“En la poesía de Homero Aridjis hay la mirada, el pulso del poeta; hay el tono inconfundible de aquel que tiene necesidad de decir y sabe que todo decir es imposible; hay la palabra plena y la conciencia de la oquedad de la palabra; hay erotismo y también amor; hay tiempo discontinuo de la vida práctica y racional y la continuidad del deseo y de la muerte: hay la verdad original del poeta”. Octavio Paz
Las generosas palabras del Premio Nobel de Literatura 1990 con que abre este texto dejan constancia de la enorme calidad con que Homero Aridjis apareció en el panorama poético mexicano y latinoamericano al iniciar los años 60 del siglo pasado. Luego de
La musa roja (1958), que desechó, y de
Los ojos desdoblados (1960),
Antes del reino es uno los poemarios más representativos de este autor nacido en 1940 en Contepec, Michoacán (sur-occidente del país) y en el que concentró buena parte de una energía expresiva que hallaría cauce en los volúmenes que le siguieron:
Mirándola dormir (1964),
Perséfone (1967),
Los espacios azules y
Ajedrez-Navegaciones, ambos de 1969, con los que dio cuerpo a una primera etapa sumamente notable.
Tan fuerte fue el impacto del joven Aridjis, que ya en 1966 colaboró con Paz, Alí Chumacero y José Emilio Pacheco en la confección de
Poesía en movimiento, una muestra muy viva y auténtica de la poesía mexicana hasta ese momento del siglo XX, pues recogía textos de los autores más valiosos. Abría precisamente con nueve poemas de Aridjis, casi todos procedentes del libro que ahora cumple medio siglo de su aparición. Y es que su imaginería y audacia lírica reinventaba el poema de amor como se conocía hasta entonces, pues acaso únicamente Marco Antonio Montes de Oca, José Carlos Becerra, un poco mayores que él, habían estremecido el ambiente literario de manera similar.
A sus 23 años, despliega un manejo envidiable del idioma y del oficio poético y en 1977 publicará en España su primera
Antología poética (Akal) con prólogo de Guillermo Sucre, quien afirma: “Si de alguien es válido decir —en plena gestación de su obra— que es un joven maestro, ese, creo, sería Aridjis: poeta a la vez
naïf y muy elaborado, ancestral y también muy moderno. Toda su obra —desde
Antes del reino—es la continuada conquista del esplendor”. Y es que esa obracontiene en germen, lo que vendría después, una poesía edénica del deslumbramiento continuo que a cada paso nombra lo que ve y lo transfigura. “Para mi, el mundo es un paraíso”, dijo en una entrevista de 1971.
Así abre este libro, con un preludio que anuncia el sacudimiento que le ganó casi inmediatamente un lugar propio y reconocible:
y todas las cosas que a mi amor contemplaban
el sonido y la lluvia los parques y la imagen
se asomaron en ella
Y todos los seres que en el tiempo eran árboles
abrieron sus pestañas a los frutos del día
y el sol fue su mirada reencontrada en el mar […]
Y mis manos pudieron ser aire de sus manos
y en medio de la fábula descubrí nuevas fábulas
y el cuerpo de su risa emergiendo del aire
Y tocamos el musgo de sus aguas inmóviles
y sentimos los ojos redondear las palabras
y volamos muy libres adentro de los pájaros[i]
En esta poesía, como en el
Cantar de los Cantares, la amada es el prisma a través del cual se aprecia, se disfruta todo el mundo, y todas las cosas que la rodean, en realidad la anuncian y sirven para referirse a la manera en que crea una atmósfera en la que el amor es el barniz con que se colorea todo lo existente. “Oficiante de la palabra plena”, como fue calificado al celebrar sus 72 años, Aridjis edifica en
Antes del reino un espacio verbal pleno de hallazgos en los que no sólo refulge el amor celebrado, pues todo lo que toca lo ilumina y en la entrega verbal anuncia, en la primera sección:
Te daré mis armas el vino boreal
distraídos tropiezos en el miedo […]
Te daré la concesión de la carne
el rostro de los que abominan […]
Te daré cuerpos distancias
Herbolarios para la afección […]
Quizá propicies momentánea el humo perpetuo(p. 61)
Un breve texto de Kenneth Rexroth que abre la antología publicada por la UNAM, señala: “Cazadores de influencias pueden hallar huellas de San Juan de la Cruz, Góngora y Eluard en la poesía de Aridjis, y detrás de ellos, los cantos místicos de los sacerdotes aztecas, así como de las canciones contemporáneas de iniciación de algunos indios. […] Yo no puedo pensar en otro poeta de la generación de Aridjis en Latinoamérica que se sienta tan a sus anchas en los espacios azules de la iluminación —la iluminación del amor trascendente”.
