Tenemos que trasvasar el lenguaje para afirmar que la Inquisición española (1478) expresa su identidad en la persecución y aniquilación de una Iglesia Católica bíblica, una iglesia “protestante”.
Esa iglesia viva y bíblica tiene un componente principal de cristianos judíos, los llamados
conversos. Éstos fueron motejados como “cristianos nuevos”, frente a los cristianos viejos, de sangre pura, incluso con leyes al respecto para privar a unos y disponer a los otros en los cargos de la administración civil y eclesiástica.
Señalamos el
inicio de esa experiencia de conversión para las comunidades judías, en los pogromos que llenan las ciudades de la Península en 1391. De ahí salió un cristianismo muy cercano a las Escrituras, con una presencia de la obra perfecta del Redentor y la comunión con él y su pueblo (que solo puede ser uno) como eje de la vida cristiana.
Unos sucesos en la ciudad de Toledo en 1449, serán razón de que algunos tengan que explicar y justificar sus creencias. Salen a la luz dos textos importantísimos:
Lumen(recorto los títulos), de Alonso de Oropesa, General de los jerónimos; y
Defensorium, de Alonso de Cartagena, obispo de Burgos.
Creo que es necesario poner aquí algunas de las proposiciones de estas dos obras. Lo hago sin secuencia buscada, e intercaladas, simplemente las que veo anotadas en mi lectura (una parte pequeña, ciertamente); se trata solo de encontrarnos con el texto, escrito en el mismo inicio de la segunda mitad del siglo XV. (Por supuesto, se podrían poner otras con un sonido menos “protestante”, ¡pero es que estamos en 1450!)
Con los datos, que no son muchos, de los que disponemos, se acredita que
de esta situación luego se avanza en comprensión y aplicación de la fe, según circunstancias propias, y se llega a lo que se ha llamado alumbradismo. Otro término en el que se meten en un mismo capítulo a personajes y posturas diversas.
Cuando la Inquisición dispuso el llamado Edicto de Toledo, en 1525, contra los alumbrados, dexados y perfectos, tenemos formulado, aunque de forma camuflada, una modalidad de cristianismo que podemos llamar “protestante” en su esencia.
Recordemos que en ese año, la Reforma Europea está consolidándose, con todos sus problemas y complejidades (por ejemplo, la guerra de los campesinos en Alemania). Lutero acaba de quitarse el hábito de monje, es decir, que hasta ese momento, la Reforma la ha liderado un monje con su hábito incluido (sus explicaciones de la fe cristiana, en estos momentos, tienen un referente claro de comunidad monástica, aunque él extiende ese ámbito a “todo la sociedad”). Digo esto para que nadie se incomode por traerles dos textos, que considero de gran edificación, compuestos por un General de los jerónimos y por un obispo.
Cuando la Inquisición actúa contra los alumbrados, dexados y perfectos, lo hace contra el árbol que se plantó en la conversión de miles de judíos. Estos grupos tienen el denominador común de estar compuestos de
conversos. Usan, por tanto, extensamente las Escrituras (Antiguo y Nuevo Testamento), y ya en este paso del tiempo reconocen la corrupción del cristianismo en su misma fuente: el sistema papal, con su cristianismo de formas externas, terreno abonado para todo tipo de corruptelas.
Queda claro el trazo que aquí propongo: que la Inquisición española efectúa una “contrarreforma” contra la Reforma española, que en ese momento son los grupos y comunidades de conversos (a los que se unen, claro está, también muchos cristianos de la gentilidad, formando un solo pueblo). Luego, de manera natural, será brazo de la contrarreforma en su ámbito europeo; pero antes lo fue contra España, dentro de nuestro propio mapa. La “Reforma” no es del norte, ni del sur, es del hombre en su muerte y salvación; y la tuvimos, muy rica, en nuestro suelo, antes que Lutero empezara siquiera a caminar.
Si alguien dice que en España no hubo “Reforma”, y con eso se refiere a que ni de Wittenberg ni de Ginebra se envió a pastor alguno a nuestro suelo, pues eso es verdad: Pero antes que en Wittenberg o Ginebra se predicase el evangelio de la gracia, por la gracia del Redentor, en España hubo una reforma extensa e intensa, que afectó a todos los ámbitos de la sociedad.
