MI ALMA, ESTA COPA QUE HUELE A DIOS
A Jaime Quezada (Chile, 1942) desde niño le lanzaban piedras y manzanas. “Después fui un muchacho lleno de sueños proféticos”, reconoce en el segundo poema de su antología
Así de cosas de arriba como de abajo (Isla de Siltolá, Sevilla, 2012, pp. 133, presentación de Toni Montesinos). Buena parte de su poesía tiene reminiscencias de los profetas bíblicos, atento ante las injusticias, heterodoxo siempre (“Reo de delito/ Del santo oficio de la santa inquisición”), intertextualidades y mestizajes que desde el ayer atisban lo porvenir (Y no puedo dormirme/ aunque repita de memoria salmos pasados de moda/ Que mañana sin embargo serán cantados con música de jazz/ en arameo y mayaquiché y antiguo verso…”).
Errante por años lejos de su país (estuvo por Ecuador, México, Nicaragua…), Quezada no duda en reconocer su entrañamiento con Dios. Y dice: “Mi alma esta copa que huele a Dios” o “Harina de Dios hay en mi sangre”. A la naturaleza, la historia o la geografía, incorpora a su temática lo religioso, especialmente, acercándose a Dios y al prójimo “con un fervor divinizado, como algo que dé goce espiritual, amor y temor de Dios”, le declara a Alejandra Basualdo. Posiblemente por ello anota en la parte final de un poema:
Tengo miedo, tengo miedo Padre
Y sobreviviré a las ruinas del templo
Tan solo para ser aquel alguien
Que escribe en sus muros la palabra Desamparo.
En otra entrevista insiste en su filiación alejada de lo material: “Soy un hombre religioso. Procuro vivir en el mundo como si fuera un monje cartujo, no cartucho. Limpio de corazón. Porque en una época de muchedumbres, de avisos comerciales, de neurotizados a cada paso, yo procuro vivir eremíticamente. Pertenezco a las catacumbas, a los patios medievales, a la música barroca, a las lecturas de San Juan de la Cruz. ¿Qué otra cosa puede hacer un poeta joven, o ya no tan joven?”. En el poema que dedica a su admirado místico, le hace decir, en los versos finales: “Y como caminaba por el aire no dejé huella alguna/ A no ser mi amor de Dios flotando en ese aire”.
CONOCIMIENTO DE JAIME QUEZADA
Si bien hace unas semanas me obsequiaron la reciente antología sevillana, debo decir que desde 1993 poseo el libro
Huerfanías, dedicado por su propio autor. Me lo mandó desde Madrid y luego perdí el sobre donde aparecía su dirección en Santiago, no pudiéndole agradecer nunca este gesto de fraternidad poética y cristiana. Me parece recordar que fue Gonzalo Rojas quien le había dado mi dirección. No pude, pues, mantener la esperada correspondencia con este poeta destacable cuyos libros publicados sin:
Poemas de las cosas olvidadas(1965);
Las palabras del fabulador (1968);
Astrolabio (1976);
Huerfanías (1985);
Un viaje por Solentiname (1987),
Adamita (2003),
Llamadura (2004) y
Botánicas & Astronomías (2010).
Aquí les dejo tres textos de Jaime Quezada, el mismo que dice: “En más de una ocasión me he puesto a pensar de dónde me vienen a mi estos afanes o quehaceres poéticos, esta solitaria que crece y crece, esta hermosura dolorosa, esta gracia de hacerse día por día como de arrebato, como de acercamiento a Dios, a mi prójimo, a mí mismo”.
AFANES
Asciendo a la Cruz
O al afán del día
Con mis ojos llenos de lágrimas
Aunque una lágrima
No es mi calvario
Ni mi lecho de rosas
Un centavo
Llena de sonido
El monedero del ciego
Una lágrima
Es la gota que rebasa mi cuerpo
Y lo colma de gozo
Soy el ángel pobre
Que pierde las plumas de sus alas
Cuando asciende.
ANDA PÁJARO DÉJATE VER
Juío juío
canta el pájaro
Como si dijera Libre libre
Se va por un rato y vuelve a las ramas del nogal
Solo lo escucho no lo puedo ver
Canta
Anuncia lo que yo no puedo anunciar
Siento su presencia aquí como la de Dios;
Un aleteo de hojas en las ramas
Y un movimiento de pájaro hacia el cielo.
ADAMITA
Si yo camino yo Te busco
Si me siento en esta roca Te espero
Ni roca ni camino sin embargo son ahora
No voy a ninguna parte
No vengo tampoco de ninguna parte
Si Tú me amas Tú me buscas
Si me deseas me esperas
Y aunque yo quiero Verte
No moveré ni siquiera un dedo: solo es en mí
Esta soledad mía
Y si yo dijera que una paz profunda me rodea
Estaría mintiendo: sólo es mío
Este tormento de no Verte
Y si Tú eres Tú debes venir a hacerte cargo de mí
Apiádate
Yo no valgo nada a pesar de todo
Hace tiempo fui borrado de los registros ciudadanos
No existo
Me perdí en el camino
Me tiré de la roca al mar
Pero he aquí que el sol aparece por la tarde
Y mi alma vuela como espíritu santo
Sobre las olas de este mar piadoso
Y mi cuerpo desnudo en la arena
Al fin copula con Dios.
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