El Pacto, confesión de fe y constitución religiosa de la congregación evangélica de Villa de Cos, Zacatecas, es uno de los documentos que, junto con el Discurso por la Constitución de 1857, El despertador de los fanáticos. Estracto [sic] de los retratos de varios papas (1867), además del monumental esfuerzo por publicar la revistaLa Antorcha Evangélica, forma parte del legado de unas familias de ideas religiosas heterodoxas en esa entidad ubicada en el centro-norte de México.
Su labor viene a demostrar la fuerza con que muchos grupos de inspiración liberal, en el ámbito político, asumieron la búsqueda de formas religiosas más libres, ajenas al control de la Iglesia Católica.
Ciertamente, sus actividades se han documentado escasamente, pero la reconstrucción de su mentalidad y su visión de la fe los muestra como auténticos reformadores religiosos y luchadores sociales. Su filiación política, aunque en ocasiones no se definiera del todo, los colocaba en una zona de rebeldía difícil de ocultar en las lecturas hagiográficas, mediatizadas por el interés en demostrar únicamente los aspectos religiosos de los grupos protestantes, cuyas prácticas asociativas los identificaban mayormente como “sociedades de ideas”, según lo demostró Jean-Pierre Bastian en sus clásicos ensayos de los años 80 y en su tesis doctoral.
También es verdad que otros estudiosos le señalaron a Bastian que idealizó demasiado al protestantismo mexicano en sus años iniciales, pero no se puede negar que la imagen que el retrato que ofreció en su momento rompió los esquemas habituales de interpretación histórica y marcó para siempre los estudios en ese campo.
En esa línea de análisis, la familia Amador tiene que ser vista no solamente como precursora del protestantismo sino también como ejemplo del surgimiento de fuerzas sociales y políticas inconformes con el estado de cosas predominante en la segunda mitad y a finales del siglo XX, puesto que sus innegables convicciones liberales la colocó en el lado opuesto a la defensa de los privilegios de la Iglesia Católica y sus aliados.
El
Discurso de Juan Amador sobre la Constitución de 1857 y su panfleto sobre la historia de los papas anunciaron lo que vendría más tarde: su participación en una comunidad de creyentes dispuestos a vivir y proclamar su fe, pero sin relación con el catolicismo tradicional.
Este “protestantismo espontáneo”, o sin denominación, que comenzó a formarse en varios lugares del país manifestaba, sobre todo, su enorme insatisfacción con la manera en que la iglesia dominante transmitía las enseñanzas de Jesús, por lo que todos los grupos que iban surgiendo hacían notar que deseaban rescatar esas enseñanzas y experimentar la fe de una manera fresca y auténtica.
Los diez artículos de la confesión de fe como tal, segunda parte del documento de 1872, están precedidos por una muy breve introducción que afirma: “Para mayor honra y gloria de Dios, promulgación del evangelio en esta Villa, práctica de los preceptos de nuestro Salvador y perfección de nuestros corazones, mediante los frutos que en ellos produzca la gracia del Espíritu Santo, nos constituimos en congregación evangélica, adoptando la enseñanza de las Sagradas Escrituras en la breve confesión de fe siguiente”.
Los tres primeros artículosenfatizan la creencia en la Trinidad, la primacía de la Biblia y la caída de la humanidad. Su énfasis en la Biblia contrasta con la continua insistencia del catolicismo en el magisterio y tradición de la iglesia:
Artículo 1º
Creemos que no hay más que un solo Dios, criador y conservador de todas las cosas, infinito en sus perfecciones y objeto único de nuestra adoración, el cual subsiste en tres distintas personas, que son, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Artículo 2º
Creemos que las Santas Escrituras del antiguo y nuevo testamentos, fueron dadas por la inspiración de Dios y que debemos recibirlas sin alteración, escudriñarlas y obedecerlas como la única regla infalible de nuestra fe y prácticas religiosas.
