Como nunca antes cientos de hombres y mujeres ocupan los titulares de diarios y noticieros. Por fama buena o mala; por corrupción o abusos de autoridad; por modas o premios; por acusaciones o justificaciones; por accidentes, crímenes o actos de heroísmo; por divorcios y por casamientos; o por rarezas que ocurren cada muchos años, como es el caso de la renuncia del líder del papado romano.
Pero, para esos multimedios tanto Jesucristo como los miles de asesinados o torturados por no abdicar en su fe, han dejado de ser noticia. Si Nietzche viviese hoy posiblemente diría “Jesucristo ha muerto”.
Aunque no atraiga como noticia Jesucristo es el único que dio su vida para salvar la de millones de seres humanos. Y la noticia que debiera anunciarse cada mañana es que Él vive.
El santo, santo, santo Dios judeocristiano no es pasivo, como los ídolos; sino un Dios activo que habló “muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas”, y ahora nos ha hablado “por el Hijo”.
(1)
2. JESUCRISTO ES SANTO
Jesucristo habitó entre nosotros; hombre de carne y hueso fue, desde todo punto de vista, verdadero hombre; aunque su influencia histórica trasciende la de cualquier otro hombre porque trajo consigo esperanza viva para la humanidad. Lo hizo posible porque cumplió los mandamientos y las profecías, demostrando con ello que en todo fue santo en la tierra, como lo es el Padre que le envió.
Está en el Santuario eterno, donde aboga por sus hermanos y hermanas. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, el que satisfizo las demandas de justicia divinas y vive en Su iglesia, de la que fue hecho Sumo sacerdote
(2).
Definíamos a la santidad como ser y estar apartado de todo lo malo y ocupado en obrar todo el bien. Jesucristo es el paradigma de santidad. No hubo ni habrá otro que haya hablado y obrado con tanta autoridad moral y espiritual como Él.
La santidad de Jesucristo fue:
Anunciada a quien sería su madre.La bendecida María supo que el niño que daría a luz sería santo
(3).
Reconocida desde su niñez. Aparte de un corto relato de Lucas, no sabemos cómo fueron los años de su niñez. Pero quienes daban testimonio del niño Jesús, sólo tenían palabras de asombro para con él
(4).
Inexpugnable ante la tentación de Satanás. En extrema debilidad física, con hambre a causa de no comer durante 40 días y sus noches, Jesús se mantuvo íntegro
(5).
Confirmada por Dios Padre. Tras ser bautizado por Juan en el Jordán, y luego de transformarlo ante Pedro Jacobo y Juan y agradó al Padre en todo
(6).
Motivo de alabanza a Dios por la gente común. Confirmando la reacción de las mayorías frente a alguien que es muy especial, cuando Jesucristo hablaba u obraba siempre produjo profunda admiración entre muchos
(7).
Avalada por sus discípulos. Las enseñanzas que les impartía y las obras que realizaba convencieron a sus más íntimos seguidores que él era el Cristo de Dios
(8).
Revelada por el mismo Jesús. Él preguntó a los religiosos que lo acusaron de blasfemo:
“¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?”(9)
LA SANTIDAD DE LA IGLESIA VIENE DE JESUCRISTO.
Los cristianos no hacemos santa a la iglesia. La iglesia no nos hace santos. No somos beatificados por ningún colegio pontificio jerárquico. Somos santos por decisión soberana de Dios. Él nos ve en el Hijo que es santo. La cabeza de la iglesia es santa, ella es quien santifica a todo el cuerpo.
No encuentro mejor explicación sobre este punto, que la inspirada descripción profética del rey David, cuando entona las bodas del Rey:
“Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al rey mi canto; mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.
Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.
Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente, con tu gloria y con tu majestad.
En tu gloria sé prosperado; cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia, y tu diestra te enseñará cosas terribles.
Tus saetas agudas, con que caerán pueblos debajo de ti, penetrarán en el corazón de los enemigos del rey.
Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de tu reino.
Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.
Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos; desde palacios de marfil te recrean.
Hijas de reyes están entre tus ilustres; está la reina a tu diestra con oro de Ofir.
Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; olvida tu pueblo, y la casa de tu padre; y deseará el rey tu hermosura; e inclínate a él, porque él es tu señor.
Y las hijas de Tiro vendrán con presentes; implorarán tu favor los ricos del pueblo.
