EL GRANDE VIEJOVEN DE LEBÚ
Premio Miguel Cervantes de las Letras, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Premio Octavio Paz, Premio Nacional de Literatura… No abundaré en datos biográficos y demás reconocimientos que en vida hicieron (tardíamente, si bien es cierto) a mi buen amigo Gonzalo Rojas (1916-2011), un chileno universal no sólo por su dimensión cultural, sino también por sus múltiples periplos por el mundo: sea por motivos exílicos derivados del golpe de estado de Pinochet, sea por invitaciones y trabajos en Europa, América o Asia.
Ahora su obra es bastante conocida en España, pero recuerdo que, cuando lo conocí en 1991, pocos, muy pocos sabían de él, salvo en círculos académicos o en pequeños grupos poéticos.
Comento esto, pues
a raíz de los muchos premios, abundan los ensayos y comentarios sobre su obra. Pero se esquiva, en gran medida, una de las vertientes o ‘visiones’ que él nunca ocultó: su religación con Dios.
Aprecien lo que escribía en 1943, en el poema “Algo, Alguien”:
¿Mío, mi Dios, el viento que sopla sobre el mar del tormento y del gozo,
el que arranca a los moribundos su más bella palabra,
el que ilumina la respiración de los vivientes,
el que aviva el fuego fragmentario de los pasajeros sonámbulos?
El viento de su origen
sopla donde quiere; mis alas
invisibles están grabadas en su esqueleto.
En este instante,
todos los hombres están oyendo mi golpe, mi palabra:
Los dejo en libertad.
Siempre joven de espíritu, Gonzalo se denominaba a sí mismo “viejoven”.
Quienes lo conocimos, sabíamos de su profunda conexión con Dios.
En años más recientes, algún periodista chileno le preguntó al respecto, y él no rehuyó responder: “Dios se enlaza con lo absoluto. Claro que uno tiene la formación católica, fuerte en Chile, y después se aparta de la ortodoxia en cuanto a lo eclesial y a todas esas pautas rituales un poco tercas y abusivas, al menos para uno. Pero se aparta sin abominar de Dios.
No nos hagamos ilusiones. Todos esos niños, llámense Nietzsche o nuestro querido poeta Vicente Huidobro, cuando matan u objetan a Dios, en el fondo es por una gran preocupación. ¿Qué vas a saber tú del enigma tremendo del mundo, de afuera y de adentro? Lo desconocido existe”.
Antes, en su muy citado libro
“La miseria del Hombre” (1948), dejaba constancia de la pequeñez del hombre respecto a Dios:
El hombre que quería ser Dios, se está muriendo desde el comienzo de sus días.
El guerrero que quiso toda la superficie del planeta,
se está muriendo.
El hombre que soñaba
la conquista del sol, se está cada mañana obscureciendo.
Todo, y todo,
y todo
se está muriendo de sí mismo.
CUATRO POEMAS CRISTIANOS
En esta primera entrega acopiamos cuatro textos de varias épocas suyas. Al poeta le encantaba mezclar los tiempos, tenía total consciencia de la Ucronía, máxime en asuntos poéticos y/o espirituales.
Gonzalo
Rojas es un poeta cuya obra, en parte, está emparentada con la escritura de Juan de Patmos. Y en otra, no es que esté muy lejos de Juan de la Cruz.
IMAGO CON GEMIDO
1
Demasiado pétalo en el ruido, pintarrajeada
apariencia espacial, turbosílabas
que no alcanzarán el acorde
original de las nubes, por mucho
que me corte esta oreja y le diga a mi oreja: -Cállate,
oreja, hay que oír
con el ojo, pensar
pensamiento con la otra física
pineal, libre de lo salobre
del sentido, no andar huyendo de mi Dios, ser
uno mismo mi Dios, hablar con Él
despacito;
2
iban,
no sé, irían
a dar las tres en el aire
3
cuando Él llamó a Pedro y vino Pedro
por esa puerta, se sentó
en mi silla, escribió
en arameo, siguió escribiendo
por mí
llorando.
TODAVÍA TÚ
--“Helí, Helí
lamá sabaktaní”
aullido
rojo como el oxígeno
de la Especie, costado
abierto y torrencial de Quién;
esto
es mío, o
de otro?
Cuando vengas vendrás,
vendrás y estás viniendo en lo más alto de los gallos,
no sé
cómo decirlo, cómo
escribirlo con alquitrán en este muro.
WARUM, MEIN GOTT?
¿Dónde está el libro abierto con el cuadro del juicio?
¿Dónde la letra angélica tocada por la gracia?
¿Cuál de estos cuerpos guarda la tinta del vidente?
Oigo un coro en la lluvia de la luz afilada,
destapar mi sellada cara descolorida:
“Si mueres, qué te vale ganar el mundo entero”.
(1941)
VERSÍCULOS
A esto vino al mundo el hombre, a combatir
la serpiente que avanza en el silbido
de las cosas, entre el fulgor
y el frenesí, como un polvo centelleante, a besar
por dentro el hueso de la locura, a poner
amor y más amor en la sábana
del huracán, a escribir en la cópula
el relámpago de seguir siendo, a jugar
ese juego de respirar en el peligro.
A esto vino al mundo el hombre, a esto la mujer
de su costilla: a usar este traje con usura,
esta piel de lujuria, a comer este fulgor de fragancia
cortos días que caben adentro de unas décadas
en la nebulosa de los milenios, a ponerse
a cada instante la máscara,
a inscribirse en el número de los justos
de acuerdo con las leyes de la historia o del arca
de la salvación: a esto vino el hombre.
Hasta que es cortado y arrojado a esto vino,
hasta que lo desovan comoa un pescado con el cuchillo,
hasta queel desnacido sin estallar regresa a su átomo
con la humildad de la piedra,
cae entonces,
sigue cayendo nueve meses, sube
ahora de golpe, pasa desde la oruga
de lavejez a otra mariposa
distinta.
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