Concluyo estas notas sobre la llamada “leyenda negra” de la Inquisición, con lo que se quiere decir que realmente la Inquisición no fue tan maligna, sino que algunos la pintaron con exagerados trazos tétricos para infamar a España y al Vaticano.
Lo hago en la linde temporal de la última y la primera página de nuestro almanaque, con la gratitud de pasar una y recibir la otra en la misericordia divina, por ello, en el reposo y fortaleza de pasar y recibir el tiempo como tiempo de salvación, como día de salvación. Y convencido de la renovada bendición que en este año 2013 supondrá la redención de la Historia en lo tocante a nuestro mapa.
He procurado en las notas anteriores proponer una mirada sobre el fundamento y la naturaleza del tribunal de la Inquisición española. Es necesario tener eso en cuenta para no caer en la trampa del discurso falseado de los que propugnan arreglar la pintura del tribunal inquisitorial, en base a tintes como que no mató a tantos como se ha pretendido, que eran objeto de un proceso jurídico ejemplar, y que en otros países protestantes también había inquisiciones peores.
“NO MATÓ A TANTOS”
Aquí tenemos un asunto importante. Con mucha frecuencia se ha descalificado a la Inquisición (ni siquiera haciendo la diferencia entre la española y la romana, pues para el imaginario a veces es una misma) en base a la cifra de condenados a la hoguera. Es un error. La maldad del tribunal no depende del número de ejecuciones.
Su naturaleza es de sí propio lo contrario al carácter cristiano.
Todo se hacía “en el nombre del Señor”, pero que ese “señor” fuese el que murió en la cruz, pues es imposible. Sabemos que hay otros señores, y otros padres.
Pretender justificar su presencia y actuación en base a que en ese (o tal otro) tiempo todos hacían lo mismo, es una falacia atroz cuando se refiere a lo que debe ser de otra manera de vivir, sin conformidad al mundo. (Idéntico argumento se ha presentado, por ejemplo, para justificar la actuación de los Estados Pontificios, ahora reducidos al perímetro del Vaticano.)
El factor del número de ejecutados sería válido para una institución cuya finalidad fuese matar a cuantos más mejor. No es el caso de la Inquisición. El tribunal inquisitorial no buscaba matar a la sociedad, sino someterla a través del miedo y la expresión del temor al poder que mostraba. Su método no era, pues, matar de inmediato al preso que caía en sus manos, sino retenerlo como fuente permanente de subsidio y, sobre todo, de información.
Cada preso era una red en la que otros podían caer. Solo se les ejecutaba en su momento oportuno, para mostrar a la sociedad su condena y forma de muerte.
No se trataba de matar a diez mil, sino de matar en público a uno en presencia de diez mil. Esa es la pedagogía del miedo.
¿A cuántos mató la Inquisición? Que los defensores del tribunal, que rechazan las exageraciones, pongan el número.
Dicen que diez mil en todo su historia. Vale, pues nos quedamos con esa cifra. Diez mil (si quieren alguno menos, pónganlos; tampoco se pasen, a ver si al final no mató a nadie) que fueron ejecutados en público como signo del triunfo del tribunal, con el apoyo juramentado del poder civil, también presente al servicio del poder de la Inquisición. Era el triunfo del “cristianismo”. ¿Contra qué? En muchos casos contra el cristianismo católico bíblico (ya lo hemos señalado en otros artículos); pero también contra todo lo que supusiere diferencia respecto a lo que el tribunal concedía como modo de la existencia de la sociedad perfecta (no lo olvidemos, el papado, del que la Inquisición era su principal valedor).
Eso significaba que actuaba no solo contra moros, judíos, o “luteranos”, sino también, y eso de modo señalado, contra cualquiera que en algún sector avanzara en la investigación, que diera pasos no reconocidos y santificados por el tribunal. Por poner un ejemplo de miles, lean el proceso contra Francisco Sánchez de las Brozas (El Brocense), no se trata de atacar hasta el silencio a alguien con opciones teológicos diferentes, simplemente a cualquiera que pretenda libertad de pensamiento, aunque sea en la Gramática. Si acudimos a la Historia, o las Matemáticas, o la Medicina, pues igual.