Fue algo que llenó nuestra Península: en la mayoría de las casas de la nobleza había lugar para el estudio de las Escrituras.
La Inquisición es reflejo de “una” España, pero contra otra, nada de algo externo o lejano. De nuevo Caín mata a Abel en su propia casa.
Y vamos a los textos, que esto se alarga. Corresponden a las dos obras (en defensa de la validez e igualdad de la conversión de los judíos), de Oropesa y Cartagena, que les he citado. Solo son una pequeña muestra.
“Consta, por consiguiente, que los descendientes de Israel, según la carne, hechos verdaderos israelitas por la recepción de la fe, han sido y son partícipes de la salvación ofrecida al género humano por mediación de nuestro redentor… La fe es lo principal (Gálatas 3:9)… De aquí se deduce que hay que poner especial atención en la fe, y si ésta resplandece en la carne israelita, no por eso es menos resplandeciente”.
“En cuanto que ofende al mismo gloriosísimo Jesús negando que sea universal e igual redentor de todos los hombres, e igualmente aminorando y oprimiendo la grandeza y libertad del evangelio cual si Cristo no lo mandase predicar por todo el mundo y a toda criatura… ni hubiera prometido que se salvarían todos los que creyesen, ni hubiese dado el poder de hacerse hijos de Dios a todos los que creyeran en su nombre, y como si todos los que llegan a Cristo y creen en él no fuesen verdaderamente libres aunque el Hijo en verdad los hubiera libertado. De donde claramente se deducía que estos hombres destruían el evangelio queriendo defenderlo y rebajan la Iglesia de Cristo al nivel de la sinagoga.”
“Que cuanto más generales se hagan las conversiones de los israelitas infieles `de tempore in tempus´, tanto más parecerá acercarse aquel tiempo del que dijo el apóstol (Romanos 11:16):
todo Israel será salvo, y, por consiguiente, el final inminente de este fatigoso mundo… Por este motivo cuanto más frecuente y abundante sea la conversión de los infieles israelitas, tanto más cierto será que se aproxima el día del juicio final”.
“Esta es, pues, la casa del Señor así edificada en paz, en unanimidad y en concordia de todas las gentes por medio de los apóstoles, y no podrán derribarla de este rectísimo orden quienesquiera que pretendan hacerlo, porque no está cimentada sobre la arena de los esfuerzos humanos, sino que por decisión y decreto divino lo está más bien sobre la firmísima roca que es Cristo por medio de su santísima cruz. Por lo tanto así habrá de durar para siempre, al decir el Señor por medio del profeta (Isaías 46:10):
Mis planes se realizarán y todos mis deseos llevaré a cabo”.
“De estos dos grupos que mencionamos es bien sabido que cuando acceden a la fe católica se forma una sola Iglesia, un solo pueblo, un solo cuerpo, cuya cabeza es Cristo… que es la verdadera y suprema cabeza nuestra y cuyo único cuerpo es toda la Iglesia y el pueblo católico de cualquier parte que procediere”.
“Que sin la fe de Jesucristo mediador entre Dios y los hombres nunca nadie pudo ni podrá salvarse; y que él es la cabeza de esta Santa Madre Iglesia universal, que adquirió para sí con su propia sangre, la santificó y la llevó a la perfección… Tras la caída del primer hombre, nadie pudo salvarse sin la fe en el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo nuestro Señor… Pero tras la caída del primer hombre nadie pudo liberarse a no ser por los méritos de Cristo y de su sacratísima pasión… Y ciertamente en esta fe y pasión se han salvado todos los elegidos desde el comienzo del mundo y se salvarán hasta el fin (Hechos 15.11)”.
“La única, pues, felicidad verdadera es tener al Señor como a su Dios, lo que es propio solamente del nuevo pueblo al recibir la ley de la gracia sin importar la procedencia de la antigua sangre. Es esta ley la que despreciando los bienes temporales promete los eternos, la que es promesa común a todos los que están unidos no por elección de un determinado pueblo, o por elección de una determinada familia, sino común a todos los que están unidos por la recepción de la fe”.
