En nuestra anterior compartimos la exhortación de Pablo a los ancianos de la iglesia en Éfeso en ocasión de aquella emotiva despedida en Mileto. Unos cuantos meses después, a comienzos de la sexta década, la memoria de aquella triste jornada se reavivaría, al llegar el hermano Tíquico desde Italia, anunciando que trae noticias del amado apóstol(1).
Felices por esta grata sorpresa, seguramente habrán alabado al Señor por saber que Pablo aún estaba vivo y les recordaba. También habrán orado fervientemente por él, al enterarse que ahora estaba preso y condenado por la Roma imperial.
Escrita para los efesios, esa carta sería muy significativa tanto para ellos como para muchos otros hermanos. Por su relativa proximidad geográfica y la común realidad histórica, es posible que también fuese leída en las otras iglesias de Asia Menor. Pero, sus profundas enseñanzas son aplicables a los cristianos de todas las épocas.
Con su inspirada prosa, el
‘embajador en cadenas’ (2) comienza llevándonos al mismo cielo para mostrarnos todas las maravillas que por la eternidad tenemos aseguradas en el amado Señor y Salvador Jesucristo. Esa es la herencia que nos espera en la gloria; riquezas que, sin embargo, podemos comenzar a disfrutar en esperanza aquí y ahora, por haber sido hechos coherederos con Cristo
(3).
En seguida el apóstol nos hace regresar a la tierra, y nos recuerda que aún estamos temporalmente inmersos en circunstancias - adversas las más de las veces – que, inexorablemente, configuran la realidad que vivimos. Allí nos exhorta con profunda convicción a vivir de manera digna de la vocación con que fuimos llamados
(4).
En esta carta hay material suficiente como para tener una idea de cómo Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, vislumbra a la única iglesia universal y santa, o a un prototipo de ella en la tierra. Si en la epístola a los romanos él nos afirma que la justificación es por fe en la perfecta persona de Jesucristo y Su obra, en la carta a los efesios nos abre los ojos a la unión perfecta con nuestro Redentor y a la unidad que es característica de Su iglesia. Toda iglesia que
presuma de ser ‘la iglesia de Cristo’ debiera mirarse cada día en estos dos límpidos espejos
(5).
La carta a los Efesios está escrita a una iglesia que había alcanzado madurez en la fe; grado de desarrollo común que sólo se alcanza cuando la mayoría de sus miembros viven de manera personal y diaria el evangelio.
Sin embargo, veremos que el Señor se dirige en Apocalipsis, a una iglesia que no andaba como en sus inicios.
NADA ES COMPARABLE AL PRIMER AMOR
Seguramente, algunos disentirán con la frase del subtítulo. Pero aquellos que crecieron con amor, nunca olvidan el día en que se enamoraron. Hablar de ello es descubrir siempre algo nuevo. A riesgo de caer en mezquindad, bástenos compartir unas pocas frases que tienen que ver con nuestro tema.
El amor en la pareja humana es un sentimiento que relaciona a dos que actúan de manera biunívoca como emisor y receptor. La primera vez que se entabla esa relación las dos partes desean agradarse mutuamente; hacen lo que esté a su alcance para estar juntos el mayor tiempo posible y, si por alguna razón, no pueden hacerlo hablan por teléfono o chatean a cámara abierta para sentirse cerca. Las formas y medios cambian con el tiempo; las personas también; pero el primer amor siempre sale victorioso sobre los cambios en las personas y el tiempo.
Pablo se dirige a los efesios reconociendo su fe y su amor
(6); les recuerda que la misericordia de Dios se revela en Su gran amor porque aún estando muertos en pecado, nos dio vida en Cristo
(7); y les confiesa que dobla sus rodillas en oración, para que Dios les permita conocer la inmensidad de Su amor en Cristo Jesús
(8).
El estilo y palabras de Pablo en su carta nos recuerdan a las del apóstol Juan, quien ministrara en Éfeso hasta los días del emperador Trajano. Desde esa ciudad él habría escrito su versión del Evangelio, según Ireneo de Lyon, en el que Juan destaca el sustantivo ‘amor’ y el verbo ‘amar’, más veces que los tres sinópticos juntos
(9). Por sus escritos inimitables, Juan ha sido reconocido con el apodo de ‘apóstol del amor y la verdad’ a lo largo de los siglos. Él nos enseña una insoslayable verdad respecto del amor al Señor Jesucristo:
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero (10).