Ante cualquier atisbo de pensamiento libre: zarpazo. Ese era el modelo social “cristiano” de la Inquisición. Se construyó una sociedad en la que ya se asumió como propio que cualquier brote de libertad era un peligro mortal, y se procuraba eliminar. El alma oscurecida se somatizó en el tejido social. Si ahora quieren pintar de rosa el sepulcro, eso no cambia la historia, ahí solo quedaron huesos corrompidos por la tiranía.
Si hubiera matado a trescientos mil en campo abierto de batalla, seguramente el daño fuera menor. Pero mató la libertad de la sociedad. Y eso en nombre del cristianismo, con lo que también mató al cristianismo. Y España así lo quiso, la hizo tan suya en la historia, que asume que lo que contra el tribunal se diga, contra sí misma se proclama.
PROCESO JURÍDICO “EJEMPLAR”
Es sorprendente que se quiera matizar la negrura del tribunal con la excusa de que era precisamente un tribunal, y que los encausados tenían la “garantía” (no puedo evitar las comillas) de un procedimiento jurídico. Nada que ver con otros casos en países protestantes, donde la turba podía linchar a la bruja que se le pusiere a mano.
La inquisición sacaba a esa multitud a la calle el día de auto de fe, en orden procesional, para que fuese testigo de un juicio ejemplar, con todas las formalidades jurídicas. Me parece que el argumento es la más eficaz contradicción con su finalidad.
Precisamente lo perverso es que fuese un tribunal. No se trataría, pues, del impulso de unos sentimientos desatados de un grupo localizado en una circunstancia, sino de la frialdad, con todo el tiempo a su alcance, de un tribunal, donde todo se puede sopesar, analizar, etc. Eso no la exculpa, todo lo contrario, hace a la Inquisición una institución especialmente perversa.
Secuestrar, robar, matar, es perverso, pero construir una institución legal para llevarlo a cabo jurídicamente, es doblemente perverso. Y encima, a eso le llaman expresión máxima de la ortodoxia cristiana. Cristo también fue juzgado por un tribunal.
¿INQUISICIONES PROTESTANTES?
No. No existen inquisiciones protestantes. Puede haber, porque eso es nuestro natural, actitudes “inquisitoriales”, donde sacamos muestras, pero Inquisición solo hubo una (y continua su prolongación en el Vaticano, aunque con otro nombre).
Otra vez con los números: se dice que en tal o cual estado protestante se mataron a no sé cuantas brujas. Sí, pero no hay Inquisición, como tribunal con jurisdicción extraterritorial. Que esos casos existieron demuestra solamente que la insensatez y los pastores inútiles y perversos están en todas partes. Pero no demuestra que hubiere inquisiciones protestantes. Eran casos localizados, con todo su mal, pero su anticristianismo en las condenas y ejecuciones queda mostrado solo en esa parcela limitada, la Inquisición era de otra naturaleza.
Podemos rechazar esos actos como criminales y contrarios claramente al cristianismo, pero si se rechaza de raíz la Inquisición vaticana, se rompe el esquema de autoridad. Te quedas sin Vaticano. La fe “protestante” (realmente uso el término solo en figura del lenguaje, pues fe solo hay una fe, y es universal o católica) no cae al rechazar esos actos perversos, pero la fe “vaticana” sí cae con la Inquisición; seguramente por eso quieran sostenerla, aunque sea pintando de rosa sus cadenas.
Reconocemos que en países protestantes (por ejemplo Escocia) se dieron muestras de intolerancia atroz contra otros cristianos; que en muchos se mostraron todo tipo de supersticiones (tanta brujería había en los que las quemaban como en las condenadas), pero no se formalizan en una institución como la Inquisición.
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