Luego de que con un énfasis tan acrítico como desligado de los contextos históricos actuales se celebraron en 2012 los supuestos 140 años de la presencia (oficial) del presbiterianismo en México, bien vale la pena conocer y destacar un descubrimiento del historiador Hugo Daniel Sánchez Espinosa: Pacto, confesión de fe y constitución religiosa de la congregación evangélica de Villa de Cos, publicado nada menos que en 1872, el mismo año en que llegaron al país los primeros misioneros estadunidenses y que se ha tomado como referencia para todas las conmemoraciones.
En
La influencia calvinista en México. El protestantismo presbiteriano en el norte del país, formas de propagación y subsistencia, 1872-1888, tesis que defendió en la Universidad Nacional Autónoma de México en 2010, dirigidapor el doctor Pedro Salmerón Sanginés (autor de una biografía del político presbiteriano Aarón Sáenz), cita varias veces dicho documento, pues obtuvo una copia en San Pedro de las Colonias, Coahuila, como resultado de las entrevistas que incluye en su investigación. Sánchez Espinosa pertenece a una nueva generación de historiadores de filiación protestante que están desarrollando análisis muy interesantes.
En el seno de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM) nunca ha existido, como en otras denominaciones (particularmente la metodista) una comisión de historia o un archivo que, con una buena metodología historiográfica conserve y catalogue la documentación que se ha acumulado durante décadas. En esta última ocasión, como en otras oportunidades, se ha delegado en una o dos personas la labor de reconstruir el pasado de esta iglesia y siempre ellas han carecido de la formación o el rigor que les permitiera hacerlo con seriedad y responsabilidad. Sucedió en los años ochenta con una lamentable historia elaborada por encargo (S. Tijerina,
Peregrinaje de un pueblo, 1993), y ahora con dos personas autoerigidas como historiadores.
Una gran paradoja aconteció en la más reciente reunión ordinaria de la INPM realizada en Monterrey, Nuevo León, ciudad norteña donde se reeditó el libro clásico de la misionera Melinda Rankin, Veinte años entre los mexicanos, referencia obligada de los inicios del protestantismo en el país, y pionera
del presbiterianismo, por parte del Fondo Editorial Nuevo León, con prólogo de los investigadores Miguel Ángel González Quiroga y Timothy Paul Bowman, en una nueva traducción del escritor David Toscana,
[1]que mejora sustancialmente la publicada por El Faro (1958) y que nunca mereció una nueva edición.
La introducción reconstruye minuciosamente los entretelones de la labor de Rankin en la frontera y luego en el país. Ninguna autoridad de la INPM se percató del hecho y los delegados a la reunión se fueron de la ciudad ignorando totalmente su existencia, pues esa hubiera sido una gran oportunidad de presentar un libro tan significativo para la historia de la INPM. Tanto es así, que la única “presentación histórica” consistió en un texto leído por el secretario de la directiva de la asamblea general en uno de los cultos conmemorativos.
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Pero más allá de estas circunstancias tan tristes,
la investigación de Sánchez Espinosa ha aportado luz a los estudios históricos de la presencia protestante en México con la recuperación de este documento impreso en el “Ramo tipográfico a cargo de Elías Amador” (hijo de Juan Amador, iniciador de la congregación evangélica de Villa de Cos, Zacatecas), en cuya “Advertencia” se lee:
Los artículos que componen nuestro credo religioso están basados en las prescripciones del Evangelio y son los que reconocen las iglesias reformadas de Cristo. Al publicarlos nos proponemos el objeto de desmentir las atroces calumnias con que el clero pretende deturpar nuestras congregaciones, haciendo que el pueblo se forme el más desfavorable concepto de ellas, pues muchos nos juzgan como a impíos o enemigos de toda religión.
Creemos, por tanto, que la sola lectura de nuestro pacto y confesión de fe, será suficiente para desvanecer los tremendos cargos que con torcidos fines se nos hacen, y que cualquiera persona por poco despreocupada que sea, hará justicia a la verdad.
La fecha de publicación deja constancia de los casi 15 años de existencia de la comunidad que más tarde sería la Iglesia Presbiteriana Sinaí, fruto de los esfuerzos de varias personas encabezadas por Juan Amador y , a quienes se sumaría el apoyo del médico Greyson (Julio) Mallet Prevost como parte de una historia que ya hemos expuesto antes aquí.
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Los autores del texto no dejan de reconocer que han retomado el documento elaborado por el reverendo Andrew Park, antiguo colaborador de Rankin.
Hemos adoptado por su sencillez, la redacción de las congregaciones que dirige el Rev. Park en el Estado de Nuevo León, que recientemente han publicado también esa profesión de fe, haciéndole tan sólo algunas ligeras correcciones de lenguaje que en nada afectan el dogma, pues las creímos indispensables para mayor claridad. En cuanto a la constitución, ha sido indispensable refundirla y aumentarla en más declaraciones para que quedase adaptada a las necesidades y gobierno peculiares a nuestra asociación.
Terminamos esta breve advertencia, exhortando a todos los miembros de nuestra congregación para que se impongan detenidamente del contenido del pacto, profesión de fe y constitución, a fin de que puedan cumplir mejor con sus deberes religiosos.
González Quiroga y Bowman siguieron la pista de Park y resumieron su actuación como sigue: “Andrew Park (ortografía correcta) fue un misionero independiente que introdujo la Biblia en el noreste de México en la década de 1860. Fue el primer evangelista en Cadereyta, una de las mayores ciudades de Nuevo León. También hizo labor misionera en Saltillo, capital de Coahuila. Rankin lo contrató en 1869, y durante los siguientes dos años trabajó en la misión de Monterrey. Se fue tras un rompimiento con Rankin”. La propia misionera habla de él: “En Cadereyta, el Rev. Sr. Parke (sic), un misionero independiente, había organizado previamente una iglesia evangélica, así que teníamos cuatro iglesias en fraternidad y que cooperaban juntas en armonía”. Continuaremos exponiendo el contenido de esta confesión de fe, prácticamente desconocida por la propia INPM, pues nunca antes se había hablado de ella.
M. Rankin, Veinte años entre los mexicanos. Relato de una labor misionera. M.Á. González Quiroga y T.P. Bowman, introd. Monterrey, Fondo Editorial Nuevo León, 2008, p. 221.
[2]Amador López Hernández, “140 años de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México. Reseña histórica”, en
La Voz, Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina, núm. 56, julio de 2012,
pp. 36-39. Este textose basa en el “resumen histórico” de R. Hernández D. y en la “reseña histórica” de B. Bautista.
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