La despechada

Esta mañana te has vuelto a ir pronto. Te levantas con cara de perro, y no mencionas nada de lo que hemos vivido durante la noche.

Ya me empiezo a cansar de sentir tu cuerpo sobre mí para darte placer, cada despertar me dejas deshecha con tu indiferencia.

Lo único que te ruego es que estés conmigo un ratito más, cinco minutos, a veces solo te pido cinco minutos. Pero para ti es más importante el deber. ¿Cuándo te querrás dar cuenta de que por mucho que estudies no vas a encontrar trabajo? Espera que pase la crisis. El tiempo que pasemos juntos… ¡eso que tenemos ganado!

Te encuentro abatido, vuelves a casa cansado e insatisfecho y yo te espero en el mismo sitio sin moverme lo más mínimo, para regenerarte. ¡Y así me pagas! Vuelves a desaparecer cada madrugada para buscar lo que ya tienes conmigo. Envuélvete entre sábanas y olvídate del mundo, alimenta nuestro romance y no te avergüences de mí.

Eres un privilegiado, piensa que muchos quisieran dormir conmigo. Mira mi cabeza, mis pies, mis telas, a determinadas horas me vuelvo apetecible.

¿Has encontrado algo mejor que yo en la universidad? Total, para dormirte igualmente durante las aburridas clases… ¿no estarías más a gusto conmigo? Estás del todo equivocado, no se descansa para trabajar, se trabaja lo justo para disfrutar de la vida y descansar. Y yo te ofrezco lo segundo sin hacerte pasar por lo primero. ¿Por qué no lo valoras?

Pero algún día me sabrás apreciar. Aunque tengas una novia yo seré tu amante perpetua, estaré omnipresente entre los dos y al final me desearás más a mí que a nadie, porque yo sé que sabes apreciar lo bueno y nadie te ha sido ni te será tan fiel como yo. Sé cómo proporcionarte el sopor suficiente para hacerte caer en mis brazos noche sí, noche también.

¿Quién se resiste a un mueble como yo?

Te quiere, tu cama.