Al recordar el día en que su vida cambió por obra del Espíritu Santo ¿podría alguien negar la veracidad de esa aseveración? Nadie puede amar si primero no conoce el amor. Dios es amor
(11).
DE ROMA A ÉFESO, PASANDO POR PATMOS
Habían pasado cuatro décadas desde que Pablo fuera ejecutado en Roma por orden del emperador Nerón. Algunos de los que habían visto el rostro del apóstol por última vez en Mileto ya no estarían en Éfeso. Quizás unos pocos que les sobrevivieran, con sus hijos y nietos, guardarían aquella epístola paulina. Éstos ahora reciben otra carta. Es la que el Señor les envía, escrita por mano de Juan, desde la no distante isla de Patmos. Como Pablo con Nerón allá y entonces, Juan sufre ahora con el emperador que se hacía llamar
‘señor y dios Domiciano’. No obstante, el apóstol Juan seguirá llamando Señor a Jesucristo, el hijo unigénito de Dios Padre; su rebeldía le costará el exilio; pero, al morir Domiciano, Juan saldría de Patmos para regresar a Éfeso.
Hay un hilo de oro en la historia de esta iglesia. La preciosa fe en Jesucristo que comparten sus miembros ha sido vigorizada a través del sufrimiento. Viven rodeados de prosperidad mundana, de monumentales muestras de culturas paganas y de costumbres sociales exuberantes y permisivas; y, sin embargo, estos efesios sufren con admirable paciencia toda clase de penurias. Están aferrados a la Palabra, y no la han de cambiar por nada del mundo; creen en Jesucristo de quien dan testimonio, y no cambiarán esta devoción por la de ningún otro. Entre otras razones, porque quienes les discipulaban lo hicieron siempre en amor, pureza, y fidelidad al consejo divino.
Al leer las cartas a los ángeles(12) de las siete iglesias descubrimos que todas tienen cualidades y defectos, que son los que provienen de sus miembros.
Por esa razón, hay tres frases que el Señor repite a cada una de las iglesias:
1.
Yo conozco tus obras, es la primera
(13);
unreconocimiento de parte del Señor de quienno escapa nada de lo que hagamos como iglesia. Él prometió estar en medio cuando dos o tres se reunieran en su nombre. Lo puede hacer porque es omnipresente y omnisciente; como indica la visión en la que aparece a Juan moviéndose entre los siete candeleros, que son las siete iglesias locales
(14).
¡Qué revelación más fuerte es ésta! Nada de lo que hagamos queda oculto a sus ojos. Él ve todo y a cada uno. Conoce nuestras obras antes de pensarlas con la mente y decidirlas en nuestro corazón; mucho antes de que se hagan visibles (y hasta nos ufanemos de ellas). Él sabe qué nos motiva a cada uno de nosotros, estemos donde estemos; y, en especial, cuando nos reunimos en Su nombre. Ante el tribunal de Cristo habremos de rendir cuenta ante Él por todo lo que hicimos; y, también, por lo que deberíamos haber hecho y no hicimos
(15).
¡El Señor tenga siempre misericordia de nosotros, ayudándonos a estar en sintonía con Sus propósitos.
CUANDO SE DEJA EL PRIMER AMOR
Las cualidades de la congregación efesia son comendadas;‘has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.’(16)
Estas características hablan de una iglesia con carácter definido y madurez espiritual
(17). Difícilmente se verían estas características en iglesias que no hubiesen sufrido persecución y ataques de todo tipo. Rara vez se ven hoy en Occidente, me temo, donde abundan iglesias enfocadas más en el enriquecimiento patrimonial, el crecimiento numérico, los Derechos Humanos y la democracia, por encima de la predicación del Evangelio de Cristo.
Acto seguido, se le recrimina algo: ‘Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.’(18)
Aquí podríamos interpretar que ‘primer’ refiere tanto al tiempo como a la calidad e importancia del amor. No es ya una cuestión sentimental. La connotación es mucho más profunda; el primer mandamiento es
“amarás al Señor tu Dios”(19) por sobre todas las cosas. Puede ser que los efesios hayan disminuido su amor del comienzo, ese al que hacía referencia Pablo en su carta
(20). O que hayan dejado de amar a Dios. Las dos posibilidades indican que habían sustituido el amor a Dios con otra cosa.
Nunca olvidaré la preocupación de aquél querido hermano pastor que un día me comentó que en ese tiempo estaban orando denodadamente para que el gran activismo de su congregación no enfriara su amor a Dios.
Se puede caer del primer amor a Dios en una o dos generaciones de creyentes, como ocurrió con los efesios(21).
