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¿Feliz Navidad?

Y nosotros, como si nada estuviese sucediendo, nos sentamos a cenar en Navidad, religiosos y alegres y seguros ¡Qué torpe farsa!
DESDE EL CORAZóN AUTOR Roberto Velert 16 DE DICIEMBRE DE 2012 23:00 h

De cuanto tenemos o podríamos tener, nada hay tan esencial como la vida. Nacer, en sí, siempre es hermoso y bueno. Es aparecer, salir de la inexistencia, vivir por el gesto de amor, sumergirse en los inmensos mares de la vida, y ser a la vez un maravilloso recipiente de ella.

Nacer es ingresar en la incontable hermandad de los hombres, en el necesario querer amar y ser amado, en el fervoroso deseo de la verdad, a la que vemos sin recurrir al Creador, tan turbia y tan lejos como el pez ve a las estrellas.

Un nacimiento debería ser siempre una ocasión de gozo, una renovación de la esperanza, esa hermana siamesa de la vida.

No hay duda que esto sea también además del hecho, el simbolismo de la Navidad: Alguien infinito que nace para compartir, para traer luz, paz, alegría, dones. Por eso me preocupa pensar en lo que la humanidad se ha convertido, y en lo injusto y atroz de sus repartos.

Nacer es introducirse en la confusa majestad de ser hombre, hacia la probable o improbable felicidad, hacia la verde o madura o agridulce danza de la naturaleza, y ello dependiendo del camino que escojamos.

El hombre es el único ser consciente de sí mismo: esto lo erige en superior a todo lo demás, y ello lo hace responsable. En todo caso, nacer es bueno y hermoso.

Y quizá nos beneficie reflexionar cuando conmemoramos la Natividad del Señor, que Él vino para transformarnos, pero nosotros no nos dejamos transformar.

Ochocientos setenta millones de personas no tienen lo suficiente para comer y el 98% de ellas vive en países en desarrollo. Cada año mueren unos 10,9 millones de niños menores de cinco años en los países en desarrollo. La desnutrición y las enfermedades relacionadas con el hambre son la causa del 60% de esas muertes. No han cometido más falta que estar vivos ¿no estremece?, ¿no aterra?; ¿qué mundo, sordo y ciego es este que se dispone cada año, volviendo la cabeza, yo me incluyo, a celebrar la Navidad?; ¿qué Navidad es la que celebra este mundo ensangrentado, egoísta, insolidario, devorador, materialista, necio?; ¿en qué sinceridad podrá creerse?; ¿qué sinceridad cabe entre Papás Noeles, orgías, consumismo sin medida, tontos reyes magos?; ¿qué monstruosa comedia –sin desvalorizar los gestos puntuales de caridad, tristemente, puntuales- autocomplaciente y festiva es la de los continuos cotillones y fiestas?.

Dos tercios de los hombres sufren tan sólo por haber nacido. No penas finas, no penas imaginarias, no desazones por no tener empleos más altos, o por ilusiones rotas: sufren por hambre, por hambre de esperanza, por hambre de justicia, por hambre de pan.

Mientras nosotros en hogares tibios, sin mucha intención de darnos cuenta de ese tsunami de dolor, cantamos villancicos, comemos hasta empacharnos, bebemos hasta hartarnos y celebramos nuestras Navidades, muy alejados de Aquel que nació en Belén.

Una humanidad que deja morir 10.9 millones de niños no es cristiana, es una inhumana humanidad. Una humanidad que produce un rosario colosal de problemas, martingalas y despropósitos.

Con el costo de un misil intercontinental, dicen los expertos, se podrían plantar doscientos millones de árboles, regar un millón de Hectáreas, dar de comer a cincuenta millones de niños. Desde esta sonrojante realidad, hasta el agujero que unos cuantos chorizos de guante blanco han dejado en bancos y cajas de ahorro. Desde los estragos de la burbuja inmobiliaria hasta el oligopolio de los cuatro listos que manejan la energía eléctrica. Desde la explotación de los más vulnerables: los pobres, hasta el nepotismo de la dedocracia en los asesores de comunidades, ayuntamientos y administraciones.

Y nosotros, como si nada estuviese sucediendo, nos sentamos a cenar en Navidad, religiosos y alegres y seguros ¡Qué torpe farsa!

“Desde el corazón” pienso que somos culpables todos.

Culpables quienes no damos valor a la ley de Dios –sobre todas las otras: sobre todas‑ a la obligación de salvar a los vivos, pues ¿para qué vino el Mesías? “y llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo”.

