La segunda parte del documento de Lausana III mencionado en el artículo anterior desarrolla los principios, que analizamos brevemente, en una serie de llamadas a la acción- ‘PARA EL MUNDO QUE SERVIMOS:El Llamado a la Acción de Ciudad del Cabo’.
En la sección IIB - EDIFICAR LA PAZ DE CRISTOEN NUESTRO MUNDO DIVIDIDO Y ROTO, se tratan los siguientes temas:
1.
La paz que Cristo logró, 2. La paz de Cristo en el conflicto étnico, 3. La paz de Cristo para los pobres y los oprimidos,(que incluye la esclavitud y el tráfico humano), 4. La paz de Cristo para las personas con discapacidades, 5. La paz de Cristo para las personas que viven con el VIH, y luego la sección que nos ocupa:
6. La paz de Cristo para su creación sufriente:
“Nuestro mandato bíblico con relación a la creación de Dios figura en la
Confesión de Fe de Ciudad del Cabo, sección 7(A) (arriba).
Todos los seres humanos deben ser mayordomos de la rica abundancia de la buena creación de Dios. Estamos autorizados a ejercer un dominio piadoso cuando lo usamos para el bienestar y las necesidades de las personas; por ejemplo, en la agricultura, la pesca, la minería, la generación de energía, la ingeniería, la construcción, el comercio y la medicina. Cuando hacemos esto, también se nos ordena cuidar de la tierra y todas sus criaturas, porque la tierra pertenece a Dios, no a nosotros. Hacemos esto por el Señor Jesucristo, quien es el Creador, Dueño, Sustentador, Redentor y Heredero de toda la creación.
Lamentamos el abuso y la destrucción generalizados de los recursos de la tierra, incluyendo su biodiversidad. Probablemente el desafío más serio y urgente que enfrenta el mundo físico ahora es la amenaza del cambio climático. Esto afectará de forma desproporcionada a las personas de los países más pobres, porque es allí donde los extremos climáticos serán más severos y donde hay poca capacidad de adaptación a esos cambios.
La pobreza mundial y el cambio climático necesitan ser abordados en conjunto y con la misma urgencia.
Alentamos a los cristianos en todo el mundo a:
A) Adoptar
estilos de vida que renuncien a los hábitos de consumo que sean destructivos o contaminantes;
B)
Promover acciones legítimas para persuadir a los gobiernos de que pongan los imperativos morales por encima de la conveniencia política en temas de destrucción ambiental y potencial cambio climático;
C)
Reconocer y alentar el llamado misional, tanto de (i) cristianos que se involucran en el uso adecuado de los recursos de la tierra para la necesidad y el bienestar humanos a través de la agricultura, la industria y la medicina como de (ii) cristianos que se involucran en la protección y la restauración de los hábitats y las especies de la tierra a través de la conservación y la defensoría. Ambos comparten la misma meta, porque ambos sirven al mismo Creador, Proveedor y Redentor (15).
Finalmente en otra sección (IIE) hay “Una llamada a la iglesia de Jesucristo a volver a la humildad, la integridad y la sencillez”, andando en forma diferente de los demás, como la nueva humanidad de Dios, andando en amor, rechazando la idolatría de la sexualidad desordenada, andando en humildad, rechazando la idolatría del poder, andando en integridad, rechazando la idolatría del éxito, y finalmente andando en la sencillez, rechazando la idolatría de la avaricia. Es clara la relación entre el cuidado de la tierra y sus recursos y la vida sencilla a la que estamos llamados, una vida que aporta a los que nos rodean, en vez de causar pobreza, una vida que refleja lo que Dios pide al hombre.
A la pregunta de ¿qué es lo que espera Dios de nosotros? el profeta escribe: “¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera elSeñor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios”.(Miqueas 6:8)
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