Los padres tendemos a olvidar que, detrás de nosotros, vienen nuestros hijos. Desde pequeños ellos son todo ojo y todo oído. Lo que primero aprenden en la vida lo reciben directamente de papá y mamá. Antes que lleguen a la edad de la rebeldía, se formaron en virtud de lo que vieron y oyeron de nosotros. No hay excepción alguna con los padres creyentes. Por el contrario, muy difícilmente quedará oculto a nuestros hijos si tenemos una vida como familia en casa y otra muy distinta en la comunidad de fe. Si los jóvenes huyen de la iglesia los mayores ¿no les habremos dado los motivos para que lo hagan? Busquemos los motivos antes de justificarnos.
El Señor señala directamente donde está nuestro pecado, pero no nos abandona al vernos avergonzados y dolidos por haberle faltado. Él nos da la solución de inmediato:
‘Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido’.(22)
A los no creyentes les explicamos que ‘arrepentirse’ es cambiar completamente de dirección; un cambio de 180º. Significa cambiar nuestra manera de pensar y de actuar. En este caso, quienes deben arrepentirse son los creyentes de Éfeso. ¿Otra vez? ¿No se habían arrepentido cuando creyeron en Jesucristo y le amaron? Sí, es la respuesta a las dos preguntas. Necesitaban arrepentirse allá, y ahora por no seguir amando como la primera vez.
Los efesios tenían fe; pero habían llegado a automatizarse, como quienes están programados para hacer siempre la misma rutina. Sin darse cuenta: ¡Habían perdido el amor por Aquél que hace nuevas sus misericordias cada mañana!Los mayores que habían visto cara a cara a Pablo y a Juan, y siguieron con pasión al Señor Jesucristo al comienzo, quizás ahora no podían entender por qué sus hijos no tenían una fe más fervorosa.
Me pregunto si la sociedad secular no está como está por causa de que muchos que decimos ser cristianos estamos funcionando ‘en automático’; como si la inercia organizativa hubiese sustituido al amor por Cristo.
Arrepentirse era el camino para volver a ser lo que el Señor quería de los efesios. Si no lo hacían, el juicio comenzaría por la casa del Señor y su candelero sería quitado
(23). Cuando una iglesia deja de alumbrar en el mundo, el Señor no le dejará el candelero para que lo tenga apagado.
Él es luz y la iglesia es la luz en la tierra
(24) ¿No es esta una exhortación también para nosotros?
LOS LOBOS RAPACES TERMINAN SU FAENA
El rebaño de los efesios estaba enfrentando a tres manadas bien definidas de lobos rapaces: Los malos, los que se dicen ser apóstoles y no lo son y los nicolaítas(25).
Como vemos, lo predicho por Pablo en el año 59 D.C se había cumplido al pie de la letra, y confirmado por la pluma de Juan en el año 96 D.C El resultado del descuido de la iglesia está a la vista: algunos ancianos se habían rebelado contra la autoridad de Dios, el amor por Jesucristo se había enfriado y el testimonio de la iglesia se debilitó hasta hacerla sucumbir en sus bases. Con la destrucción de la ciudad en el tercer siglo, no quedó rastro de ella. Los lobos rapaces habían terminado su faena.
Se reconoce a los efesios por aborrecer las prácticas de los nicolaítas. Me hace pensar en aquellos que se definen como buenas personas porque nunca le hacen daño ni le desean el mal a nadie. ¿Es eso suficiente? No hacer el mal nunca es mejor que hacer el bien. Porque quien hace el bien es obvio que no dañará a nadie, el Señor insta a no cansarnos de hacer el bien.
2.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias,
es la segunda frase que se repite a las siete iglesias. Nos recuerda a la frase de Jesús cuando terminaba de enseñar por parábolas
(26). Es una manera de hacer pensar sobre lo que se escucha. La gente que está sin Cristo viene a los lugares de culto cansada de palabras huecas, noticias desalentadoras y desengaños. Y son campo orégano para hábiles manipuladores de la mente y el corazón que montan espectáculos religiosos atractivos y predican lo que la gente desea oír. En Latinoamérica se hacen rituales de exorcismos y milagros y se evangeliza en base a resultados inmediatos y visibles. En otros sitios se llevan adelante programas de actividades que compiten con los de otras iglesias y generan vanas comparaciones e inútiles estadísticas. Lejos están allí de oír lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Lo que el Espíritu dice a las iglesias es lo mismo que decir lo que Cristo dice; es el Espíritu de Cristo el que guía a los creyentes a la verdad, pues no habla por su propia cuenta sino por autoridad de Dios Padre
(27). Jesús no hablaba sino al oído interno; Él nunca se condujo con intención de agradar al ojo humano sino a Su Padre.