Culpables los que olvidamos ‑al día siguiente de ver reportajes, fotos, textos, atrocidades, razas atormentadas, cristianos perseguidoslo que, para nuestra comodidad nos conviene olvidar.

Culpables porque hablamos de otras cosas, y no gritamos, ni exigimos, ni denunciamos, ni acusamos incesantemente, ni siquiera presentamos la real Navidad.

No consintamos celebrar, con tal hipocresía, la natividad del Niño que vino a hablarnos de amor: de renuncia, de entrega, de compasión, de comunión, de justicia, de salvación. Y mientras esto ocurra, sospecho que no habrá ángeles cantando la gloria de Dios en las alturas y anunciando la paz para los hombres.

Pues me temo que los ángeles no querrán, hasta que vuelva el Mesías, arriesgarse en un mundo donde alrededor de 24.000 personas mueren cada día de hambre o de causas relacionadas con el hambre, al tiempo que se almacenan armas y armas para seguir matando a los que el hambre tenga a bien dejar vivos.
 

 


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COMENTARIOS

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Cordura
21/12/2012
15:59 h
5
 
Es un texto muy necesario. Los cristianos, que tanto hablamos de arrepentimiento, deberíamos ser ante todo AUTOCRÍTICOS... y capaces de comparar lo que estamos haciendo con el genuino legado del Maestro. En la misma línea, pero quizá más abarcante, podéis ver: http://lacomunidad.elpais.com/periferia06/2012/12/20/-que-fue-del-cristianismo-i-patetica-impostura
 
Respondiendo a Cordura

Sergio de Lis
21/12/2012
10:18 h
4
 
Este artículo de Roberto no puede sino entristecernos, porque los que nos llamamos cristianos somos justamente criticados en él. El aburguesamiento evangélico es un hecho. Y aunque a algunos le suene a tópico, poco tenemos que ver con la Iglesia descrita por Lucas en Hechos; y no es tanto lo referente a lo material como a compartir lo que se sentía en el corazón, seña de identidad de los discípulos de Jesús. Y claro, no estoy de acuerdo con Carlos Salinas: Jesús no era selectivo cuando atendía a los que a Él se acercaban, fueran culpables o no de su mal. Por lo que, los cristianos somos responsables en un porcentaje de lo que pasa en nuestra sociedad, y culpables si no hacemos nada por remed
 
Respondiendo a Sergio de Lis

Carmen
20/12/2012
22:20 h
3
 
Gracias por su artículo. Me ha encantado que haga autocrítica de 'nuestra' actitud. Estos son justamente los mensajes que nos pueden ayudar a estar más cerca de los demás y no dentro de la burbuja de nuestras iglesias.
 
Respondiendo a Carmen

carlos salinas
20/12/2012
16:12 h
2
 
solo parte de ese comentario podemos aplicarlo,por que en si no es culpa delos cristianos,el hambre ,las guerras o pestilencias,esta escrito en su palabra y no lo podemos negar,es culpa de los gobiernos,poner tener,una JUSTICIA-equitativa de los bienes y especialmente los paises o medios.en esos paises los gobiernos son multimillonaros,y en los paises desaroyados por otra parte,los gobiernos crean moustros que solo quieren vivir de la cradidad.(estas personas.son drgadictos o simplemente olgazanes 60% de ellos recive asta de entre 5a700 USADmensualmente).y los cristianos por gracia deberiamos dar,lo que de gracias recivimos,(solo el 47% lo hace?) NO PODEMOS canbiar lo establecido.pero si pod
 
Respondiendo a carlos salinas

Esteban Soto. Protestantólogo.
18/12/2012
23:34 h
1
 
La mayor carga de culpa de los cristianos, nacidos del agua y del espíritu, es no creer al evangelio, no aceptar que es real, que es fuente de vida abierta a todos sin excepción. Volvía de un intenso entrenamiento de tenis de nuestros hijos, un gélido día de invierno, de pronto observo por el retrovisor que mi hija mayor abraza al pequeño porque estaba llorando a mares, a causa del destino de gran parte de la gente que observaba deambulando a esas horas por las calles. Es el único cristiano que he visto compungido de esta forma. Si el evangelio es verdad, entonces no podríamos dejar un día sin exponerlo a nuestros 'próximos' que mueren en vida, sin la luz de la vida que hace 'nuevas todas la
 



 
 
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