En los últimos tiempos hemos pasado de decir: Qué mal van las cosas, a decir: Aquí no hay nada que hacer.
Tiempo hubo, que cuando se vivían ciertas injusticias, nos decíamos: “Hay que acabar con ellas”; ahora, nos estamos resignando a vivir entre ellas. El mundo al que se aspira ya no es el ideal, sino uno tolerable, dentro de lo posible.
Si he de ser sincero “Desde el Corazón” –y lo intento seriamente‑tengo que confesar que nuestras democracias soportan muy bien los negocios de la democracia, y muchos se han aprovechado con ella.
Cuando uno de nuestros ministros dice que “no ha visto un billete de 500 euros en su vida”, ¿no hay periodista que le responda que millones de españoles tienen pensiones que no llegan ni a ese billete?
En una ceremonia –no discuto el atractivo del protocolo‑de entronización a un nuevo rey, se gastan 11 millones de euros, sin contar los gastos suntuosos de las 17 reales monarquías que han asistido en representación, en viajes y mil zarandajas más, ¿hay algún clérigo que recuerde que el derroche es un pecado?
Reducir la noble forma de gobierno a unos votos cuatrienales, que delega en alguien que nos saque de la crisis sin la certeza de que podamos obligarle a ello, y que en caso de fracasar –que a la vista está‑no se queden como un ciudadano más a vivir un tiempo del paro, es una necedad.
Como necedad es considerar que la austeridad consiste en recortar el gasto público, cuando lo que hay que recortar es el gasto político.
Que me expliquen si es necesario que un Presidente de Gobierno necesite 245 asesores; entiendo que se necesiten algunos asesores, pero ¿doscientos cuarenta y cinco atesoradores?; quizás lo comprendería de un tal Evo, que declara tener un problema: “no me gusta leer”, y se nota.
Está claro también que un Defensor del Pueblo no puede estar en todos los frentes, pero ¿necesitar 32 asesores?; ¿no son muchos frentes?, así que el gasto público es dar más dinero a los políticos para aumentar su poder y el del partido, la subvención clientelar y sindical; la obra pública para la foto inauguracional y la comisión; las duplicidades en la Administración, en las pretendidas Embajadas con las que se puede colocar a próximos.
No es de extrañar que la política esté tan desprestigiada entre tantos y de que a falta de una adhesión, se reivindiquen, no siempre, con escraches correctos, los valores de justicia y de derecho.
El pueblo medio es el que generalmente sufre el hachazo fiscal, que nos está metiendo en la crisis a todos. Porque de ninguna crisis ha salido ningún país gracias a los ricos y a los pobres, sino a la gente que tiene una conciencia y ética cristiana de la vida que trabaja, consume, in-vierte y ahorra mirando el céntimo con eficacia y administración evangélica, y tiene hijos y practica la caridad bien entendida, y sostiene su Iglesia y su culto.
Pero está siendo más fácil subirle los impuestos a ese pueblo medio que reformar la Administración y recortar el gasto político.
A la escasa eficacia de los políticos gestores, tan poco ilusionantes, pues declarar que para el 2019 aumentará el empleo, es sumar su escasa validez o asistir a otra más de sus mentiras, que evidencia su descrédito en lo laboral, lo económico, lo científico y en lo técnico. “Desde el Corazón” pienso que hay que reflexionar mucho, ya, ya, ya.
No obstante, no hay en modo alguno que desdeñar las sanas ideologías, los valores absolutos, las enseñanzas de Jesús. Estos no han fracasado, sino sus realizaciones torpemente emprendidas. Tales principios están ante nuestros ojos, intactos y todavía deslumbradores. Desdeñemos, sí, los sistemas concretos que los hicieron decaer o incumplirse, así como las filosofías que intentaron etiquetar como arcaicos los principios eternos.
Cuestionemos el vano engreimiento del capitalismo y su falsa promesa de libre mercado; que la caída de las extremas izquierdas no sea deificada. No tenemos porqué elegir entre dos polos; ni entre la dura realidad de uno y el vago sueño de otro. Ni mendigar a Berlín, ni adorar el becerro de oro de F.M.I.
Elijamos una tercera vía, la de las enseñanzas del Creador y Sustentador de la vida. Aprendamos de las caducas experiencias; de los reveses de quienes proclamaban paz y bienestar y no recogieron ni brotes verdes. Levantemos nuestros corazones hacia las cumbres de donde vendrá el poder y el material a perspectivas más benditas e inéditas.
Construyamos nuestra casa por encima de la política y de sus meras premisas. Seamos aún hombres y mujeres de fe. Peregrinos entusiastas en un paisaje propio.
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