La imagen del presidente Obama jurando sobre dos Biblias, de Lincoln y Luther King, da para mucho escribir y pensar. Es la apoteosis.
Ya se temían algunos (Charles L. C. Minor,
The Real Lincoln, [1904] 1928) que los aduladores y los políticos interesados estaban consiguiendo trasladar a un personaje mediocre al mismo lugar de los dioses. Una vez allí, ya no tiene historia, o se le venera o se lo rechaza. Esa apoteosis, es evidente que ha ocurrido con más de un personaje. En un sentido, es lo que se hace con todos los del santoral romano. Ocurrió con Lincoln, le ha pasado a la persona de Luther King (a la persona y sus obras, claro está).
El presidente Obama no puede más que rendir homenaje a esos dos que están en el otro lado. No puede pretender ser como ellos, a lo sumo, seguir su ejemplo. Eso es lo que corresponde. La apoteosis no la produce el propio individuo, te la tienen que fabricar otros. Obama, quizás dentro de un tiempo.
Si perteneciese a otro ritual eclesiástico, podría haber jurado sobre alguna reliquia o advocación de virgen o santo. Es lo mismo. (¿Sobre qué hubiera jurado el candidato mormón? ¿O el católico? Perfectamente lo pudieran hacer sobre las mismas Biblias. Es lo mismo.)
Sobre Lincoln y la guerra civil, solo quiero anotar algo que es (o era) común en el estudio de la historia de los propios americanos.
En un manual para institutos (
History of a Free People, 1954), con una excelente metodología que facilitaba la búsqueda de datos e investigación del alumno, se preguntaba por las causas de la guerra. 1, la esclavitud; 2, el conflicto de intereses entre los capitalistas y rancheros libres del Norte y la aristocracia de las plantaciones del Sur: 3, no hubo causas necesarias, se produce por la histeria popular que se instaló por la acción de un liderazgo irresponsable (después de 1850 no aparecen políticos de la talla de Clay o Webster).
Por lo que conozco de esa época (que no es mucho), creo que efectivamente fue una guerra producida por la impericia de políticos mediocres, con Lincoln a la cabeza. Políticos que no son capaces de aplicar los fundamentos de su propia Constitución: la armonización de intereses, eso que presentaba
El Federalista como lo esencial de la acción política. Eso que es trabajoso y problemático, pero que es la manera en la que se vive la libertad social y política.
Sin embargo, otra vez digo,
con Lincoln a la cabeza, se actuó sin la grandeza política de la libertad, y se buscó la “inmensa autoridad” que se confiere (nadie sabe por quién) a una persona. (Ese es el modelo en que se basan todos los retratos de los tiranos.) O se encerró cada uno en el
derecho de un Estado, y al final se muere de la enfermedad que supone esa inmensa autoridad que tiene cada Estado.
Discútase sobre la legalidad del Norte o de la Confederación en sus actos.
Los que miran a la Constitución, en su etapa previa la guerra, desde la perspectiva federalista o republicana, tendrán opiniones divergentes. Parece que la justicia de la actuación (según la Constitución) de los Estados que deciden separarse y seguir su camino propio es bastante aceptada. Realmente poco podía poner sobre la mesa para acusar de rebelión a un Estado que se separa, el que hacía solo unas décadas justificaba el derecho a tomar las armas contra Inglaterra.
¿Y la esclavitud? Pues es un asunto secundario. El inicio de la confrontación tiene que ver con derechos de los Estados, impuestos y gravámenes, pero no el derecho de los esclavos. Por supuesto que era tema de confrontación de opiniones, y que había abolicionistas de vocación, pero Lincoln no inicia la guerra para liberar a los esclavos. Eso aparece en el discurso después de iniciada, como arma de guerra, como táctica, aunque muchos no estuvieran de acuerdo con la esclavitud como tal.
Bienvenidas las enmiendas XIII y XIV, pero eso no sirvió para “enmendar” los códigos negros; después de la década de “reconstrucción” posterior a la guerra, seguían vigentes y se incorporan nuevas modalidades en los diferentes estados del Sur. (España los tenía desde antiguo para regular la esclavitud en
sus territorios americanos.)
Los esclavos liberados ya son ciudadanos, pero sus derechos no están unidos a su “persona”, sino a su
situación (esto valía también para los blancos pobres, pero más atenuado). Por eso nos encontramos con el siguiente personaje como líder de los derechos civiles de los negros.
El simple recuerdo de la labor de Luther King sería suficiente para reconocer que la guerra civil no fue por los derechos de los esclavos.
¿Y el cristianismo? (Vale, pongamos protestantismo.) Pues hinchazón y podrida llaga. Grandes teólogos, avivamientos en los ejércitos del Sur, sermones, cultos de oración. Si buscamos la misericordia del Redentor, la encontramos, en medio de la infección y miseria, pero no busquemos otra cosa. Efectivamente, las manos del Redentor sostienen y curan a su pueblo, a pesar de la insensatez y perversión de sus pastores. Si los políticos no están a la altura, creo que los pastores estuvieron en la sima, abajo.