Toda gloriosa es la hija del rey en su morada; de brocado de oro es su vestido.
Con vestidos bordados será llevada al rey; vírgenes irán en pos de ella, compañeras suyas serán traídas a ti. Serán traídas con alegría y gozo; entrarán en el palacio del rey.
En lugar de tus padres serán tus hijos, a quienes harás príncipes en toda la tierra. Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones, Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre.”(10)
Esta tocante “canción de amores” es reconocida por el Targum como anticipo del Mesías. El propio Jesús bien puede haber tenido presente este salmo cuando realizó su primer milagro en las bodas de Caná a la que había sido invitado él, su madre y sus hermanos; y cuando expuso sobre la solemne boda real a sus discípulos
(11).
Rescato la descripción que David hace del Rey novio. Está tan embelesado cuando habla de él que pronto cambia y le habla a él:
“Eres el más hermoso del hijo de los hombres”. Para el rey cantor, la santidad es belleza. Quienes tenemos a Jesucristo en el corazón, no sólo hablamos de Él con deleite, sino que por ser tan precioso no podemos estar sin hablar con Él. Hablar con Jesucristo nos llena el corazón para hablar de Él.
Por ello nos duele ver, en un mundo tan democráticamente corrompido como el nuestro, que la santidad sea motivo de burlas, y que a la hermosura aplicada al varón se la convierta de inmediato en algo morboso
(12).
“
La gracia se derramó en tus labios” puede ser leída junto con la descripción que de él hace Juan, el discípulo amado:
“Y aquél Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. La cita que hace luego de Juan el bautizador lo refuerza
(13).
No hay dudas que el Santo de Israel, el Mesías, anunció con su boca llena de gracia el evangelio de salvación a quienes tuviesen oídos para oír. Él nos dio a conocer la buena voluntad del Padre puesta de manifiesto en la obra que comenzó con Él y continuará en nosotros hasta el fin
(14).
Por ser Él quien nos revelaría la buena noticia, el salmista le dice:
Dios te ha bendecido para siempre. Allí ve David cumplida la promesa de Dios a él mismo respecto de su linaje
(15).
En nuestra próxima nota veremos lo relativo a la novia del rey, con la aplicación que haremos de este salmo a la santa iglesia de Dios, como la hermosa prometida de Jesucristo. Mientras tanto:
“Amados (…) sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquél que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.”(16)
No puedo menos que orar: Gracias, Padre por enviarnos al Santo de Israel, a tu Hijo amado, a Jesucristo Señor de la iglesia, que nos amó poniendo su vida por los que Tú añades a Tu santa iglesia, cada día. Gracias porque me pusiste entre ellos, Padre, y por santificarme junto a los que esperamos Su ansiado regreso. Amén.
Concluiremos este punto: La iglesia es Santa, en la próxima, si el Señor lo permite.
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NOTAS
1. Hebreos 1:1
2. Hebreos 2:17; 3:1; 4:14,15; 5:1,5; 6:20; 7:26; 8:1,3; y recomiendo leer todo el capítulo 9. Con Jesucristo en el lugar Santísimo, a la diestra de Dios Padre, en la tierra ya no hay sumos sacerdotes; sólo queda un real sacerdocio que es ejercido por los hijos e hijas de Dios que conforman Su iglesia.
3. Lucas 1:35; 21-38
4. Lucas 2:40-52
5. Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13
6. Mateo 3:17; 16:13-17; 17:5; Marcos 1:11; 9:7; Lucas 3:22; 9:35
7. Lucas 4:14,15; 36,37; Mateo 27:54; Marcos 15:39; Lucas 23:47
8. Mateo 7:29; 12:18; Marcos 1:22; Lucas 5:1-11;
Juan 6:69; 17:1-26; 2ª Pedro 1:17.18
9. Juan 10:36; ver: Juan 5:37; 8:54; 10:30; 14:9, 10, 20; 15:10
10. Salmo 45
11. Juan 2:1-12; Mateo 22:2; 25:1; nótese, también, que Hebreos 1:8 aplica a Cristo el versículo 6 del salmo
12. Tal como ocurría en Sodoma y Gomorra antes de ser destruidas con fuego divino, Génesis 18:16-33, 19:1-29
13. Juan 1:14 y subsiguientes; comparar con Lucas 4:22
14. Hebreos 2:3
15. 2ª Samuel 7:12
16. 1ª Juan 3:2,3
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