[ii]
Y no duda en asumir una vertiente religiosa, en donde el lenguaje se asoma a otros abismos, para decir su verdad embelesada:
Construyo tu alabanza
en la sequedad de mi costado
en los trigos y en las distancias
en las riberas donde la Segunda Persona
te cumple y te promete
Construyo tu alabanza
en la fuente de vida donde accionas
en el ave sucia
en los ojos que te sobreviven
en las paralelas juntas y distantes
Construyo tu alabanza
en el rostro de los tránsfugas
en los que murieron antes de alcanzar un rostro
en los asesinos de seres posibles
Construyo tu alabanza
en palabras como puertas
en ventanas y símbolos y desafecciones
en la noche que se prolonga
para conceder el alba
Lo mismo sucede cuando se acerca a los aires de la tradición y se sirve de ella para enmarcar sus visiones en las que el erotismo se desdobla y revela mundos paralelos:
Amo tu confusión
los pájaros revueltos de tu lengua
tus palabras simultáneas
tu Babel tu Delfos
sibila de voces enemigas
Amo tu confusión
cuando dices noche y es alba
cuando dices soy y es el viento
tu Babilonia herida
el equívoco que te hace fabular el silencio.
La mención bíblica aludida líneas arriba hace su aparición y potencia el verso que se alarga y se acorta, en estricto apego a la respiración enamorada de quien habla y ve y resiente el golpe inopinado del amor concreto:
Es tu nombre y es también octubre
es el diván y tus ungüentos
es ella tú la joven de las turbaciones
y son las palomas en vuelos secretos
y el último escalón de la torre
y es la amada acechando el amor en antemuros
y es lo dable en cada movimiento y los objetos
y son los pabellones
y el no estar del todo en una acción
y es el Cantar de los Cantares
y es el amor que te ama
y es un resumen de vigilia
de vigilancia sola al borde de la noche
al borde del soñador y los insomnios
y también es abril y noviembre
y los disturbios interiores de agosto
y es tu desnudez
que absorbe la luz de los espejos
y es tu capacidad
de hacerte mirar en las cosas
y eres tú y soy yo
y es un caminarte en círculo
dar a tus hechos dimensión de arco
y a solas con tu impulso decirte la palabra(p. 64)
Y en el instante amoroso la imaginación se va hasta los orígenes fundacionales en los que la mujer vuelve a ser la primera, la única, en la hora sin tiempo:
Son los navíos del alba que descienden
son tus fuegos Eva son tus fuegos
tu heroísmo de luces encendidas
Son tus calles Eva mi aspirarte
la desnudez de adentro y la penumbra
el antílope verderisante que traiciona […]
Son tus palabras Eva mi encontrarte
el cubrir la ventana con la túnica oscura […]
Son tus poderes Eva tus cabellos
el sol que nos ha perdido
y con los navíos del alba descendemos(p. 65)
[i]H. Aridjis, en
Mirándola dormir/ Antes del reino. México, Fondo de Cultura Económica-CREA, 1984, p. 57.
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