3.
El que venciere,o
Al que venciere (28) es la tercera frase dirigida a las siete iglesias. Lo que le sigue es la promesa del Señor a cada una de ellas. Notemos que está expresada en singular. Cada creyente es una piedra viva y templo del Espíritu de Dios. Como tal, su salvación es personal, su santificación es personal y su glorificación es personal. El premio a su victoria es individual, nunca colectivo.
La iglesia de Jesucristo es la que está siendo edificada por Cristo, la Roca, con los hijos e hijas que el Padre salva, santifica y glorifica por medio de la obra de Su único Hijo, nuestro Salvador y Señor personal.
Sobre este aspecto importante en la vida del creyente y la iglesia de Jesucristo como congregación de sus fieles, continuaremos en la próxima, si el Señor lo permite.
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NOTAS
1. Efesios 6:21; 2ª Timoteo 4:12
2. Ibíd. 6:20
3. Ibíd. 1:7, 18; 2:7; 3:8, 16
4. Ibíd.: 1, 4; 5:2, 8
5. Las siete cartas están organizadas, salvo excepciones menores, de acuerdo a este orden: 1. Una descripción de Cristo derivada de la visión del primer capítulo; 2. Una palabra de encomio a la congregación; 3. Una palabra de censura por las deficiencias espirituales; 4. Una corrección a lo que está equivocado; y 5. Una promesa a los vencedores. Las siete iglesias eran congregaciones de Asia Menor durante los días de Juan. Algunos creen que ellas representan siete etapas de la historia de la Iglesia. Pero esta interpretación es improbable debido a que existen desacuerdos entre los intérpretes acerca de qué parte de Apocalipsis representa cuál período en la historia. Es más probable que estas siete asambleas sean ejemplos de los tipos de iglesias que existen a lo largo de toda la historia. Esto significa que las siete cartas son advertencias para todas las iglesias de todas las épocas.
6. Efesios 1:15
7. Ibíd.2:4,5
8. Ibíd. 3:14-21
9. Amar (phileō) es mencionada 13 veces por Juan; comparar con Mateo (5 veces), Marcos (nunca) y Lucas (1 sola vez);
Amar(agápaō) es mencionada 37 veces por Juan; comparar con Mateo (8 veces), Marcos (5 veces) y Lucas (13 veces);
Amor(agápē) es mencionada 7 veces por Juan; comparar con Mateo (1 sola vez), Marcos (nunca), Lucas (1 sola vez)
10. 1ª Juan 4:19.
11. Ibíd. 4:8, 16
12. Puede referirse a un ángel guardián (Hebreos 1:14; Daniel 10:13) o a algún líder humano, sea el obispo o pastor
13. Apocalipsis 2: 2, 9, 13, 19; 3:1, 8, 15
14. Ibíd. 1:12-16
15. Romanos 14:10; 2ª Corintios 5:10
16. Apocalipsis 2:3
17. Romanos 6:3,4; Santiago 1:3,4
18. Apocalipsis: 2:4
19. Mateo 22:37,38
20. Efesios 1:15, 16; 6:24; el mismo Pablo ya les alentaba a crecer y edificarse en amor: Ibíd. 4:2, 15, 16
21. Contando una generación cada 20 años
22. Apocalipsis 2:5
23. 1ª Pedro 4:17. Los que opinan que las siete iglesias son siete períodos históricos demuestran que al no haber iglesia en Éfeso, el candelero le fue quitado
24. Juan 8:12; 12:46; Mateo 5:14-16
25. El grupo herético de los ‘nicolaítas’. Se caracterizaban por vivir inmoralmente, y tener prácticas idolátricas. Perturbaban a las iglesias en Éfeso y Pérgamo. No se sabe con certeza quién lo inició; pero, es evidente que seguían las enseñanzas de un líder llamado Nicolás. El único colaborador de los apóstoles con ese nombre era un prosélito de Antioquía No obstante, no hay indicios de que él haya sido el fundador. Como prácticas inmorales podemos incluir a todo aquello que hacemos que no proviene de la fe (ver Romanos 14:23b)
26. Mateo 13:9 (Ver Apocalipsis 2:7, 11, 17, 26; 3:6, 13, 22)
27. Juan 16:13; Gálatas 4:6
28. Apocalipsis 2: 7, 11, 17, 26; 3; 5, 12, 21
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