoi? L’Éternité”
Pero la eternidad es esto mismo.
Hacerse como niños para entrar al Reino de los Cielos, como pedía Jesús a sus seguidores; niños en crecimiento tenaz, los poetas para Gonzalo: “Esa es una de las características del verdadero poeta. Y se crece hasta el día final y tal vez hasta más allá del día final. El poeta, en el fondo, es un gran adolescente. Está incesantemente creciendo, pero en cuanto a niño, no para llegar a ser adulto. De allí esa dimensión de estabilidad esencial de las infancias”.
Cuando cumplió ochenta años escribió el bello poema titulado “Ochenta veces nadie”, donde, además de ratificar sus ideas sobre el alumbramiento constante, su capacidad de asombro gracias a la reniñez,también reafirma su creencia en que los poetas son de repente, por los siglos de los siglos. Aquí un fragmento:
¿Y?, rotación y
traslación, ¿nos
vemos
el XXI? ¿Nos
vamos o
nos quedamos? Van 80,
y qué.
(…)
Los
verdaderos poetas son de repente: nacen
y desnacen en cuatro líneas, y
nada de obras completas…
Por ello, unos años después y mientras recibía el Premio Cervantes, supo seguir hablando de esa niñez necesaria para el ser humano, tal y como pedía Jesús:
“Encima de los ochenta –ya destemporalizado y desespacializado- sigo intacto, creo que sigo intacto, nadando en el oleaje de las pubertades cíclicas, de encantamiento en encantamiento y de desollamiento en desollamiento. Nada me desengaña y el mundo me ha hechizado, sin insistir en la cuerda de Quevedo. Ni en la de Huidobro que nos hizo viejóvenes para siempre.
Dios tuvo un poeta llamado Gonzalo Rojas. Y nosotros seguimos leyendo a este reniño que se fue hacia las altas estrellas.
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