Conviene leerlo todo siempre

Tres años de guerra incivil desbarataron toda una generación de españoles. Manuel combatió con la graduación de cabo del ejército republicano siendo un joven socialista de 27 años.

No murió en el frente como tantos compañeros suyos, pero acabó preso en una cárcel franquista de Granada.

Al anochecer la tensión era máxima entre los presos cuando llamaban a algunos para luego fusilarlos. Todos temían que cualquier noche podía ser la última porque los escogían sin criterio aparente.

Soportaban los inviernos desprovistos de ropa de abrigo en la más absoluta precariedad.

En aquellos días tan duros no faltaba la visita de unos personajes del clero católico que amonestaban a los presos con la intención de que volviesen a la “fe cristiana”. Con el máximo recochineo proferían frases del estilo “queráis que no queráis, vendréis a las nuestras”.

En aquella situación aquellas palabras eran muy humillantes para Manuel, y alejaban de ese modo toda posibilidad de simpatizar con alguna forma de divinidad viniese de donde viniese.

Ese era el “pastoreo” católico de aquella época para seres martirizados. Aquello más bien era una forma de venganza moral por las tropelías que se hicieron contra ellos al comienzo de la guerra. España se quedó sin referentes divinos.

Ya habían pasado tres años desde que acabó la guerra y la esperanza de salir de prisión le llevó a encargar un traje al sastre de su pueblo. Uno de los compañeros, también sastre, se prestó a tomarle las medidas, lo cual hizo a la perfección.

Las cartas de recomendación que la familia de Manuel pidió a personas influyentes del pueblo para que facilitasen su liberación, no acababan de llegar, aunque presentía la inminencia de una buena noticia.

Un día enfermó del vientre y debía visitar con frecuencia la letrina.

Cogió unos papelotes de sobre una mesa con la intención de usarlos como papel higiénico.

Estando de cuclillas le dio por leer el texto que contenía. Cuál fue su sorpresa al descubrir su nombre escrito en aquel papel, no era ni más ni menos que la orden de su liberación.