¿Y Lincoln y su Biblia? ¿Era creyente? Opiniones para todos los gustos (incluso, qué entiende cada uno por “creyente”). ¿No mencionaba en sus discursos textos bíblicos? Sí, y a partir de él todos los presidentes, cada vez con más cinismo. Es un lenguaje político. Muchos americanos creen en la Biblia. Nadie puede ganar unas elecciones sin ese lenguaje. Para eso están los asesores y los que escriben los discursos.
Dos datos, contrastados: 1) Un asesor le quemó un manuscrito para que no lo editase. Era un libro en el que repudiaba las verdades del cristianismo (“verdades”, en el sentido conservador o tradicional: autoridad de la Biblia, resurrección, nacimiento virginal, juicio de condenación, etc.). 2) De los 23 pastores de su localidad, de denominaciones diversas, 20 no le apoyaron. Esto, según dónde y en qué situación, seguro que sería considerado un plus a favor, pero en ese tiempo parece indicativo. Que no perteneciera a ninguna iglesia no pinta bien, pero eso puede que a nadie le preocupe, el brillo de la Fama Inmortal oscurece mucho la visión.
Y tenemos que dejar la foto de Obama a medias, sin la Biblia de Luther King. Ya lo hablamos, d. v., la semana próxima. Hoy sería demasiado extenso.
Anticipo que no creo que el señor Obama sea más maligno que otro presidente republicano. Es lo mismo. Y pienso que es un gravísimo error, nada edificante, presentar al pastor Luther King dejando a un lado, como si fuere algo secundario, “lo que creyese o su conducta extramarital” (es tan usual el acercamiento, que la cita vale para muchos, no menciono, pues, a nadie en particular).
Me centraré en su último sermón. Es como un resumen de sus escritos y anhelos. Su último libro,
Where Do Go from Here: Chaos or Community? (1967), escrito en un retiro en Jamaica, es muy valioso para ver por dónde estaban sus pensamientos en la etapa posterior a la consecución de las metas iniciales.
Ya no encajaba tanto. Desde su
Why We Can´t Wait (1964), la sociedad tiene otro espacio de actuación. Antes eran los negros (colored) quienes debían adquirir conciencia de su lugar y poder para liberarse; ahora eran los blancos los que debían adquirir conciencia de su deber para ayudar a los negros (leyes de discriminación positiva). Las preguntas y respuestas de su cristianismo existencialista (donde entran muchos matices, claro), expuesto en sus sermones editados como
Strength To Love (1963), ya no son las mismas, y eso produce contradicción con los movimientos sociales que viven en un mismo espacio temporal.
Su propuesta de existencia auténtica (
The Measure of a Man, 1959), el amor que disipa la existencia inauténtica del egoísmo (no confundir con el “amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu”), podía vivirse en un espacio más individual, procurando cambiar a las personas, no a la sociedad como un ente administrativo. Digo esto, porque tal fue el caso de la señora Rosa Park. Ella expone su modo de vivir la existencia auténtica, la que muestra la dignidad sin soberbia, el crecimiento espiritual, la fuerza de la serenidad de conocerse como persona, en su libro
Quiet Stregth (1995).
La señora Rosa Park ya dejó sentado su talante al sentarse en un autobús. Estaba cansada de los abusos, y al no cambiarse de sitio, cambió la historia. No era una persona cualquiera que pasaba por allí. Era secretaria de una organización (Asociación Nacional para el progreso de la gente de color), y ya tenía historia previa de lucha por los derechos civiles, a su manera. Ese episodio juntó a personajes que luego nos encontraremos en ese último sermón de Luther King. Si el conductor del autobús hubiera atisbado lo que se produciría con su actuación, seguro que se queda sentado. (Años antes ya había fastidiado a la señora Park.)
El famoso día del autobús, como otros muchos, la señora Park se subió [hay que tener cuidado con los términos, porque esto se lee también en Latinoamérica.] y se sentó donde marcaba la ley (esos códigos negros). Era un autobús segregado, como tantas otras cosas (fuentes, cines, hoteles, trenes, etc.), la parte de atrás para los negros; incluso tenían que salir tras comprar el billete y entrar por la puerta de atrás, para no pasar por la sección de los blancos. Pero las filas de asientos destinadas a blancos o de color, no eran fijas, el conductor tenía potestad para cambiar el letrero si era necesario. Y era “necesario” cuando el cupo de asientos para blancos no daba para todos los presentes, entonces se modificaba la composición. Eso ocurrió aquel día. La señora Park estaba sentada en la fila que “le” correspondía, pero era la primera que topaba con la sección para blancos. Subieron algunos (me parece que uno solo) blancos y no tenían sitio. Nadie pidió sentarse, pero el conductor cambió la separación. Ya había otra fila para blancos. Tres de los ocupantes se levantaron, la señora Park se echó al lado. Es decir, dejó un lugar para el blanco, pero no se quitó de la fila. El conductor llamó a la policía y la llevaron detenida. Así ocurrió.
Los líderes del movimiento social de derechos civiles vieron en el episodio una ocasión óptima de publicidad. Se juntaron dos pastores bautistas: Ralph D. Abernathy y el joven M. Luther King. Empezaron a formar plataformas. El boicot a los autobuses de Montgomery. Obama jurando su cargo. La Historia.
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