Artículo 3º
Creemos que a consecuencia de la trasgresión de Adán, padre común del género humano, estamos destituidos de santidad, muertos en el pecado y sujetos a condenación, escogiendo siempre el camino de la desobediencia hasta que renazcamos del Espíritu Santo.
Del cuarto al séptimo artículos, que podrían calificarse de cristológico-soteriológicos, se subraya la obra redentora de Jesucristo y los medios para su aplicación en la vida humana. La orientación teológica es muy clara, pues el lenguaje de cada postulado se orienta en el sentido de la comprensión protestante de la salvación, es decir, individualizada y centrada en la justificación por la fe:
Artículo 4º
Creemos que Jesucristo es Dios y hombre y que padeció y murió para la expiación y propiciación por los pecados de todos los hombres.
Artículo 6º
Creemos que ese arrepentimiento y esa fe son indispensables para nuestra salvación, unidos a una vida de obediencia y santidad; pero que por la rebeldía que heredamos con el pecado original, nadie puede cumplir el deber a que está obligado, sin que haya renacido del Espíritu Santo.
Artículo 7º
Creemos que no hay otro medio para nuestra justificación, sino el de la fe en Jesucristo Nuestro Salvador, y que todos aquellos que en él creyeren quedan justificados y unidos a él indisolublemente, sin que nadie pueda arrebatarlos de su mano, porque serán guardados en la virtud de Dios, mediante esa fe, para alcanzar la salvación.
El siguiente artículo, mediante una alusión a Romanos 8.28, se refiere a lo que sucede con la vida de las personas al participar del proceso de santificación, guiado por el Espíritu Santo:
Artículo 8º
Creemos que todas las cosas obran juntamente para el bien de los que a Dios ama es a saber: a los que conforme a su propósito son llamados, pues todos los que sean salvos fueron escogidos desde el principio para salvación por medio de la santificación del Espíritu y la fe de la verdad eterna.
Inmediatamente, al ocuparse de la Iglesia visible y descartar cualquier forma de autoridad espiritual aparte de Jesucristo, se afirma la creencia en sólo dos sacramentos
Artículo 9º
Creemos que Cristo tiene una Iglesia en este mundo y que estamos obligados a observar las instituciones de bautismo y la cena del Señor y a someternos con toda mansedumbre al gobierno y disciplina del mismo Jesucristo, recibiendo aquellos sacramentos del modo que son administrados por esta congregación visible mientras seamos miembros de ella.
Finalmente, la Confesión incluye los aspectos escatológicos de la doctrina, especialmente los relacionados con el juicio final:
Artículo 10
Creemos en la resurrección de los muertos y en un juicio universal; que el mismo Jesús, sacrificado en el Gólgota por nuestros pecados, vendrá sobre las nubes del cielo con grande gloria, poder y magestad (sic); que los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán de ellos; que serán juntas delante de Él todas las naciones y entonces traerá Dios a juicio toda obra con toda cosa buena o mala, diciendo a los justos: “Venid, venid y poseed el reino preparado para vosotros antes de la fundación del mundo”; y a los malos [parte incompleta]: “que está preparado para” [parte incompleta] irán al suplicio [parte incompleta].
En la página 5 del documento aparecen las citas bíblicas en las que se basa cada artículo.
Como se ve, esta confesión es ya abiertamente protestante en el lenguaje y en sus líneas generales, concisas y directas, manifiesta la intención de desarrollar una forma de comunidad apegada a las enseñanzas del Nuevo Testamento, a diferencia de las doctrinas católicas predominantes.
Es verdad que, a diferencia de otros textos similares, no se hacen alusiones a aquéllas, pero las referencias de fondo claramente muestran la intención de diferenciarse de la iglesia mayoritaria.
La incubación de estas afirmaciones, aún cuando no había una presencia misionera extranjera formal, fue sin duda resultado del espíritu asociativo, contestatario en lo religioso, pero con el agregado de la ideología liberal, propia de varias regiones del país, precisamente en donde surgirían, años más tarde, reconocibles congregaciones evangélicas.
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