No ser político, juez, banquero o enlace sindical tiene serios inconvenientes, sobre todo en lo que respecta a la inseguridad del empleo. Por ejemplo, en mi profesión vocacional, si cualquiera de nosotros tiene dos fracasos seguidos le es muy difícil encontrar “Comunidad Eclesial” que le solicite. Y desde esa soledad se quedará en la de siervo olvidado. Tendrá incluso que cambiar de ocupación si desea seguir percibiendo ingresos.
Pero los políticos, los banqueros, los enlaces sindicales e incluso los jue-ces, no. Si ganan, estarán en el poder. Si pierden estarán en la oposición. Pero estarán en una posición digna-mente, con el rostro muy alto, ejerciendo su profesión, viviendo de ella.
Oí hace tiempo decir a un político: “yo he estado veinte años en el poder. Unos en el gobierno y otros en la oposición”. ¡Cuánta razón tenía este sincero político!; la cuestión era estar siempre en el poder. Y aquí en España, siempre les queda lo de Eurodiputado.
Y ya que menciono Europa, me digo, “Desde el Corazón” ¡qué cosas tan extrañas pasan! pues el Tribunal de Justicia, no hace mucho, nos dijo que la ley española sobre créditos hipotecarios y desahucios, no protege al consumidor, y que sospechando que en sus normativas hay cláusulas abusivas, el juez, no uno de los que se disputan los sumarios de los Bárcenas y los Correas, podrá paralizar cautelarmente nuestro desahucio. ¡Qué raro que ni jueces, ni notarios tan presentes en las compraventas de pisos, ni Cajas, ni Bancos, nunca pusieran el grito en el cielo por esas cláusulas abusivas o porque la ley que enmarca el préstamo hipotecario pudiera ser tan injusta!
y a esta gente tan maja, que se les cuelan cláusulas que abusan de nosotros, nunca les falta trabajo; pues siempre encuentran un Consejo de Administración de alguna empresa para dirigir, alguna oficina de “Asesor”, alguna “Presidencia de Entidad” con lo que eso lleva apareja-do de indemnización, fama, dinero, comentarios, foto en la prensa, tertulias de canales de TV, o alguna representación en Europa.
En una extrañísima tertulia televisiva, no rara por esta forma de opinar sobre mil cosas, sino porque se invitó a un protestante, el cual en un momento dijo: hay Estados en que a los que pierden las elecciones después de haber dilapidado cuantiosas sumas del capital común se les manda al olvido por largos años para que no sigan derrochando ni perturbando con sus fantasiosas ideas. También añadió: y si como vemos todo está en grave crisis: lo laboral, lo económico, lo bancario, lo judicial y lo moral, y nadie es responsable ¿no será todo ello evidencia que lo que falla es el sistema?
Los cuatro o cinco que asistían al debate se llevaron las manos a la cabeza, y no les parecía mal que los corruptos corruptores viajaran a Suiza, Andorra, Liechtenstein, Panamá o Islas financieras paradisíacas.
El protestante estaba perdiendo la timidez, máxime cuando observaba que los contertulios se hablaban entre ellos, todos al tiempo, repitiendo: “este no entiende de democracia, libertad, libertad, democracia, amnistía fiscal, diálogo, democracia, libertad, europeísmo, democracia, pluralismo progreso, libertad…” mientras mordisqueaban los canapés que ahora se llevan hasta en los debates televisivos.
Así que cuando pararon un momento para engullir los “montaditos” de turno, pues comer con la boca abierta es de mala educación pero hablar todos al mismo tiempo es debate de calidad;
el protestante siguió preguntando: ¿por qué nuestros dirigentes no hablan de seria austeridad, sacrificio ejemplar, de trabajar en oficios que produzcan riqueza, y hacer política por vocación y deseos de ayudar al pueblo, en vez de seguir diciendo lo mucho que piensan dar a los campesinos, gentes de taller, sindicatos, si son elegidos?
Pero ninguno pareció comprender lo que el protestante quería significar con su pregunta. Y él siguió señalando que el pueblo anhela valores firmes, ejemplos transparentes, y ya no cree en quienes dicen que el bien o el mal dependen de nuestros puntos de vista y lo mismo da creer una cosa que otra, de forma que no haya más moral que la del Estado, ni otra conciencia que la estatal. Cuando lo que debiera privar es enseñar un vivir que tiende al desarrollo moral y espiritual de los individuos y en la nación; un sano intelecto –pues no hay democracia sin demócratas‑ fuente de conocimiento; una voluntad limpia, que sea manantial de las decisiones, un urgir del clarín que anuncie la seriedad de la justicia, la denuncia de las malas influencias y mal ejemplo, y poner en pie de lucha el altruismo práctico del genuino amor al hombre y el amor de Dios.
Terminó el protestante, calló para comer también un “montadito”, y oyó que los contertulios un poco sonrojados exclamaron: “este protestante protesta mal”.
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