“Desde el corazón” me sentí muy animado y orgulloso, de la noticia que leí y publiqué en “Piedra de ayuda” (el boletín de nuestra iglesia) de la hermosa actividad de la Iglesia hermana de Santa Cruz de Tenerife, la que informaba que plantaron en una zona de la isla más de 1000 árboles, y que tienen el propósito de plantar muchos más.
Y en esa sensación de admiración por el respeto a la tierra,
recordé una agradable experiencia vivida años ha, en la capilla e Iglesia de “El Fondillo” (Las Palmas de Gran Canaria).
Estaba asistiendo a una campaña de evangelismo, y en una de las reuniones, allí estaba EL AGRICULTOR. Tenía una cabeza hermosa y noble. Los ojos le brillaban bajo unas cejas despeinadas y espesas. Arriba de la frente, de un trazo recto, se le acababa el lento moreno de la cara, moreno de muchas horas cultivando el campo a pleno sol de la hermosa isla.
Su sombrero de agricultor lo tenía entre sus manos, respeto por estar en la casa de Dios. Manos grandes, un poco deformadas, de uñas corras, fuertes y limpias. Vestía una ropa modesta, pero implacablemente aseada.
Me dijo que era agricultor, que pertenecía a una asociación de labradores de cuyo nombre no me acuerdo. Sé –me dijo que vino para escuchar la Palabra‑ y sentí, que se alegraba que fuese a saludarlo particularmente y percibí que tenía ganas de compartir-me cosas. Le calculé unos sesenta años, las intemperies y el trabajo quizás lo envejecieron, pero rezumaba la salud que da el aire y la vida que sanan.
Me sacó un papelito, pensé que deseaba darme su dirección, pero comprobé que tenía números, era su chuleta de cosas que quería decirme, de unas pocas que quería compartirme, porque los de las ciudades –como usted‑ no las saben.
“Yo no sé nada de política. Ni de economía. O sea, que no sé nada de nada. Sé sembrar y cuidar y recoger. No fui al colegio para ello, lo aprendí viendo y ahora creo que sea lo último que haga… Porque no sé, si en el cielo, pues el Creador hizo que Adán y Eva fueran agricultores, se seguirá el oficio, pero me alegro de lo que he hecho, pues cultivar la tierra que Dios nos da, es producir alimentos para los demás.
Nos metieron en la ‘Comunidad Europea’, ¿no se llama así?... Usted dispense: si me expreso mal, interrúmpame, usted sabe mucho. Yo lo que quiero es que alguien me en-tienda. Y hoy, ni el Ministerio ese de Agricultura nos defiende frente a los de Europa –bueno Feluco, hace lo que puede‑, es como si hubiéramos entrado en Europa por la puerta de servicio. Bailamos al son que nos tocan, digan lo que digan. Nadie nos explica nada, nadie protege el campo –bueno Feluco, hace lo que puede‑ es como si no les interesásemos, como si quisieran que dejáramos nuestros campos, que nos fuéramos a casa. Al cementerio vamos a irnos. Qué intereses pagaremos a los Bancos que no bajan los suyos, si nuestras ganancias son cada vez más pobres”.
Y volviendo a mirar su papelito, me habló –en pesetas‑ de cómo había baja-do el precio de la cebada. Y el trigo (bien que recuerdo que con un Kilo se hacían 8 barras bien cumplidas de pan‑ y me habló de sus estupendas “papas”, lo bajo que se las pagaban y lo caras que se vendían en los supermercados.
Me señaló lo que se paga por esquilar una oveja que produce unos dos kilos de lana, y con lo que se pagaba por ellos, no se cubre ni el salario de un esquilador. Mientras sube el gasoil, la luz, los herbicidas, los abonos, los insecticidas, el agua de riego… Esto ya no es trabajar, es sobrevivir… y mientras me hablaba, cobró en mi memoria la genial balada de “Los Sabandeños” “la culpa es de los intermediarios”.
¡Qué pena que no me apunté los precios de origen!, pero he mirado los actuales, y descubro según informes de entidades de defensa del consumidor que: Una tonelada de trigo panificable se paga con 281’69 euros, luego el Kilo sale a 0’28 céntimos. Una tonelada de arroz, se paga a 290’22 euros, por lo que el kilo sale a 0’29 céntimos. Cien kilos de aceite, salido de almazara se paga a 283’83 euros. Cien Kilos de plátanos del árbol, se pagan por 23’79 euros, por lo que el Kilo debe-ría costar no mucho más de 0’24 cén-timos. Cien lechugas romanas 27’25 euros. Cien Kilos de zanahorias 12’64 euros. Una docena de huevos de clase M, salida de embalaje 0’90… Al buen entendedor con pocas palabras basta.
Y como notaba que le escuchaba, siguió hablando con vehemencia pero sin odio. “Da ganas de decir a quien sea: Ahí tienes la tierra, haz lo que quieras” porque las tierras no las quiere nadie, ni siquiera he escuchado a los predicadores dar gracias a Dios por ellas. Las tierras sólo se quieren para especular, para chalecitos adosados y otras frivolidades”.
Y con brillo en sus ojos me dijo que “Hoy ya nada sirve para nada”; ni la honradez, ni el trabajo, ni el amor a la tierra. Los de arriba quieren cambiarnos el paisaje. Fuera olivos, fuera naranjos, fuera trigo. Podéis iros los agricultores, cuando contra el hambre, ya nos dio una lección de siembra y cosechas planificadas aquel genio de José en la tierra de Egipto.
La agricultura que fue el amor y el agradecimiento de la tierra, generoso don del Creador, ha de descuidarse a la fuerza de aquí.
Porque Canarias y España por tanto, de ahora en adelante, va a ser un coto de caza, o un tostadero, o un campo de golf y golfos, o un desierto, o una urbanización para pensionistas extranjeros. Lo que sea, pero de otros. Y pocos tienen la valentía de recordar que de Dios es la tierra y de sus hijos el cultivo.
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