La Biblioteca de México José Vasconcelos (www.bibliotecademexico.gob.mx), de La Ciudadela, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, reinaugurada como la Ciudad de los Libros y la Imagen, es sede, desde noviembre de 2012, de la Biblioteca Personal del escritor Carlos Monsiváis, fallecido el 19 de junio de 2010.
Además de esta colección, ubicada en una crujía del ala poniente del edificio en un área de 225 m
2 (www.jsa.com.mx/m/proyectos/biblioteca-personal-carlos-monsivais), existen espacios dedicados a las bibliotecas de otros escritores y críticos notables: José Luis Martínez (la primera en adquirirse), Alí Chumacero, Jaime García Terrés y Antonio Castro Leal, donde se pueden consultar, fotografiar y trabajar en el equipo de computación disponible, en un ambiente cultural óptimo, sumamente confortable.
El gobierno federal, a través del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, anunció en marzo de 2012 la compra de su biblioteca, con un costo de 13 millones de pesos (alrededor de un millón de dólares).
[1]
Más tarde, comenzaron los trabajos para acondicionar el lugar que la albergaría, concebido para tratar de hacer justicia al eminente polígrafo y cronista de formación protestante.
Para tal fin, el artista plástico oaxaqueño Francisco Toledo, amigo cercano de Monsiváis, diseñó un piso en donde predomina el motivo gatuno, dado el aprecio que el escritor tenía por los gatos, además de una pared simulada en la que su sombra del escritor, junto a la de un gato, parece observar uno de los estantes (magnífico
video de presentación).
La impresionante monumentalidad del espacio, pensado como una suerte de multifamiliar o un conjunto de edificios habitacionales urbanos, según explica apasionadamente Daniel Bañuelos, el encargado de la Biblioteca, lleva al visitante a experimentar una sensación de pequeñez ante tamaño despliegue de grandeza, sensibilidad bibliográfica y voracidad cultural. Los más de 24 mil volúmenes y publicaciones, distribuidos en los gigantescos estantes aún no están totalmente clasificados, pero eso no obsta para que varios miles de lectores e investigadores hayan pasado por este lugar consagrado a la lectura de una de las colecciones más deseadas de México, pues la enorme variedad de intereses que ocupaban el tiempo de su poseedor parece hoy inabarcable.
Prueba de ello son los estantes dedicados al cine, las ciencias sociales, el arte, la historia, la literatura de todas las latitudes: poesía en las lenguas principales, novela policiaca, crítica y ensayo, y la religión.
Sobre esta última, se puede observar la cantidad de volúmenes que recopiló y la minuciosa selección de títulos, entre los que destacan varias historias del cristianismo, algunas ediciones de la Biblia (un facsímil de la Biblia del Oso está en la vitrina de la entrada principal), la historia de las religiones de la editorial Siglo XXI, el
Tratado para confirmar la fe, de Cipriano de Valera,
Great voices of Reformation, de Harry Emerson Fosdick, y los dos tomos la
Institución de la Religión Cristiana, entre cientos de volúmenes
.
Entre las “zonas bibliográficas” que ya se pueden disfrutar sin más límite que la curiosidad y el gozo todos los días de la semana se encuentran los propios libros de Monsiváis, ubicados en un estante doble que incluye las obras colectivas en las que participó, así como aquellas para las que escribió prólogos o presentaciones, además de algunas carpetas con recortes de algunas colaboraciones en revistas, especialmente de la época en que dirigió el suplemento
La Cultura en México, de
Siempre! Esta vertiente monsivaíta es de las que aún esperan que la investigación literaria y periodística ordene los innumerables textos dispersos en todas las publicaciones imaginables dentro y fuera de México.
Otra área accesible es la que recoge los libros que le dedicaron otros autores, la cual abarca un amplio espacio en la pared del fondo de la Biblioteca. Allí, es posible hojear colecciones enteras de obras de Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, José Saramago, Elena Poniatowska (su amiga entrañable) y todos los nombres que se puedan imaginar, debido a que no hubo escritor mexicano o de varios países que dejara de enviarle autografiados sus libros. (En la vitrina del vestíbulo puede verse el ejemplar de
Árbol adentro que le dedicó Paz en 1989.) Junto a esta sección se encuentra un conjunto de libros y revistas antiguas, cuyo acceso está restringido.
A tres años del deceso del autor de
Apocalipstick, en estos días se han llevado a cabo varias actividades de homenaje, como la presentación de
Sansimonsi, un libro para niños de Elena Poniatowska y Rafael Barajas,
El Fisgón, así como el rescate de una entrevista radiofónica que hizo a Octavio Paz. Quien escribe estas líneas jamás olvidará la generosidad de Monsiváis al reseñar, por recomendación expresa de Carlos Martínez García, en octubre de 2006, la primera edición de
El salmo fugitivo. Una antología de poesía religiosa latinoamericana (2004, que ocupa su lugar en su respectivo estante de esta Biblioteca
[2]), texto que luego se transformó en su amplio prólogo para la reedición de 2009 (CLIE) y el que envió para la presentación en octubre del mismo año (publicado en la revista
El Faro), apenas ocho meses antes de su muerte.
Esta gran Biblioteca Personal representa la oportunidad para acceder al trasfondo vital de una obra que aún está en proceso de comprenderse cabalmente. Cualquier persona puede ahora ingresar al espacio bibliográfico en el que Monsiváis se movió y compartir lo que él dejó como testimonio de sus múltiples aficiones, intereses y preocupaciones.
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