CONVICCIÓN DE CRISTIANO
Completamos el acercamiento a la poesía que Jorge Dávila Vázquez ha dedicado al Cristo de los evangelios. Y si en algún poema de otra serie el escritor de la ecuatoriana ciudad de Cuenca señala: “El silencio:/ no ausencia de/ la palabra,/ anunciación/ del Verbo”, posteriormente, en el citado poemario
“La palabra, el silencio” (2004), íntegramente dedicado a la temática bíblica, deja expresa constancia que
los poemas acopiados en él, constituyen “un público acto de fe, y también un conjunto de mínimas plegarias y meditaciones. Todos los seres humanos tenemos en algún momento necesidad de orar, y lo hacemos de distinto modo. Yo lo he hecho en este libro”.
Agrega que su madre, ya fallecida cuando escribió el libro, fue quien desde el primer momento le hizo conocer los misterios del Señor. Pero no siente congoja por su ausencia, como resalta en la declaración final de su sentido preludio: “Mi convicción de cristiano es que nunca nos ha abandonado y que un día nos habremos de reunir nuevamente en el amoroso y cálido seno del Padre”.
LA TUMBA VACÍA Y OTROS POEMAS
Como hecho curioso, este pasado viernes recibí una amplia antología de Jorge Dávila Vázquez,
El temblor de la Palabra (Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 2009, pp. 370), con selección realizada por Santiago Vizcaíno. Me lo trajo hasta Salamanca, debidamente dedicada, el excelente poeta Bruno Sáenz Andrade, de quien ya di cuenta de su poesía dedicada a lo Divino.
Grato presente de Jorge, quien estos días debe estar volando a París, al Salón del Libro, en representación de los escritores de Ecuador, junto con mi buen amigo Javier Vázconez, narrador de prestigio.
Ahora les dejo con cuatro textos de Jorge Dávila, un poeta cuyo pensamiento cristiano late en sus versos, pues siente la llama que alimenta y trasciende. Él va desde la bíblica zarza hasta las sorprendentes revelaciones de Juan de Patmos; él viene si alardes de bonanzas, mostrando lo que aquilata en su alma.
Mi abrazo y mi gratitud por su valentía de no esconder su entrega a Jesús.
CORONA
No de metal precioso
ni con gemas o
símbolos.
Tejida apenas
de punzantes zarzas
entre risas
gritos
y pinchazos
“He aquí una corona
para el rey”, deben
haber dicho
los soldados
medio ebrios.
Y la hundieron
en tus sienes
buscando
la palabra
de protesta
la queja,
golpeándola
a que penetraran
las espinas.
¿Y qué dijiste Tú?
Nada.
Lacerado,
los finos hilos
de sangre
bajando por tu rostro,
seguías en silencio.
Es el principio
debes haber pensado
en el momento en que
te ciñeron un manto
y pusieron una caña
en tus manos como cetro.
La befa comenzaba.
STABAT
Junto a la cruz de Jesús
estaba su madre...
Y junto al lecho
del pequeño
que suda
se estremece
se queja.
Siempre
junto a la cruz del hijo
cuando él muere
de una pena indecible
de un dolor de la vida
de unas flagelaciones
del destino
y una corona
de espinas y de sueños
inútiles.
Siempre, allí,
a tu lado, su lado, nuestro lado,
pues todos somos Cristo.
Lacrimosa, sí,
pero firme, hasta el fin:
el grito desgarrado,
las tinieblas,
el tercer día,
la resurrección.
LA TUMBA VACÍA
Si Cristo no ha resucitado
nuestra fe no tiene valor
ni sentido,
grita encendido Pablo.
Nos aferramos a su palabra
definitiva
ardiente
faro y antorcha
en la sombra de los tiempos,
la incertidumbre
el miedo...
Vamos hacia el encuentro
del hombre-Dios que volvió
de la muerte
tan cambiado
que los suyos
no lo reconocieron:
los de Emaús, María, Pedro...
Vamos hacia Él,
el Señor de la vida
no el hombre de la muerte.
Su sepulcro
vacío
es nuestro signo,
nuestra fe inconmovible
nuestra esperanza
de resucitar
también
con Él un día.
PENTECOSTÉS
Tu fuego, Espíritu Santo
penetró de tal manera
el barro y la madera
de que estaban hechas
esas buenas gentes
que amaban, seguían,
y, a veces, aun negaban
al Rabí,
que su incendio no ha podido
apagarse en veinte siglos.
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