“Pues al servir la antigua Iglesia de los fieles bajo los elementos del mundo con sacrificios inútiles, que de suyo ni justificaban a nadie ni lo perfeccionaban, como antes se expuso, por eso con razón la tal madre sinagoga se encontraba bajo servidumbre e imperfecta cual niño, teniendo que sacarla de tal servidumbre e imperfección el que era perfectísimo en todos los aspectos, el Hijo de Dios y de la Virgen nuestro Señor Jesucristo, de acuerdo con lo que él mismo había dicho a los judíos que se encontraban bajo aquella antigua servidumbre (Juan 8:36):
Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres; por quien iba a ser establecida la santa madre Iglesia íntegramente perfecta, sin mancha y sin arruga, y para ser consagrada con su santísima sangre, como dice el apóstol a los Efesios (Efesios 5:25-27)”.
“Los israelitas, al recibir la fe, no parecen escuchar exclusivamente el Nuevo Testamento, sino al Viejo como representación anticipada del Nuevo, y al Nuevo como implementación espiritual y como perfección de las imperfecciones del Viejo. Por eso la Verdad misma, como hubiese dicho que no había venido a abrogar la ley, sino a cumplirla, inmediatamente a continuación añadió (Mateo 5:18):
porque en verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra…”
“En los últimos tiempos, una vez se descubra la maldad del anticristo, entrará todo el pueblo judío y confesará y mantendrá la fe católica junto con nosotros hasta el derramamiento de la sangre si fuere preciso; porque, según lo dice nuestro glorioso padre Jerónimo comentando a san Mateo, los judíos serán iluminados al fin del mundo recibiendo la fe como a Cristo que vuelve del Egipto… Sigue, pues, el texto del profeta: `después volverán los hijos de Israel´, donde se indica la conversión final de los judíos; ´después´ hay que entenderlo después de su abandono y ceguera, ´volverán´ de sus errores y `buscarán a Yahvéh su Dios´ fiel y devotamente y a ´David su rey´, es decir, a Jesucristo, el Hijo de Dios, nacido de la descendencia de David”.
“He aquí, si se fijan, cómo la Iglesia de los fieles, que es única desde el primer justo hasta el último que se salve, resulta perfecta mediante Cristo; aunque se denomine de distinta manera según su diferente estado… Ya que en el estado antiguo propiamente se llamaba sinagoga, pero en el estado actual, desde la venida de Cristo, se llama propiamente Iglesia… Pero esta unión de los dos pueblos en el único redil de la santa madre Iglesia bajo tan grande y tan glorioso pastor no se realizó de otro modo, como ya dije, sino por el derramamiento en la cruz de su preciosísima sangre”.
“Cristo fue y es Rey supremo y Sacerdote excelso, y su reinado y sacerdocio permanecen en la Iglesia cristiana… Por lo que igualmente todos los cristianos en común son ungidos, ya que todos por igual y sin diferencias se hacen espiritualmente reyes y sacerdotes para Cristo”.
“Consta, empero, que dicha Escritura de ambos Testamentos es palabra de Dios revelada a nosotros a la luz clarísima de la fe y que se nos ha entregado como regla para que lo creamos y sostengamos en cuanto pertenece a la fe y a las buenas costumbres. Por eso tenemos que tenerla y conservarla como más sólida y firme que el cielo y la tierra, como Cristo mismo nos dice en las palabras citadas. Ni habremos de torcernos de ella ni a la derecha ni a la izquierda, como está escrito en el libro de Deuteronomio (28:14) y en el de Josué (23:6). Asimismo ni añadir nada, como dicen el Deuteronomio y el Apocalipsis (4:2; 13:1. 22:18-19)”.
“¿Qué prueba más verdadera y más sólida se puede encontrar que la que se deduce de la Sagrada Escritura que excede toda demostración de la ciencia?”
“Teniendo en cuenta, pues, que, ya que los perros ladran por sus amos, mucho más tenemos nosotros que ladrar por Cristo y defender su fe y sus derechos y gastar en su servicio todas nuestras fuerzas y posibilidades… Que mejor hubiéramos de morir antes que callar por su fe y honor”.
La próxima semana, d. v., seguimos. Al final, la memoria nos va rescatando. Gratitud por las bendiciones recibidas en este tiempo.
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